ESTO ES LO QUE HAY

Hat-trick de Messi... y Ter Stegen

Ter Stegen, protagonista

Dos grandes manos de Ter Stegen impidieron que el City se adelantara en el marcador / sport

Joan Mª Batlle

Más no se le puede pedir a un partido de fútbol que ya de por sí presentaba alicientes suficientes como para bautizarlo como el mejor partido del mundo, como rezaba nuestra portada de ayer. Lo fue: hubo goles, expulsiones, lesiones, dureza y dos figuras sobresalientes sobre el terreno de juego. Messi, el mejor jugador del mundo, y Ter Stegen, que va camino de ser el mejor portero del mundo aunque en el camino, y valga la redundancia, sea víctima de alguno de esos fallos que solo tienen los porteros que arriesgan y cuyos entrenadores les piden que arriesguen. Ayer le tocó a Bravo, cuyo error y expulsión marcó el devenir de los acontencimientos en la segunda parte, aunque el Barça ya ganaba, en el marcador y en el control del partido. Pero sí, Bravo falló y Ter Stegen paró todo lo que le chutaron, muy especialmente tres remates peligrosísimos. Sí, los porteros también juegan, y más con Luis Enrique y Guardiola, y después de lo visto ayer, y no por el fallo del chileno, insisto, el Barça se ha quedado con el mejor. 

Superleo. Los mejores son los que marcan las diferencias. Ter Stegen las marcó en la portería y contribuyó a que el Barça no se le complicara un partido en el que tuvo la adversidad de tener que ir cambiando la zaga conforme se le iban cayendo defensas. Pero el que de verdad ganó el partido fue, de nuevo, Leo Messi. Tres goles y un penalti que provocó, pero que en su infinita generosidad dejó que lanzara Neymar... que lo lanzara para fallarlo, aunque el brasileño se resarció con un golazo minutos después. Lo de Messi es estratosférico. El primer gol tiene un mérito enorme y define perfectamente su grado de ambición y actitud. Y es que tras el resbalón de Fernandinho, Leo fue el único que reaccionó frente a una nube de adormilados defensores del City. Y eso ya no es técnica ni talento, es concentración máxima, hambre de mayor gloria, que también por eso es el mejor del mundo. La lección que Messi dio ayer al mundo entero ya no fue solo de fútbol, lo fue de compromiso, entrega y concentración. Y todo, ante el entrenador que le metió esas virtudes en la cabeza y que en el City lo pasará muy mal para que le entienda una mayoría de jugadores que no han nacido para jugar como él pretende que jueguen.