Cinco o seis horas con Busquets

Busquets durante el entrenamientos de este sábado

Busquets durante el entrenamientos de este sábado / FCB

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Supongo que, tal y como le ha ido en el Barça, ‘Busi’ solo hablaría maravillas del club ¿no? Muchos cracks deberían tener un video de Nadal en casa y ponérselo para tomar ejemplo. Hay tan tensión, tanta preocupación, tanta inquietud, tanta incertidumbre, tanto paro y, sobre todo, tanto desconocimiento, descontrol e inexperiencia que a uno le cuesta bastante tomarse en serio algunas cosas del deporte, del fútbol y/o del Barça, que me temo es lo que les interesa a ustedes.

Antes de ponerme a escribir sobre ‘mis cosas’, que acaban siendo las suyas si es que me premia con llegar al final de estos 3.830 caracteres, no dejo de pensar en esos señores que nos gobiernan que han decidido cerrar bares y restaurantes hasta final de mes, suponiendo que saben lo que hacen, pero es que son ¡los mismos! que hace cuatro días pregonaron que iban a abrir las discotecas.

Ese no saber qué pensar o, peor aún, costarte horrores hacerte a la idea de que lo que estás oyendo, viendo y temiendo va a ocurrir, es lo que me deja perplejo cuando veo las pocas ganas que tiene la actual directiva del Barça (esto empieza ya a no ser una batalla personal de Josep María Bartomeu, pues han empezado a aparecer los vicepresidentes) de que se vote la moción de censura, aquella que, según algunos de ellos, estaba plagada de firmas falsas. Miren, todo, todo, todo lo que sabemos de la gente que no le gusta que se vote, o que impide que se vote, o que retrasa las votaciones (no ya los electorales, que también), que no quiere que se ejerza, de cualquier manera, el derecho a votar, es que son malos y acabarán mal.

No querer que se vote jamás ha sido buena señal. Perdón, ha sido la peor señal de todas. Ocultar siempre ha sido malo, por eso ardo en deseos de sentarme ante el televisor y oir las “cinco o seis horas” que nos prometió Sergio Busquets que se pasaría hablando del Barça. Bueno, dijo “podría pasarme”, lo cual significa que nunca lo hará. Jamás lo hacen. O, si lo hacen, como uno que yo me sé, luego se arrepienten y pronto, cuando marque un gol, se besará el escudo. Pero solo espero que ‘Busi’, cuyo anuncio fue más amenazante que otra cosa (es evidente que, por la forma que lo dijo, nada bonito iba a salir de su boca), se pase cinco (o seis) horas agradeciéndole al Barça todo lo que le ha ayudado para que se convirtiese en futbolista, famoso, popular, campeón, millonario y feliz. Digo, ¿o se va a pasar cinco (o seis) horas vomitando sobre el Barça, que lo ha convertido en uno de los ‘magníficos’?

No estaría mal que buena parte de los deportistas de élite españoles (y extranjeros) tuviesen uno, dos o tres videos de Rafa Nadal en su casa y se los pusiesen de vez en cuando. Aprenderían mucho. Aún recuerdo, aquella vez, en mayo del 2006, recién ganado su segundo Roland Garros, cuando me citó en el Club de Tenis Municipal de Manacor. Llegué a las ocho de la mañana. Como él, que venía en el pequeño Suzuki de Rafa Maymó, su asistente. La instalación estaba cerrada. No había nadie. Nadie. Los vi y me hicieron una señal para que los siguiese hasta la tapia. “Hay que saltar”. ¿Perdón?, que hay que saltar. “No abren hasta las 9”. Hay que saltar, sí. Y lanzaron sus bolsas por la tapia, se encaramaron a ella y brincaron. Y yo, detrás. Y, poco después, ya estaban entrenándose.

Yo esperé en el bar. Tampoco había nadie. Luego, llegaría el tío Toni. Y, cuando ya hacía un montón de rato que había concluido el entrenamiento, me impacienté porque Nadal no llegada al bar. “Puede que aún siga en la pista”, me dijo Toni. Y fui. Y, sí, seguía en la pista. Pero no entrenándose, no, sino pasando la redecilla, arrastrando aquel artilugio para dejar la pista tal y como estaba cuando él había entrenado. “Su tío le enseñó de niño que debe dejar la pista como se la encuentra al llegar”, me dijo un empleado del club. ¿Perdón? ¡Ya tenía dos Roland Garros! ¡Hacía tres semanas había ganado a Roger Federer en la final por 1-6, 6-1, 6-4 y 7-6 (4)! Y allí estaba, arrastrando la redecilla, dejando impecable la pista. Como se la había encontrado.