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Así se vive la etapa reina del Tour de Francia desde el coche neutral de Shimano

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

Todo el mundo habla de la titánica lucha que están librando Vingegaard y Pogacar, pero en BICIO hemos ido un paso más allá y hemos vivido la etapa reina del Tour de Francia 2023 desde un punto de vista privilegiado.

El pasado domingo 15 de julio nos colamos en uno de los coches del Shimano Neutral Service para comprobar su imprescindible papel en la carrera ciclista por excelencia. Y sí, hemos entendido por qué se les conoce como los héroes anónimos azules del Tour.

Lo esencial es invisible a los ojos” diría el famoso principito de  Saint-Exupéry. Y en el caso del Shimano Neutral Service la frase cobra más valor que nunca. Nadie se fija en ellos y sin embargo, son absolutamente imprescindibles para el correcto funcionamiento de la carrera.

Gracias a ellos ningún corredor se queda “tirado” por un problema técnico o por falta de avituallamiento, ya sea Pogacar, Vingegaard, Carlos Rodríguez o el último clasificado de la ronda francesa (en el momento de escribir estas líneas es Michael Morkov).

Todos en el paddock les conocen y les respetan pues saben que quizá algún día, en alguna etapa, se conviertan en esos ángeles guardianes vestidos de azul que todo el mundo querría tener cerca cuando monta en bicicleta. Así pues, no es de extrañar el compañerismo con el que antes de la salida neutral saludan a decenas de integrantes de todos los equipos.

Los mecánicos y conductores del Shimano Neutral Service tienen sus predicciones sobre quién ganará el Tour de Francia, pero cuando los corredores empiezan a rodar saben que no hay favoritismos: todos son iguales antes sus ojos.

Partimos montados en el coche azul brillante de Shimano Richard (el conductor), Benjamin Glize (el mecánico) y un servidor. Somos la avanzadilla de la carrera, unos kilómetros por delante cuando inicia la salida neutral, esperando que haya alguna escapada para colocarnos detrás de ellos por si algún corredor sufre algún percance.

Por delante quedan 180 kilómetros y más de 5.000 metros de desnivel positivo. Un recorrido que asustaría a cualquier mortal. Pero está claro que quienes llegan al Tour cada año parecen de otro mundo.

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

La etapa reina de los Alpes en el Tour de Francia 2023

Se trata de una de las grandes etapas de montaña de los Alpes. Una jornada con 5 puertos de montaña y donde la victoria se vende cara. “Hoy va a ser un día movidito” me dice Benjamin al tiempo que Richard sonríe y aprieta el acelerador en nuestro Skoda automático reluciente.

Se nota que les va la marcha. “No queremos que haya problemas, pero nos gusta sentirnos útiles en la carrera” me explica Benjamin desde el asiento trasero levantando la voz por encima del sonido de la radio.

Miles de espectadores abarrotan las carreteras y saludan a la comitiva de la carrera. Richard se deja querer, saluda con la mano y hace sonar el claxon haciendo las delicias de los más pequeños, quienes se animan todavía más y gritan que les regalemos alguna de las bicis que llevamos en la baca del coche.

10, 20, 30… Pasan los kilómetros y los intentos de escapada no acaban de hacer hueco. Parece que un grupo grande ha conseguido abrir brecha en el pelotón y la dirección de carrera ha decidido poner una moto del servicio neutral justo detrás.

¿Cuándo deciden si es una moto o un coche?”, le pregunto al mecánico. “Normalmente deciden colocar alguna moto cuando la diferencia es de entre 20 y 30 segundos, mientras que nuestro coche suele colocarse detrás cuando la diferencia es mayor, de entre 45 segundos y un minuto”, me explica Benjamin mientras come tranquilo algo de fruta. “Los coches de los equipos entran en el hueco cuando la diferencia es de más de un minuto”, puntualiza.

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

Empieza la fiesta

De repente todo cambia. “Shimano, detrás de los escapados” grita en francés el director de carrera. “Empieza la fiesta” me parece oír retumbar en la cabeza de Richard mientras busca una cuneta donde aparcar el coche esperando a que pase la treintena de corredores tras los que deberemos situarnos.

Pararse es atraer a un aluvión de espectadores como abejas a la miel. Nos miran indiscretos, extrañados e incluso preocupados. “¿Algo irá mal en la carrera?”, deben pensar. Me siento como un extraterrestre recién aterrizado entre terrícolas curiosos. “Nos regaláis una bici?”, repiten una vez más.

