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“Sigo cotizando a los 75 años, porque con 1.000 euros de pensión no te da”

Javier Mínguez es uno de esos mitos del ciclismo en el que lo fue todo. Le dio tiempo hasta para ganar el Mundial como director. Ahora, a los 75 años, sigue trabajando en su negocio.

 

No sólo es su currículum que cada día amanece en la wikipedia. También fue su manera de ser que siempre transmitió alegría, energía positiva. Una forma de ser que respalda hoy a Javier Mínguez que, a los 75 años, conserva salud y ánimo para seguir trabajando en el mundo de los seguros. “Me permite relacionarme, buscar gente”, explica.

Se conserva como un chaval.
La vida pasa para todos igual. No me voy a quejar pero eso de chaval ojalá. Acabo de dar un paseo en bicicleta. De salud no podemos llorar. Hago vida normal. Salir en bicicleta es un lujo a mi edad.

Está jubilado.
No, no. Sigo cotizando porque si te jubilas no comes.

¿Come tanto?
No, pero si te quedas  con 1.000 euros… ¿Qué puedes hacer con eso? Tienes que tener la hucha llena y yo he sido del día a día. Siempre he pensado que el dinero tenía que ser como los ajos. Al año debía caducar.

¿En qué trabaja?
Tengo una correduria de seguros. Tuve un amigo que me recordó aquel proverbio chino: “si quieres que un hombre no se muera de hambre dale un bocadillo, pero si quieres quitarle el hambre dale una caña de pescar”. Y ahí llevo desde el 93. Ahora somos seis personas. No tengo un horario fijo y me gusta esto. Me permite relacionarme, buscar gente.

Siempre lo compaginó con el ciclismo.
Tengo un socio a nivel comercial, sí, y la verdad es que empezamos con cero pólizas poniendo dinero de nuestro bolsillo. De una en una fuimos sumando hasta hacer una cartera de clientes. Y por suerte este es un mercado regular: tu coche y tu casa debes tenerlos asegurados sí o sí.

Estoy hablando de seguros con usted que es un mito del ciclismo.
No creo. Un mito no. He sido uno de los que estaba cuando el ciclismo despegó. Tuve la suerte de tener buenos momentos y de ser feliz.

¿Y eso no fue lo más importante?
Sí,  seguro que sí.  Yo fui un privilegiado.  Tenía un instinto que me tiraba y aterricé de director por casualidad porque llegó un día en Segovia en el año 73 en el que José Luis me dice que suba al piso de arriba que me están esperando los ciclistas. Yo le pregunto por qué y me contesta, ‘porque vas a ser el director’. Y así empecé yo. En el Novostil. Yo empecé en el Novostil en el año 73.

Y llegó muy lejos.
Tuve suerte. En 1980 gané la Vuelta con Rupérez.  En el 86 con  Álvaro Pino. Hicimos cosas buenas en el ZOR, sí. Pero, sobre todo, formé parte de un mundo en plena efervescencia.  Acababa de terminar el KAS, que parecía que se acababa el mundo, y el ciclismo volvió a resurgir con más fuerza si cabe.

José María García hizo mucho
Muchísimo. Al compás de García resurgió todo. Primero,  en la radio y luego en televisión. Fue una época maravillosa. Había alegría.  Sobre todo eso. Los ciclistas eran muy importantes  en el mundo rural. La vida era fútbol y ciclismo durante la Vuelta a España. Pero ahora todo está repartido entre muchos más deportes.

En aquel ciclismo fue usted una de las referencias.
Algo había dentro de mí para ser director. Es lo que le he dicho antes. Hice una vida de ello hasta el 93 cuando explotó la guerra del Golfo. Nos quedamos sin patrocinador porque el patrocinador, Seguros Amaya, era de Kuwait.  Pero entonces Banesto, que había ganado tres Tours, me llamó en el último minuto a mí  y a siete ciclistas. Echavarri habló conmigo. Los dos últimos Tour que gana Indurain (94 y 95) yo estaba en Banesto.

¿Y cómo era Indurain?
Era y es un señor como persona y como corredor. Tenía una cercanía muy natural. Un hombre que no fuerza las cosas,  muy equilibrado.  Si tú le escuchas hablar es parco en palabras. Yo veía lo mismo por fuera. Creía que era Superman y comprobé que era humano. Tenía poderío físico, sí. Pero había días que le dolían las piernas.

De todos los ciclistas que tuvo ¿con quién se queda?
Hay dos que me marcaron: la muerte de Alberto Fernández y Antonio Martín. Luego, para gustos los colores. Le diría que Rupérez era el mas disciplinado que he tenido. Pero quizás Antonio Martín era el más talentoso de todos hasta aquel 12 de febrero del 94. Un accidente. Le mató un coche. Y eso no se olvida nunca.

Han pasado 30 años.
Ahora es otra vida. Otro ciclismo. Pero es que antes las etapas eran de  230 km y ahora son 140. Van más deprisa y tienen números espectaculares. Pero cuando acaban ahora entonces aún les quedaban 100 km. A partir de ahí las comparaciones son innecesarias. Los que eran buenos antes también lo serían ahora.

Y de ahora ¿con quién se queda?
El más completo es Pogacar. Pero en el Tour ha encontrado a Vingegaard. Un rival duro de pelar. Pero yo siempre le hablaría de Van Aert y de Van del Poel. Es verdad que en el Tour Van Aert aparece y Van der Poel desaparece en la montaña. Pero a mí son dos ciclistas que me fascinan.

¿Y Ayuso y Carlos Rodríguez?
La suerte es tenerlos una vez que se retiró Valverde. No tenerlos sería el problema. Pero no los tengo dentro de mi equipo y no sé como administrarlos. No los conozco hasta ese punto. A Carlos sí le hemos visto en el Tour y ha sido quinto. Ayuso ha hecho dos grandes Vueltas y, por fin, debutará en el Tour. Y, si no se caen y tienen salud, habrá que ver hasta dónde pueden llegar.

El Tour nunca fue su carrera.
No tenía el ciclista adecuado para esa carrera. No lo tuve nunca. Lo máximo que he tenido es entre los diez primeros. Pero ganar etapas es muy difícil y pudimos ganarlas con Cubino en Luz Ardiden, con Etxabe en Alpe d’huez, con Murguialday en Pau. Pero la general es otra historia. Hay 22 equipos y solo la pelean dos como el último año Poogacar y Vingegaard.


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