FORO MANOLO DOMÉNECH

Rafa Nadal: "Me gusta conducir... si no me duelen las rodillas"

Rafael Nadal repasa en el Foro Manolo Doménech su vínculo con los coches de la mano de Kia, y analiza su pasión por el esfuerzo.

Foro Manolo Doménech con Rafa Nadal.

Foro Manolo Doménech con Rafa Nadal. / motor

Xavier Pérez

Xavier Pérez

Excepcional y ejemplar, tanto en lo humano como en los profesional, Manolo Doménech siempre fue un referente para la prensa del motor. Estos dos valores, que definen a nuestro compañero fallecido en el 2013, son los mismos que atesora el sexto invitado del Foro de Debate Manolo Doménech: Rafael Nadal.

Desde el jurado español del Car of the Year (del que Doménech era miembro) homenajeamos a su figura con estas entrevistas, en las que nos reunimos en torno a un personaje importante del motor, el deporte o la sociedad para analizar sus inquietudes, hablar de coches y de valores. El tenista manacorense nos volvió a dar una lección fuera de la pista.

Ya son seis los personajes que tienen el Abrazote de ManoloRafel Prieto, José de los Mozos, Carlos Sainz, Walter De Silva y Agustín Martin, además de Nadal. Aquí ofrecemos el contenido de la charla mantenida con él sobre su vínculo con el automóvil a través de su relación con Kia y sobre su presente y su futuro deportivo.

–¿Qué le ha dado Kia a Rafael Nadal y Rafael Nadal a Kia?

–Con Kia he compartido toda mi carrera. Cuando empezamos a trabajar juntos, Kia era relativamente nueva en España. Yo creo en los proyectos de continuidad, a largo plazo, en la capacidad de entenderse con las personas… Por ejemplo, en mi equipo de trabajo sigo manteniendo a la misma gente de toda la vida, no he cambiado nada. Y con Kia, pues lo mismo, son muchísimos años. Me genera gran satisfacción y felicidad el haber compartido este camino juntos durante tantos años y que se haya confiado en mí me enorgullece especialmente.

–Aprendió a conducir con Kia.

–Aprendí a conducir con Kia y me pegué el primer castañazo con Kia. Con un Sorento bien chulo, personalizado para mí. Lo estrellé contra un poste de hormigón del tendido eléctrico. Ahí tengo el recuerdo, bajando la cuesta de Porto Cristo, donde vivo. Ahora el poste es de metal. Dejé sin electricidad a los restaurantes de la zona durante unas horas. La que lie.

–¿Cómo ve los Kia de ayer, cuando empezó con ellos, y los de hoy?

–La evolución ha sido constante desde que empezamos. Kia se ha ido superando a nivel estético y funcional,  salta a la vista. Yo he probado esa evolución y puedo decir que los coches de hoy poco tienen que ver con los del 2004. Es de las firmas que mejor se han adaptado a los nuevos tiempos. Yo me he hecho más viejo al lado de una Kia que es mucho más joven que yo. A nivel profesional, estoy en un estado avanzado de mi carrera, mientras que Kia sigue mejorando, creciendo, siendo una marca más de referencia. Yo he tenido una progresión muy rápida desde que empezamos juntos en el 2004; en el 2005 ya era de los mejores del mundo. Kia, por su parte, ha mejorado progresivamente, dando los pasos adecuados, que es como hay que hacer las cosas para que salgan bien. El deporte puede ser algo diferente, aunque, en realidad, Kia, hablando empresarialmente, también lo ha hecho rápidamente… Yo mejoré rápidamente y he logrado mantenerme a un nivel alto, con altibajos pero sin baches profundos.

–¿Con qué se mueve ahora?

–Normalmente, uso el Sportage y también tengo el Pro_cee’d GT, que a nivel de motor es el más divertido que he tenido oportunidad de conducir. Aún no me han dejado el Stinger, que es bien chulo; en Australia estaba muy tuneado y era muy atractivo.

–¿Realmente le gusta conducir?

