De Rusia a Michigan

Cheryshev fue uno de los protagonistas del Rusia-Arabia Saudí

Cheryshev fue uno de los protagonistas del Rusia-Arabia Saudí / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

Arrancó el Mundial de Rusia. Al fin, fútbol. El partido inaugural dejó la goleada del anfitrión a una extremadamente frágil Arabia Saudí. Todo el protagonismo fue ruso: Gazinskiy inscribió su nombre en los libros de historia -primer goleador de esta Copa del Mundo-, Golovin dio tres asistencias y Denis Cherysev levantó al público de sus asientos. En cuanto a lo que está por venir, las hojas del calendario irán avanzando para hacernos disfrutar de un carrusel de emociones y goles. Por la pasarela fútbol desfilarán la garra charrúa, la flema inglesa, la samba brasileña, la órdiga gala o la metalúrgica alemana. Este Mundial tendrá historias dignas de mención: será el último de Iniesta, quizá el que necesita Neymar para reclamar el trono, acaso el que pueda entronizar a Griezmann y por supuesto, podría ser el Mundial de Messi, al que, como la estupidez siempre insiste, exigen que gane el campeonato para ser el mejor, como si Di Stéfano o Cruyff, sin conseguirlo, no hubieran sido los mejores de su época. Como si Argentina no hubiese sellado su boleto exclusivamente gracias a Messi, que nunca presume de nivel, porque lo demuestra.

¿Y España? Favorita a nada, aspirante a todo. Llega tras pegarse un tiro en el pie y desprende incertidumbre tras un sainete con tres actores: Lopetegui, Florentino y Rubiales. A todos les faltó generosidad y lo que debía ser una balsa de aceite ha degenerado en un ambiente enrarecido y en demasiadas prisas, que suelen ser para los malos toreros. Suerte a Fernando Hierro. La va a necesitar. Su debut no será fácil. Enfrente, un hueso: Portugal, campeón de Europa. Con Santos, gran seleccionador, en la banqueta. Y con Cristiano, goleador descomunal, extraordinario, con el siete a la espalda y un ego del quince. Poca broma. Al quite, Busquets, Ramos, Costa y compañía. Se necesita compromiso y calidad. Y de eso, España tiene. En caso de duda, Simeone:  si se cree y se trabaja, se puede. Y si protesta el corazón, piensen que Piqué señala el camino: “Universidad de Michigan. Baloncesto. 1989. Campeón de NCAA. No sería la primera vez que ocurre. Todos unidos, más que nunca”. Genio y figura.