Valverde cumple su promesa

Toni Juanmartí

Toni Juanmartí

"Tenemos que adoptar un espíritu de equipo. Algo similar a lo que creamos en el Athletic. Me gustaría que aquí se generaran también esos vínculos. Una de las claves del éxito puede ser que nos impulse un espíritu colectivo que emocione a nuestra gente", dijo Ernesto Valverde durante su presentación como técnico azulgrana. El 'Txingurri' transmitió también su deseo al vestuario, y éste recogió el guante desde el primer día. Solo han pasado tres meses y medio desde entonces, y el 'nuevo' Barça todavía está en construcción. Sin embargo, el punto de orgullo obtenido en el Wanda Metropolitano ilustra a la perfección que la promesa del extremeño ya es una realidad.

En un campo tan complicado como el del Atlético, con un ambiente tan hostil y un rival experto en defender con el marcador a favor, solo existen dos opciones para obrar la reacción: ser muy efectivo en las ocasiones de gol, y ese no fue el caso del Barça este sábado, o insistir como bloque con una fe de hierro hasta derribar el muro. Los azulgranas cuentan con el mejor del mundo, pero los días en los que el balón se pone caprichoso incluso con Leo, hace falta un plan 'B'. A nivel individual, antes lo había y se llamaba Neymar. Sin embargo, la marcha del brasileño al PSG y la lesión de Dembélé hacen que los culés tengan que fiarlo todo al empuje colectivo cuando la magia del '10' no es suficiente. Y en el Wanda Metropolitano ocurrió exactamente eso: un equipo con buen juego pero sin acierto acabó rescatando un punto por aplastamiento.

La unión de un vestuario no marca goles, pero sí refuerza la confianza en lo que un equipo persigue. En el Wanda, los jugadores no dejaron de animarse durante todo el encuentro. A Umtiti le cayó un balón dentro del área y, en vez de asistir a Messi, el galo probó el disparo. Lejos de reprocharle la acción, Leo le aplaudió. Ejemplos como este se repitieron a lo largo de la noche. En el 1-1 de Suárez, André Gomes festejó el gol como pocas veces lo ha hecho, Jordi Alba fue directo a por el uruguayo e incluso Paulinho, que había entrado hacía pocos minutos, alzó los brazos nada más cruzar el balón la línea de gol. Es lo normal celebrar los goles de tu equipo, pensarán algunos. Sí, pero la espontaneidad no se puede controlar y delata siempre, tanto para bien como para mal

No hace tanto, el Barça vencía al Leganés con un penalti transformado por Messi en el tiempo añadido y el argentino ni siquiera celebraba el gol. No hace tanto, el Barça caía goleado en Turín en un partido en el que los miembros de la 'MSN' no se miraban ni a la cara tras fallar un pase o una ocasión. En el Metropolitano, en cambio, los de Valverde se crecieron en la adversidad igual que lo hicieron en Getafe. Ahí, el 1-2 de Paulinho desató el éxtasis entre la plantilla culé como si de la conquista de un título se tratara. Todos van a una y tienen claro que el colectivo va por delante del lucimiento personal. Sin ir más lejos, un Gerard Deulofeu que llegó con el cartel de individualista salió de revulsivo ante el Atlético junto a Sergi Roberto e, igual que el de Reus, ofreció su mejor versión.

El ambiente en el vestuario culé viene siendo muy sano en los últimos años. No obstante, la mediatización del tridente Messi, Suárez y Neymar provocó un cierto desequilibrio en la dinámica de grupo durante la etapa de Luis Enrique como técnico azulgrana. Por más buenos que sean Messi, Suárez, Dembélé y compañía, tanto ellos como los otros jugadores con menos protagonismo son plenamente conscientes de que los cracks ganan partidos pero los títulos no llegan si no hay un grupo unido que rema en la misma dirección. Es exactamente esto a lo que se refería Valverde el día de su presentación. El espíritu de equipo ya da puntos a este Barça.