–Me gusta cuando no me duelen las rodillas. He pasado épocas en mi vida en las que conducir me ha supuesto un problema. Para ir a Palma desde aquí, que son 45 minutos, me he visto obligado a parar para estirar las piernas porque no aguantaba el dolor. Casi siempre, cuando vamos tres en el coche, yo suelo ir detrás para poder llevar las piernas estiradas totalmente –si solo vamos dos queda feo que yo vaya atrás–. Si estoy bien de las rodillas, sí me gusta conducir, aunque no soy una persona a la que le guste mucho la velocidad ni los adelantamientos… Solo hay una vida y hay cuidarla, intento no asumir riesgos… Pero sí me gusta conducir y aquí, en Mallorca, en la zona de la sierra, tenemos un montón de sitios bonitos para ir tranquilos y disfrutando del coche y del paisaje.

–Pero también tiene cochazos en tu garaje.

–Los Ferrari, los Mercedes, los Aston Martin... son coches más complicados a nivel funcional, de mantenimiento, y te crean más problemas que los Kia. Eso sí, algún día, para disfrutar puntualmente, pues claro que me gustan y son divertidos. En el día a día, es más complicado, y más para mí, que no suelo estar mucho en casa. Y esos vehículos requieren un mimo muy especial.

–Dejemos de lado los coches. ¿Dónde encuentra la ilusión Rafael Nadal en cada momento de su vida?

–Fácil no hay nada en esta vida. Tienes que estar involucrado y tener pasión por todo lo que haces, trabajar diariamente con ilusión por mejorar y con un objetivo. Sin motivación es imposible avanzar en un trabajo, aunque para mí no es trabajo lo que hago… La ilusión por mejorar, por saber que tengo gente al lado muy buena, me obliga a renovarme. Con el paso de los años, algo vas perdiendo, lo que a la vez te obliga a renovarte para mantenerte o seguir mejorando.

–¿Cómo se ve dentro de 15 años?

–Veo complicado moverme de Mallorca, aquí tengo la gente que quiero, con la que me siento cómodo. Me siento afortunado por ser de donde soy. Estamos en un lugar tranquilo, bonito, el clima es buenísimo y, además, aquí tengo algo que no hay en las grandes ciudades: tiempo. Aquí tienes la facilidad de poder hacer varias cosas durante el día. Aparte, tengo mi fundación, que está creciendo y es parte importante de mi futuro y me ilusiona mucho. A nivel empresarial, llevo años preparando mi porvenire, y un ejemplo es mi academia, parte fundamental ya del hoy pero también de mi mañana. Este centro tiene diferentes unidades de negocio en algo que me apasiona, el deporte en general. La lógica me dice que voy a tener cosas que hacer siempre. Por haber tenido la carrera que he tenido, irán saliendo cositas para entretenerme… Si no hubiese tenido estas oportunidades, seguro que habría estudiado, pero habría terminado trabajando en algo relacionado con el deporte, que es mi pasión.

–¿Es vulnerable a los comentarios periodísticos?

–No soy de grandes halagos ni de grandes críticas. Solo debes ser criticado cuando tienes un comportamiento malo, faltas al respeto, das mal ejemplo… Cuando haces todo lo que puedes, te pueden decir que eres malo, que estás en las últimas, que estás jugando mal… Y todo se acepta. A veces sí te encuentras artículos fuera de lugar y, cuando pasa esto y se va a algo más personal, sí podemos llegar a pedir alguna aclaración. Se pueden escribir cosas que son medias verdades o que no son la realidad. Hace un tiempo leí que era el jugador de arriba que menos había estado en la Copa Davis. Claramente, quien lo escribió quería hacer daño, pero sin hacer referencia a que soy de los de arriba el que más veces se ha lesionado…

–¿Fue especial su oro de Río?