No nos da tiempo a contestar. La treintena de corredores que van cabeza de carrera han pasado como una flecha a más de 40 km/h y toca ponerse a trabajar.

Benjamin, nuestro mecánico, se tensa en el asiento trasero. Sabe que en cualquier momento puede ocurrir cualquier incidente y se requiera de su ayuda. Es un momento imprevisible, pero donde el tiempo se convierte en oro y puede significar que un corredor pierda todas las posibilidades de luchar por la etapa o incluso por la clasificación general.

Aunque se los sabe de memoria, revisa las fichas que ha elaborado previamente con las especificaciones de cada corredor y de cada equipo. “No solo son las ruedas lo que controlamos, también hay distintos tipos de pedales y otros componentes”, explica.

La escapada ha cuajado, más de 8 minutos les separan del pelotón y aunque quedan por delante varios puertos de montaña, parece que alguno de esta treintena de corredores acabará llevándose la gloria.

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

Un descenso vertiginoso

Pasado el primer puerto, el Col de la Forclaz llega uno de los momentos más complicados de la jornada, al menos para el Shimano Neutral Service: el descenso.

Los corredores alcanzan velocidades que superan los 80 km/h y los coches y las motos que los acompañan no pueden entorpecer su marcha.

Con cada curva, las ruedas de nuestro coche chirrían, luchando por aferrarse al asfalto sin perder comba, mientras los coches de los equipos nos adelantan y vuelven a su posición inicial. Uno tras otro en una especie de peligroso baile a casi 100 km/h. Y mientras tanto, motos con fotógrafos, comisarios, cámaras de televisión… terminan de conformar esta compleja coreografía llena de gestos, nervios y apenas unos centímetros que separan los vehículos y, en definitiva, el éxito del desastre.

Cuando llegamos a la zona más llana aprovecho para resoplar, apoyar la mano sobre Richard, nuestro conductor, y agradecerle en mi escaso francés que todo haya ido bien. Diría que hemos estado a punto de chocar con varios coches y motos en al menos 10 ocasiones.

Él farfulla algo en francés, pero no alcanzo a entenderle, aunque su mirada parece decirme: “tranquilo jefe, está todo controlado. Tú no te preocupes y disfruta del espectáculo”.

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

La importancia del conductor

Richard ha sido campeón amateur de distintas competiciones y conoce al dedillo el mundo de las carreras ciclistas. Sabe anticiparse a los movimientos de las motos, los coches y evidentemente de los ciclistas. Sabe interpretar los sonidos (para mí ininteligibles) que emite la radio continuamente. Conoce la carretera y sus curvas. E incluso diría que se divierte en los momentos de máxima tensión.

Según me explica Benjamin, que habla un fluido castellano, no hace falta ningún carnet especial para conducir el coche de Shimano, pero sí es interesante que el conductor haya sido ciclista con experiencia en carreras. “Así puede interpretar mejor los movimientos que hacen los ciclistas y saber cuándo necesitan algo”, me explica de nuevo a gritos por encima de la radio del coche.

Accidentada recta final

Con el paso de los kilómetros el nerviosismo de carrera aumenta. Ganar una etapa del Tour de Francia está al alcance de muy pocos y cualquier fallo puede echar por tierra las aspiraciones de cualquiera de los más de 25 corredores que todavía quedan en cabeza.

Shimano detrás de mí” dice por radio el director de carrera. Y Richard se lanza de nuevo esquivando obstáculos en pos del maletero del coche rojo donde va el director y algunos comisarios.

Empieza el ascenso al col de la Croix Fry, un puerto de primera categoría de más de 11 kilómetros al 7% de desnivel de media. Una subida larga que augura sufrimiento para los corredores… ¡y espectáculo para los aficionados!

Disfraces, músicos, tiendas de campaña, caravanas, bicicletas tiradas en los terraplenes, banderas, sillas de camping… miles de personas gritando, jaleando a los corredores como si les fuera la vida en ello desde el primer kilómetro del puerto de montaña. Un rugido continuo de aficionados. Un caleidoscopio de personas de mil colores. Un espectáculo difícil de describir con palabras. Miles de personas esperando pacientemente para ver a sus ídolos apenas 3 segundos.

Una locura colectiva que solo el ciclismo es capaz de conseguir.

