Inicio Noticias “Gracias, hijo. Te agradezco lo que me estás permitiendo vivir”

“Gracias, hijo. Te agradezco lo que me estás permitiendo vivir”

Siempre se habla de lo que los padres hacen por los hijos y casi nunca de lo que los hijos hacen por los padres. Con Javier Murguialday es justo al revés al hablar de su hijo Jokin. Y lleva razón. El futuro siempre es más interesante que el pasado.

 

Lo dicho. Esta idea nos permitiría escribir hasta un libro en el que siempre debería aparecer gente como Javier Murguialday al hablar de su hijo (de Jokin, en este caso).

Hace poco tuve la fortuna de hablar con el padre y, desde la naturalidad, me regaló mucho sentido común.

Hoy quería compartirlo con esos padres que, por la razón que sea, nunca han sido capaces de decir esta frase (ni la han pensado siquiera):

-Le agradezco a mi hijo todo lo que me está permitiendo vivir -dijo Javier.

Su hijo ya os he dicho que es Jokin Murguialday.  Un muchacho de 22 años que lleva dos de ciclista profesional en Caja Rural y que, efectivamente, le está permitiendo revivir a su padre (más allá del estrés de las clasificaciones) sensaciones que reviven su juventud.

Y, si no se valora eso, no se valora nada en la vida.

Os recuerdo que Javier Murguialday fue un muy buen ciclista en la década de los noventa.

Un hombre que llegó a ganar una etapa en el Tour de Francia del 92, en un territorio sagrado (nada menos que en Pau) frente a un rival (Richard Virenque) que nunca se podrá olvidar. Olvidarse de él, para bien o para mal, sería un pecado.

La cosa es que, después de retirarse de ciclista, Murguialday ha llevado una vida sacrificada.

Ha tenido que trabajar hasta diez años de taxista en Vitoria, a razón de doce horas diarias. Pero hoy, a los 60 años, empieza a intuir la jubilación: la merecida jubilación desde un escenario que él hubiese firmado siempre.

“Siento orgullo al ver a mi hijo”, explica. “Sé que tiene cualidades. Pero aún debe llegar al sitio en el que sepan sacarle jugo”.

A partir de ahí no se atreve a desafiar al futuro porque no hace falta poner en riesgo a la humildad.

-No sé si llegará. Pero yo siempre le agradeceré todo lo que me ha hecho vivir. He disfrutado de él desde que era niño. Siempre ha estado en la pelea y siempre ha tenido claro lo que quería.

Al final, lo mejor que pueden hacer los padres es hablar de los hijos. “Yo apuesto a que sí llegará”, intuye. “Esa la ilusión de padre. Tiene buen potencial, buen chasis y buena máquina. Hace falta que la sepa engrasar bien. Si la gane yo que tenía peores cualidades que él… Él mide 1,73 y pesa 57 kilos. Es el prototipo de ciclista escalador. Hay que creer en él y yo creo en él. Se lo digo a todo el mundo”.

La cosa es que el padre nunca fue un líder. “Me faltó muy poco”, admite. “Esa es la realidad. Un año en la Vuelta a España en el 89 tuve que darle una rueda a Anselmo Fuerte y perdí diez minutos. Otros años estaba para ganar y tuve que trabajar para el equipo. Pero yo no tenía un espíritu rebelde. Creo que en general era bastante dócil”.

¿Y eso es inteligente? ¿se lo recomienda ahora a su hijo? -le pregunté.

-Depende -contestó-. Pero a veces hay que rebelarse. No siempre, pero hay momentos en los que sí. Hay que exigir para ti mismo y yo creo que no supe hacerlo. Hubo momentos en los que Mínguez me quería dar más peso pero las circunstancias también lo impidieron. Pero no hubo suerte. No tuve esa suerte.

 

 

 


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