–Los Juegos Olímpicos son diferentes, son únicos, cada cuatro años… Es la cita más complicada de ganar. Yo solo he podido acudir a dos, en Londres me lesioné y en el 2004, en Atenas, era muy jovencito. En Río me hizo una ilusión especial por venir de dónde venía: tres semanas antes no sabía si podría participar. Para mí era todo muy estresante por el hecho de que volvía a ser abanderado y en el 2012 una lesión finalmente me lo impidió. Se me hacía una montaña renunciar otra vez a ser abanderado, algo que me hacía mucha ilusión. Sabía que no iba a estar bien preparado, con dolor en la muñeca... Aparte, compartí los Juegos con el resto del equipo olímpico y la medalla de oro la gané con uno de mis mejores amigos del circuito, Marc López. Ganar un oro es algo único, pero el hecho de compartirla con un gran amigo es especial, muy especial... Sabía que era de las últimas oportunidades de hacer algo que a mí me quedara y me ilusionara. Sabía que, durante el resto del año, iba a penalizarme una lesión de dos o tres meses a mitad de temporada, perdiendo forma… Forcé para jugar los juegos, disputé después el Abierto de Estados Unidos, luego me fui a la India a jugar la Copa Davis y nunca tendría que haber ido… porque me dolía la mano, igual que en Pekín y Shanghái, y a partir de ahí dije: «Paro».

–Este año promete... y mucho.

–Mis años óptimos han sido todos. Por ejemplo, el pasado lo era hasta que llegó Madrid y me lesioné en la mano. Hasta entonces estaba jugando muy bien en tierra. Pero las semifinales de Madrid ya jugué anestesiado y a partir de ahí se complicó todo. Roland Garros no debí jugarlo porque pasé de haber estado lesionado tres semanas o un mes a estar tres meses. Pero es que Roland Garros es especial, no sabes las oportunidades que te quedan de estar ahí, no para ganar, sino para competir bien. Hice lo que sentía e intuía en el momento. Es difícil pensar con la cabeza cuando el corazón te pide otra cosa y lo desea con fuerza. No tuve la cabeza suficientemente fría para renunciar a Roland Garros. Jugué, empecé ganando, pero el segundo partido jugué con la mano infiltrada. Muchas veces había jugado así, me había salido bien y había ganado, aunque nunca en la mano. Esa solución te hace perder sensibilidad en algo tan importante en el tenis como es la mano, inconscientemente empiezas a modificar gestos y la mano amanece al día siguiente como una bola. Me arrepiento.

–¿Hay algo que falte en su palmarés deportivo?

–Nunca deseé tanto como he conseguido. Mi ilusión era hacer lo que me gustaba, jugar al tenis... Luego he ido consiguiendo cosas y lo que me preocupa y gusta es poder competir bien. Al final me encanta la competición, me divierte, disfruto. La adrenalina que te da competir es muy difícil de encontrar en otras facetas de la vida. Es algo único. Claro que me gustaría ganar Roland Garros dentro de unas semanas, para mí sería increíble, pero hoy por hoy no me lo planteo mucho. Cuando llegue el momento, ya veré cómo estoy. A estas alturas de mi carrera lo que me ilusiona es el día a día y poder vivir sensaciones. Esta parte del año es muy emocional, desde Montecarlo hasta Roland Garros. Son torneos históricos en el circuito. Mi sensación cada día que compito en ellos es única.

–¿Algún consejo para los jóvenes?

–Que se diviertan. Hoy todo está demasiado profesionalizado y es demasiado serio. Yo tengo aquí la academia y, evidentemente, se tienen que hacer las cosas bien. Quiero que los chicos que vengan estudien, lógicamente, que entrenen física y tenísticamente al más alto nivel, pero también que se diviertan haciendo otras cosas y practicando otros deportes. Los jóvenes no tienen que estar centrados solo en una actividad cuando tienen edades comprendidas entre los 8 y los 12 años. Evidentemente, en la pista, hay que esforzarse al máximo. Después, pasarlo bien, lo que debe hacer cualquier chico de esa edad... Recuerdo que con 12 años me decían, después de un partido, que tenía que hacer 10 minutos de carrera continua para soltar las piernas. Yo obedecía pero pensaba: «¿Para qué?». Lo entiendo en un profesional pero no en un chaval. Con 12 años, disfruta de tus aficiones pero desde la responsabilidad.