A mitad de puerto empezamos a adelantar los corredores cuyas piernas no aguantan el ritmo que han impuesto en la cabeza con la esperanza de que el pelotón no apriete y consigan llegar a meta.

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

“¡¡Asistencia!! ¡¡Asistencia!!”

Un corredor se descuelga y levantando un brazo pide ayuda. Se trata de Alexey Lutsenko, del Astana (Kazajistán), quien recoge el bidón de manos de Richard, echa un buen trago y lo guarda para más adelante. “Thank you” responde casi sin aliento. Porque aunque se esté agotado y casi no se pueda ni respirar, siempre hay que agradecer a los ángeles de la guarda su ayuda.

Y es que, con un sol de justicia en todo lo alto, la hidratación es importantísima. Y el coche neutral no solo ayuda a los corredores de cualquier equipo en caso de problemas mecánicos, también tienen geles, barritas energéticas y bidones con agua fresca.  Algo que en etapas de montaña y sol, cobra especial importancia. “En las etapas de montaña tenemos más trabajo, tanto mecánico como de avituallamiento” explica Benjamin, “muchos corredores cogen nuestros bidones o aquellos que llevan las motos”.

Una bajada accidentada

Una vez coronado Croix Fry llega la bajada que encadena con el siguiente puerto, un tercera categoría, el Col des Aravis, tras el cual continuará una larga bajada hasta el plato fuerte del día, los dos últimos y exigentes puertos que acaban en Saint-Gervais Mont-Blanc, un primera de casi 8 kilómetros con una pendiente de media de 7,7%.

Pero es precisamente antes de los puertos, en la peligrosa bajada que descienden a toda velocidad cuando el coche neutral de Shimano vuelve a aparecer.

En una curva cerrada parece que un corredor ha medido mal la velocidad y ha sufrido una aparatosa caída. Richard acelera hasta la curva, deja a Benjamin en la cuneta ayudando a recolocar la bici del ciclista y, tras comprobar que no hay daño mecánico alguno, con un empujón le vuelve a meter en la trepidante carrera. “La bici estaba bien” me explica el mecánico mientras vuelve a subir en el coche y veo como el corredor australiano del equipo DSM Chris Hamilton pasa a nuestro lado con el brazo ensangrentado y el culotte destrozado por la caída.

Estos hombres están hechos de otra pasta” pienso mientras nuestro conductor vuelve a acelerar como si estuviera en un rally.

Unos kilómetros más adelante un nuevo accidentado. Esta vez está junto a un muro de piedra, parado sin moverse, esperando a la asistencia médica y a su coche de equipo. “¿No nos paramos?” le grito a Benjamin. “En estos casos no paramos porque el problema no es mecánico y no podemos ayudarle”, me explica.

Leon van Bon & Joris Knappen | Shimano

Ascensión final

Empieza la subida final a los dos últimos puertos y la cantidad de público se ha multiplicado. Los gritos ensordecedores de la gente nos obligan de nuevo a subir las ventanillas para poder escuchar las instrucciones de dirección de carrera y saber qué está pasando tanto por delante como por detrás.

El caos en forma de goteo de corredores es impresionante. O al menos eso me parece a mí, pues los componentes del Shimano Neutral Service parecen tranquilos, concentrados en su trabajo por si se les vuelve a necesitar.

Se suceden los descuelgues de corredores, los ataques en la parte delantera, la lucha por el maillot amarillo de líder entre Pogacar y Vingegaard en el pelotón… la radio parece más una emisora rota en mitad de una batalla que un sistema para ordenar la carrera.

Y mientras, en el exterior, los aficionados gritan, golpean los coches, las vallas, ondean sus banderas, aplauden… Quedan pocos metros para el final y Wout Poels se llevará el gato al agua con una merecida victoria. Más tarde, a más de 6 minutos, entran Pogacar y Vingegaard en paralelo, lo que le permite al segundo mantener el maillot amarillo de lider.

Nuestro coche llega pocos segundos después y parece, ahora sí, que Richard y Benjamin están más tranquilos. La etapa ha terminado, pero ahora toca revisar el material, la clasificación, limpiar las bicicletas…

Ahora entiendo mejor por qué el Tour de Francia es la carrera más grande del mundo. Y por qué al Shimano Neutral Service se les conoce como los héroes anónimos o los ángeles de la guarda azules. ¡Larga vida al Tour de Francia!


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