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“El sobrepeso no me impidió ser ciclista profesional”

Marta Vilajosana fue olímpica en Pekín, séptima en un Mundial y llegó a ganar una etapa en el Giro de Italia. Hoy, a los 48 años, recuerda que todo es paciencia. “Todo el mundo llega hasta donde quiere llegar”.

 

En 2001 se fue a Italia, que era la meca del ciclismo. Primero a Toscana y después a Bérgamo. Y allí Marta Vilajosana se dio cuenta de que no era nadie. “Había ganado Copas de España y las veía a todas por detrás. Pero es que Italia era otra historia. De hecho,  hoy todavía van diez años por delante. Yo en Italia llegué a ver talleres de coches especializados solo para coches de ciclismo que viven de esto. Y vas por las autopistas y no dejas de ver coches de ciclismo”.

Ciclismo. Esa es la palabra.
Sí, mi vida es ciclismo. Empecé con 13 años y acabé con 36. Y nada más terminar entré a trabajar en la Federación Catalana. Y, sí, esa ha sido mi vida y es ahora mi vida.

¿Y eso es trabajo?
Sí, porque es de lo que sabes y lo que me ha permitido hacerme maestra entre comillas. Y en el día a día son muchas horas. Cuando entrenaba y competía hacia bastantes menos. Al final, ahora apenas me queda tiempo para salir yo en bicicleta.

No se puede ser ciclista toda la vida
Llega un momento en el que no. Pero lo importante es que se haya disfrutado, que es lo que queda. Ahora, no me volvería a poner un dorsal ni loca. Cuando salgo llego la última a todos los sitios. Lo que sufrí ya fue suficiente. Sí hay algún domingo que hago cuatro o cinco horas con la bicicleta de montaña y 2.000 metros de desnivel en los que me apetece llegar muerta a casa, pegarte un palizón. Pero luego hasta el sábado no vuelvo a salir.

Fueron más de 20 años.
Sí, mucho

¿Y por qué tantos?
Un ciclista no se hace de un día para otro. En el caso de las mujeres, además, es diferente porque comienzas a rendir a partir de los 26 años. Hasta entonces puedes estudiar una o dos carreras. No hay prisa para nada. No te puedes desesperar si no te salen las cosas.

¿Y por qué?
Las chicas tenemos otra anatomía. De los 20 a 23 nuestros cuerpos se preparan para ser madres y ensanchas de caderas. Pero a partir de los 28 empiezas a quedarte fina, de nuevo. Y es cuando puedes volver empezar a rendir. Siempre hay casos excepcionales. Pero lo habitual es eso. Yo cuento mi caso.

Tuvo usted una buena carrera.
Me tuve que ir a Italia como Joane o Dori. Me tuve que buscar la vida. Ahora, sin embargo, no hay que emigrar. Pero yo tuve la suerte en su momento  y pude vivir del ciclismo.

¿Y se vivía bien?
Sobre todo, se vivía de las becas olímpicas el año que fui séptima del Mundial. Y luego el sueldo del equipo ayudaba. Y, mire, cuando me retiré todavía me quedó algo ahorrado para comprarme un coche, un Seat León para ir a trabajar, y para pagarme un Master.  Tenía que reciclarme.  Yo venía de 20 años de correr. Te debes formar en Excel, en Word, en Access…., en otra vida.

¿Cómo fue su primer día frente al ordenador?
Tuve que hacer un curso de Excel avanzado. Reconozco que me costó mucho. Es más, yo quería una silla con pedales frente al ordenador, pero no me la pusieron.

¿Y qué le decían?
No, nada, nada, lo decía en broma. Pero es que estaba tan enganchada a la bicicleta…. Luego, con el tiempo, vas perdiendo esa necesidad entre otras cosas porque sales a correr y ves que no recuperas igual.

Tiene 48 años que no son tantos.
Pero los años buenos pasaron. El último Giro con 36 años ya dije que eso no era para mí. No recuperaba para diez días. Mire, en esa época yo coincidí con Jeannie  Longo que corrió hasta los 50 años y veía que cada año ella ya corría menos. Pero sí iba a una carrera de un día hacía un podio y tú decías, ‘joder’.  Eso sí, ya no la volvías a ver correr hasta dentro de un mes.

Ganó usted una etapa en el Giro de Italia.
Eso es lo más bonito que me pasó en mi vida. El Giro es lo más de lo más. Se da en directo por RAI3. Y recuerdo que fue muy agónica. Llegué con 4 segundos. Pero todo ese esfuerzo valió la pena.

¿Qué aprendió en esos 20 años?
Nadie es ciclista de hoy para mañana. Todo el mundo puede ser bueno en el ciclismo. Sólo se requieren ganas y paciencia. Yo misma tenía buen motor. Pero entre los 20 y 24 años no rasqué bola. Y, en vez de dejarlo, decidí persistir en el intento.

Y todo llega.
Porque es una cosa natural. Ya le he dicho que de los 18 a los 23 años yo tenía sobrepeso. Porque a esa edad el cuerpo se prepara para ser madre. Y la forma de prepararse es retener grasa.  Las caderas ensanchan. Pero no te puedes quedar ahí, sino informarte de porque te pasa. Yo se lo pregunté al médico del CAR y me dijo; ‘tranquila, es natural’.

Y llegó lejos.
Porque todo el mundo llega hasta donde quiere llegar. A los 23 años yo pesaba 67 kilos y cuando gané la etapa del Giro estaba en 57. Cuando venía de Italia mi madre me preguntaba si tenía anorexia. Pero no. Lo que estaba era muy flaca para poder competir. ‘Mama, he perdido grasa pero todo está controlado’, la decía.

Ahora, hay mucha obsesión por el peso.
Muchísima. De demasiado jóvenes. Pero no hay que obsesionarse, sino informarse y preguntar el por qué. Mire al hijo de Félix García Casa. Mire mi propio ejemplo. El sobrepeso no me impidió ser ciclista profesional.

¿Qué es lo más importante que hace ahora por el ciclismo?
Supongo que seguir a los niños y niñas que suben desde infantil. El trabajo de prepararles la ropa, de la logística. Me tiro muchas horas en el almacén. Y sobre todo me siento orgullosa de trabajar con júnior que son los que más asimilan el trabajo y ver como algunos llegan a profesionales.  Eso es impagable.

 


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