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“Perico Delgado me ha generado el síndrome de la impostora”

Detrás de las emociones siempre hay un periodista. En este caso, Ainara Hernando. Una mujer del País Vasco especializada en poner palabras al ciclismo que se ha atrevido a escribir el libro que Perico Delgado no olvidará nunca. 

 

Su literatura es la responsable de gestionar las emociones de Perico Delgado. El resultado ha sido un libro, ‘La soledad de Perico’, que deja el listón muy alto. Quizá porque, gracias a su padre, Ainara creció rodeada de bicicletas y se enamoró del ciclismo en aquellas ofrendas florales a la Virgen de Dorleta a principio de temporada.

Dice que hace dos entrevistas por día.
Y Perico tres, que al final es el máximo protagonista.

Pero la culpable de que haya salido bien es usted.
No sé. Yo lo he escrito, pero la revisión final es suya. Todo ha pasado por sus ojos. Incluso, hay pequeños relatos que son suyos. Al final, es un libro en primera persona, muy de sensaciones que solo ha vivido él. Por eso se llama ‘La soledad de Perico’.

¿Y cómo se escribe en nombre de otro?
Es difícil. Al principio me daba respeto: te metes en la vida de otra persona, en su vida, en su cuerpo. Le diría más. Me he metido en la piel de un hombre que fue ciclista cuando yo ni siquiera existía. Por eso me generaba el síndrome de la impostora. Siempre he pensado que hay periodistas que están jubilados que hubieran sido más indicados.

Pero Perico le llamó a usted.
Al final, he ido con él de la mano, sí. Me iba diciendo. Me ayudaba a coger confianza. Me inspiraba a trabajar duro, porque, al final, el trabajo es el único misterio. Y a base de echarle muchas horas, a golpe de comidas, de cenas, de charlas.., que han sido nuestros entrenamientos, hemos contado cosas como que en su época los ciclistas aún se hacían la colada.

Habrá tenido que resumir mucho.
Hay muchas horas, pero como el libro tiene tanto de volver a la infancia no se crea. Por ejemplo, recuerdo cuando me contó la primera vez que salió de Segovia. Fue para ir a Madrid con sus padres en un festivo y le impresionó las escaleras mecánicas de ‘El Corte Inglés’. Y cuando se lo envié me dijo: ‘esto es para desarrollarlo más’ de lo que le había impresionado algo que para mí es tan normal. Pero, claro, yo soy de otra generación.

¿Qué años tiene usted?
35

Podría ser su hija.
Yo nací en el 87. No le he visto ni correr. Sólo sé lo que me contaba mi padre, que es protésico dental y que era cicloturista y que se acordaba, sobre todo, de la Vuelta del 85 en la etapa de Robert Millar. Mi padre entonces tenía una Orbea como la de Perico que luego yo veía por casa.

Entonces el principio de todo está en una bici.
No. El principio está en mi padre, que  fue el que me llevaba a ver a la patrona de los ciclistas que es la Virgen de Dorleta, entre Alava y Guipüzcoa. Yo siempre recuerdo ir a hacer esa ofrenda floral a principio de temporada.

Sólo le ha faltado ser ciclista de elite.
Pero mi madre dijo no. La mujer tenía mucho miedo y yo tampoco insistí mucho. Quizá porque siempre tuve claro que quería estudiar periodismo para escribir de ciclismo.

Y a eso dedica.
Desde los 21 años cuando empecé en la revista ‘Ciclismo a fondo’.

Hace 14 años.
La gente me preguntaba entonces si era hermana o novia de algún ciclista. Pero por fortuna esto está cambiando y ya no se mira con tanta extrañeza a una mujer.

¿Qué le ha dado el ciclismo?
Es una pregunta muy amplia. Me ha permitido viajar, aprender idiomas, conocer lugares del mundo, vivir lo que quería vivir… Cuando yo llegué a la revista y empecé estaba la generación de oro del ciclismo con Valverde, Freire, Contador… Era un mundo lleno de oportunidades para un periodista. Yo pude poner palabras a esas emociones.

Escribir también es vocacional.
Ya lo creo. Yo intento hacerlo lo mejor que sé y, sobre todo, emocionarme lo máximo que pueda, entiendo que así puede salir bien. Y he tenido la suerte de conocer a maestros como Josu Garai, Benito Urraburu o Jesús Gómez Peña, que para mí escribe maravillosamente de ciclismo.

¿Y cómo entró Perico en su vida?
Cuando empecé a ser periodista en ‘Ciclismo a fondo’. Le conocí en esa fase. Comencé a viajar y coincidimos en aviones, trenes, eventos, cenas, comidas… Me leía y un día me pidió que escribiese un libro. Y le contesté: ‘pues claro, ¿cómo te voy a decir que no?’

Y le dijo que sí.
Y ha sido toda una experiencia. Incluso, me pidió que escribiese el epílogo. Y reconozco que he acabado muy satisfecha porque me ha resultado emotivo. Mi madre se murió de un cáncer mientras escribía el libro. Quería darle las gracias. Desde que le detectaron la enfermedad hasta que falleció, Perico dejó el libro a un lado. Me llamaba y sólo me preguntaba por mi madre. Yo quería agradecérselo de algún modo.

Buen detalle.
Ya lo creo.

¿Y ahora le quedan ganas de escribir o prefiere montar en bicicleta?
No, vamos a ver, para mí salir en bici es mi tabla de oxígeno. Es el momento de desconectar y descansar. Escribir es otra cosa. Escribir es más difícil. Sobre todo, la documentación. Llega un momento en el que debes parar. Pero te da miedo parar. Y tienes que saber hacerlo. Y confiar en que es el momento para empezar a ponerte a  escribir de una vez.


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