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‘Van der Magro’: el gregario que lo veía todo claro

Hace ya cinco años que se marchó Jesús Rodríguez Magro (1960-2018), que fue el gregario de todos los gregarios en los maravillosos años ochenta y noventa. Perico lo llamaba ‘Van der Magro’. 

Fue en el mes de septiembre de 2018.

Se acababa el verano y un día, sin saber por qué, se empezó a encontrar mal.

Parecía sólo un dolor de estómago.

Fue a urgencias y volvió a casa por su propio pie.

Pero al día siguiente vino el fatal desenlace y el 19 de septiembre de 2018, sin tiempo para despedirnos de él, Jesús Rodríguez Magro, se despedía de nosotros por culpa de un ataque al corazón.

Tenía 58 años y vivía donde tenía que vivir: en Alcalá de Henares

Unas semanas antes, Perico le había reunido a él en Segovia y a los que le ayudaron a ganar el Tour del 88.

Y a Omar Hernández (que vino desde Colombia). Y a Herminio. Y a Arroyo. Y a Julián Gorospe. Y a Indurain. Y a Lukin.

Y Jesús Rodríguez Magro (que lideraba las palabras) no dijo que se encontrase mal.

Sólo decía que tenía que adelgazar y dejar de fumar, según nos contó Carlos Arribas en su artículo de EL PAÍS.

Pero nada que no se pudiese lograr con un poco más de fuerza de voluntad.

Por lo demás, fue el de siempre.

En la tertulia. En la comida. En su hábitat.

Lideraba el club ciclista Magro en su ciudad, qué mejor sitio para que él explicase que, en realidad, no hay más misterio, que se corre como se vive.

Su palabra impartía justicia, porque la historia le daba la razón al recordar a  aquel ciclista, que no abultaba nada, y al que, sin embargo, Perico Delgado, su jefe de filas, llamaba ‘Van der Magro’.

Porque, como recordó un comentario en redes sociales el día que murió:

-Las conexiones de TVE con el Tour 1988 recuerdo que empezaban con este hombre tirando del grupo, impagable el trabajo que desarrollaba en favor de Perico.

Y añadía:

-Hoy en día, sería la encarnación de Erviti por poner un ejemplo. DEP.

Y Rodríguez Magro (que apenas medía 1,65) estaba en las antípodas de Erviti. Pero es que no hay un retrato único de gregario en el mundo como nos explicará siempre el recuerdo de ‘Van der Magro’, uno de los ejecutores de la ideología de Echavarri.

Es más, Echavarri ponía las palabras y Magro la alegría.

-Te contagiaba optimismo -recordó Perico el día de su muerte-. Veía solución a todos los problemas.

Por eso se hizo célebre en aquellos años su nombre que escuchábamos a los narradores de televisión de la época: Ángel María de Pablos, Emilio Tamargo, Pedro González, incluso.

Perico empezaba con Jesús Rodríguez Magro.

Sobre todo, en aquel Tour de 1988 que hoy descansa en el recuerdo, en las hemerotecas y en los soleados vídeos de aquel mes de julio como luego, en el verano de 1991, cuando apareció Induráin.

Y Magro todavía estaba ahí.

Y seguía teniendo las llaves de la casa.

Y ahora Van der Magro tendría 63 años y el descanso más que merecido.

Seguramente, estaría a las puertas de la jubilación y seguiría respirando ciclismo y continuaría explicando que él sólo fue uno más, que el pasado ya pasó y que, bueno, cada uno hace lo que puede en la vida.

Pero Jesús Rodríguez Magro fue mucho como nos recuerda hoy su patria,  Alcalá de Henares, donde existe una gran escultura (a la entrada del barrio de los Reyes Católicos) que lo recuerda orgulloso.

Y recuerda a un ciclista que, a pesar de ser un muy buen escalador y de estar al nivel de Perico Delgado en juveniles, no ganó prácticamente nada más allá de una Vuelta a Asturias y una subida a Urkiola (veo en su palmarés).

Pero ‘Van der Magro’ fue mucho más que eso, fue más allá en aquel ciclismo de los ochenta y noventa en los que recorrió media geografía (Zor, Teka, Reynolds y Banesto) y no se arrepintió de nada.

Quizá por eso en el viaje fue imposible encontrar a alguien que no hablase con cariñó de Jesús Rodríguez Magro.

Y por eso hay recuerdos tan necesarios como el suyo.

Recuerdos que nos hacen mejores personas, recuerdos que te asaltan con una facilidad pasmosa y que te explican que el ciclismo también es de la clase media (no sólo de los ganadores).

Allá donde este, le imaginamos como siempre hablando de ciclismo, poniendo voz a las conversaciones y explicando que se podía ser tan feliz dando un paseo por Alcalá de Henares como en los maravillosos Campos Elíseos de París.

La vida, en fin.

 

 

 


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