Inicio Noticias “Echavarri se equivocó conmigo, pero lo hizo sin mala intención”

“Echavarri se equivocó conmigo, pero lo hizo sin mala intención”

Santi Blanco es hoy un hombre de 49 años que es feliz en Salamanca donde vive con su mujer y su hija y donde recuerda aquella frase de Echavarri que le invitó a la gloria: “El Tour del 2000 será Blanco”, dijo. 

Pudo tener más suerte. Pero él no protesta. Fue un ciclista feliz y hoy es un hombre feliz en Salamanca, donde la ambición ya no le molesta. “Me dedico a mi mujer y a mi hija”. El ciclismo le facilitó el resto de su vida. Y, aunque no cumplió todas las expectativas, no reprocha ni una coma al pasado: “Yo puse todo de mi parte hasta que tuve que retirarme”.

Echavarri dijo “el Tour del 2000 será Blanco”. 
Eso dijo pero luego no se cumplió.

¿Y por qué?
No llegué a las expectativas que había creado. Hice un top ten en Vueltas grandes. Pero para poder ganar no estaba. Eso quedaba para elegidos y yo no era uno de ellos. Echavarri lo dijo con toda la buena intención, pero esa vez se equivocó.

¿Fue una decepción?
Si no hubiese entrenado te diría que sí. Pero yo puse todo de mi parte hasta que me retiré por un problema que no tenía solución. Me veía entero. Tenía solo 30 años y la gente me decía ‘pero por qué’. Pero yo tenía una endofibrosis múltiple en la pierna. La arteria se estrechaba y a los compañeros, que se habían operado, luego, se les reproducía.

Chaba Jiménez fue la otra gran promesa de esa época.
Mi mejor amigo. Junto con Chente García Acosta. Todavía se me pone la carne de gallina cuando escucho su nombre, cuando se celebra el aniversario de su muerte o cuando llega la fecha de su cumpleaños.

¿Y qué recuerda?
Siempre intento quedarme con lo bueno, tanto dentro como fuera de la bicicleta. Pero, sobre todo, me acuerdo de las comidas en su restaurante con la señora Antonia; de los viajes en los que compartíamos habitación y de una persona alegre que siempre veía la parte positiva. Recuerdo una Vuelta al País Vasco en la que íbamos de favoritos. Entraron 50 delante de nosotros. Nos echaron una bronca tremenda y en la habitación me decía ‘tu tranquilo, ya estaremos delante otro día’, porque él era así.

¿Y no pudo ayudarle cuando vino la pesadilla?
Yo cambié de equipo y desconocía el mundo en el que se metió de las fiestas y de todo lo que las rodea. Chaba era un mano rota. El que siempre pagaba cuando te ibas de cañas. La gente se aprovechó de él y ya no es que no le ayudasen, sino que no le llevasen a peor. Y fue imposible de evitar.

¿Y usted no pudo hacer nada más?
Me he hecho esa pregunta muchas veces. No lo sé. Pero, al menos, no le incité a destrozarse aún más de lo que estaba.

¿Cuál fue la última vez que le vio con vida?
Fue en Madrid en una clínica de Arturo Soria. Le dejaron salir y estuvimos tomando algo: yo una coca cola y él un café. Hablaba, me contaba cosas duras, había engordado mucho, ya sabíamos que no podría volver a correr y lo llevaba mal, porque decía que no le veía salida.

¿Y usted que le decía?
Hay que luchar. Queda mucha vida por delante. Le decía que él sabía lo que era luchar encima de la bici y que ahora le tocaba hacerlo fuera. Recuerdo que me escuchaba sereno. Pero luego se quedaba solo en su habitación y allí es donde empezaba la pesadilla.

¿Le apetece recordar?
Sí, porque es parte de mi vida. Chaba era de los pocos que te decía en la habitación, ‘Blanco, hoy gano’ y tenía un porcentaje del 70% de acierto. Chaba era genio y figura. Recuerdo que en el 95 preparábamos el Mundial de Colombia en Colorado donde hizo una gran carrera. Un día entrenando yo ya iba en la furgoneta y él iba en bici junto a Induráin. Había un repecho a cinco kilómetros del hotel en el que reventó a Miguel después de 265 kilómetros a 35 por hora de media. Cuando nos bajamos de la furgoneta vemos a Miguel protestando, ‘no hay quien le siga’.

¿Cómo se enteró de su muerte?
Nunca se me olvida. Estaba en Béjar en casa de un amigo. Me llamó Chente para decírmelo. No me lo esperaba. No pensaba que había llegado a tal extremo. Siempre tenía la esperanza de que volviese. Apagué el teléfono, Miré al cielo con la mirada perdida. Luego, cogí el coche y me fui para El Barraco preguntándome por qué. La última vez que había estado ahí fue cuando se casó. Yo le quería como un hermano.

Chente fue el único de ustedes tres que ganó una etapa en el Tour. 
Y en la Vuelta un día después de que yo ganase en la Covatilla. Pero si hablamos de constancia Chente fue el mejor en eso. Todo lo contrario que Chaba al que no le obsesionaba ganar. Yo le comparaba con Romario. Recuerdo el año que hicimos podio en la Vuelta a Asturias los dos detrás de Jalabert. Teníamos las risas, teníamos el vacile. Chaba era así. Me emociona recordarlo.

¿Y a qué se dedica usted ahora?
Ahora, me dedico a la familia, a mi mujer y a mi hija de once años. El ciclismo me facilitó la vida. Vivo en Salamanca en el centro. Estoy feliz. Cuando llega la temporada voy a la Vuelta a España. Cuando dejé de correr me llamaron para ir y dije que no. Estaba cansado. Pero ahora, si me lo quitases, lo echaría en falta.

¿Habla con Echavarri?
Tengo su teléfono, pero no muy a menudo. Esa es la verdad. Sí le vi este último año con su mujer en la etapa de la Vuelta que salió de Pamplona. Le vi bien y me dio buena impresión. Yo estaba trabajando y le pregunté por la familia. Estuvo tan afectuoso como siempre. Siempre le agradeceré que apostase por mí.

 


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