Mi verdad

Toca jugar con la cabeza fría y el corazón caliente

Josep Maria Casanovas

SE JUEGAN MUCHO. Son como el perro y el gato. Dos enemigos irreconciliables. Se respetan y se temen de la misma manera que se odian y se ignoran. Son los grandes del fútbol español, los clubs que levantan más pasiones. Por caprichos del calendario, Barça y Madrid se enfrentan dos veces en cinco días. Y miran por dónde, ahora resulta que el partido de Copa es más trascendental que el de Liga, no en vano el encuentro de esta noche es mucho más importante que el del próximo sábado. El que gane hoy se quedará a un paso de conquistar un título, el que gane el sábado sumará tres puntos intrascendentes. La escapada del Barça en la Liga tiene el inconveniente de que ha restado emoción a la competición, su superioridad es tan aplastante que los demás son meros comparsas. En cambio, una competición de segundo rango como la Copa se ha convertido en el centro de todas las miradas y el partidazo de esta noche es un duelo en la cumbre. El Barça se juega el prestigio, el Madrid media temporada. El que resulte eliminado quedará muy tocado, tanto que quizás lo pague después en la Champions. El que se clasifique para la finalísima recibirá una inyección de moral directa a la vena que le hará sentirse feliz. Es la grandeza del torneo del KO, hay vencedores y vencidos, héroes y villanos, risas y llantos.

PRIORIZAR LO DECISIVO. Mourinho está sentado encima de un barril de dinamita, consciente de que saltará por los aires en caso de derrota y dispuesto a sacar pecho si sale vencedor del Camp Nou. Está encantado de ser el protagonista de todas las polémicas. Busca el cara a cara, pelea por ser más noticia que los jugadores. Ayer sin ir más lejos, a la vista de que Jordi Roura había comentado en rueda de prensa que la designación de Undiano Mallenco no favorece a su equipo, saltó inesperadamente al ruedo para echar leña al fuego. Es su estilo, zafio y rastrero en las formas, intransigente y rencoroso en el fondo. Nos gustaría que el partido de esta noche se decidiera por goles y no por provocaciones. Si el Barça juega como puede y sabe, el Madrid está condenado a claudicar. Eso sí, toca poner los cinco sentidos, jugar con la cabeza fría y el corazón caliente. Conformarse con el empate sería un suicidio, hay que salir a ganar priorizando que lo decisivo es no encajar ningún gol.