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El coleccionista de cumbres

Todos los puertos legendarios del Tour y varios del Giro. Desde hace una década, Robert ha coronado las cumbres soñadas por cualquier aficionado a la bici

Robert, un amante de las cumbres

Robert, un amante de las cumbres / sport

Toni Frieros/Javi Giraldo

Desde que Robert Fernández se tomó en serio lo de salir en bicicleta, hace más de diez años, su currículum ciclista ha ido creciendo cada año hasta convertirse en una impresionante lista de puertos de montaña coronados a base de pedal y mucho esfuerzo. Le gusta sufrir. Si no, no se entendería cómo ha ido coleccionando todas las cumbres que forman parte de la historia de la Vuelta, el Giro y el Tour. Su liturgia tiene mucho que ver con la de los aficionados a la bici más apasionados: un grupo de amigos, un reto, un coche, un viaje de muchos kilómetros y sobre todo, pedales y montaña. 

Así, en compañía de su peña de Valencia, donde destacan el cardiólogo José Caffarena y el exciclista de los equipos SEUR y Kelme Javier Castellar, Robert ha dedicado buena parte de sus días libres a explorar los puertos de montaña que cualquier aficionado al ciclismo identificaría con las mejores tardes de ciclismo: Tourmalet, Aubisque, Hautacam, Luz Ardiden, Aspin, Cauterets, Galibier, Alpe d’Huez entre los más reconocidos del Tour de Francia, pero también dos de los puertos más legendarios del Giro, el incomparable Mortirolo y el Stelvio, que ascendió en solitario, aprovechando un viaje a Milán por motivos familiares. Y casi todas los puertos de Andorra: Envalira, Ordino, la Gallina, etc. Pero su mejor recuerdo no remite a los Pirineos ni a los Alpes, sino a Dolomitas, en el noreste de Italia, donde un puerto de montaña sucede a otro, una zona que permite excursiones espectaculares, como la ascensión en funicular desde Cortina d’Ampezzo a casi 4.000 metros de altura. Pero un buen aficionado a la bici nunca cumple del todo la lista de retos pendientes: en cuanto pueda, Robert tiene previsto escaparse al ‘col’ de la Joux-Plane, en los Alpes, para ver ‘in situ’ la carretera en la que más sufrió Lance Armstrong, en el Tour de 2000, cuando Richard Virenque ganó una etapa épica que Robert guarda muy fresca en la memoria. En la nómina de puertos pendientes de coronar también aparece el mítico Izoard y el ‘col’ de La Bonette, una de las carreteras más altas de Europa, a 2.800 metros de altitud. 

Cuando afrontaba un reto de este tipo, antes de convertirse en director deportivo del Barça, Robert se juntaba con su peña y procuraba que su excursión coincida con una gran etapa del Tour o del Giro. El plan era sencillo: coronar el puerto y ver en directo la etapa. Disfrutar del sufrimiento sobre la bici y comprobar cómo los profesionales hacen de ese sufrimiento una manera de entender la vida. Esos viajes le sirvieron como entrenamiento para afrontar pruebas no competitivas, pero igualmente duras, como la mítica Quebrantahuesos, que cada año parte de Sabiñánigo para encaramarse a los Pirineos (Somport, Marie Blanque, Portalet y Hoz) y convertir la pasión por la bici en una enorme fiesta popular: Robert la ha disputado tres veces.