A los 31 años, ya es un ciclista más, lejos de su prestigioso y popular pasado. Pero nos está ofreciendo la posibilidad de conocerle mejor.
Julian Alaphilippe ya nunca ganará el Tour de Francia.
Pero no pasa nada.
No es ningún drama: ya tuvo tiempo para asimilarlo.
Ya no estamos en 2019 cuando se convirtió en el gran favorito a falta de una semana.
Al final, fue quinto pero fue bonito mientras duró.
Nadie olvidará aquel año, cuando ganó en Epernay, en especial en Francia, desde Bernard Hinault en 1985 ningún ciclista francés gana el Tour.
Muchos años.
Hoy, tiene 31 años y, a pesar de su currículum, a pesar de haber sido dos veces campeón del mundo, es un ciclista que no deja de intentarlo.
Es un ejemplo. Ponga un Alaphilippe en su vida.
Le verás intentarlo. No quejarse.
Un personaje como él (que lo fue todo en un Tour) nos recuerda que la derrota es más humana.
Es una forma de ser.
“He logrado más de lo que habría imaginado. Estoy orgulloso”, dijo tras decir adiós al liderato en el Tour de 2019.
Demostró al mundo que, con tan solo 27 años, podía estar ahí. Con valentía y sacrificio hizo vibrar a mucha gente desde detrás de las pantallas, compitiendo con los mejores y dejando su sello, sabedor de que si seguía a ese nivel, antes o después le llegaría el éxito.
Las palabras no se tradujeron en hechos en el Tour. En 2020, tras el fallecimiento de su padre, no consiguió hacer un buen papel en el Tour.
Y desde entonces no ha habido manera.
Ni en 2021 ni en 2022, dónde ni siquiera corrió debido a una lesión.
Ahora, ve como el tiempo no se para ante nadie. Pero él no deja de intentarlo. Y por eso nos solidarizarmos aún más con él.
Es admirable verle ahí un día tras otro lo consiga o no.
Lo importante es que no desiste y, como se ha demostrado con el ciclismo español, el que la sigue la consigue.
