El pasado miércoles, los tres puntos conseguidos en el Camp Nou por el Barça y la derrota del Real Madrid, colocándose tercero en la clasificación, nos dejó a todos los culés con un sabor muy agridulce. Parecía una noche tranquila en Barcelona, era la primera vez que Luís Enrique volvía a su casa después de su paso como jugador y había un ambiente de homenaje sin mucha presión a pesar de la apretada Liga de este año.

Todo iba bien hasta el minuto 22 de la primera parte. Nadie se imaginaba que en ese momento Víctor se estaba despidiendo del Barça para siempre. Estamos hablando del mejor portero de este club y a la vez, del jugador más infravalorado de la historia que hemos tenido el lujo de disfrutar cada fin de semana en el Camp Nou. No se merece en absoluto acabar de esta manera. El destino ha querido que se fuera de la misma forma que siempre ha permanecido en el equipo, sin hacer ruido, sin recibir elogios y sin ser tratado como el mejor portero de la última década. El Barça se va a dar cuenta antes de tiempo de lo que ha perdido y de lo difícil que es conseguir lo que Valdés ha aportado durante tantos años a este club: seguridad y confianza. Desde aquí mis mejores deseos para Víctor y mucha suerte adonde quiera que vaya.