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Ángel Arroyo, segundo en el Tour 83: “Tengo edad para estar jubilado y voy a morir con las botas puestas”

Ángel Arroyo fue el héroe en el Tour de 1983 cuyo recuerdo es como un cuento de hadas. Hoy, 40 años después, tiene casi 67 y no le da para jubilarse. “No me daría ni para pagar la calefacción en invierno” 

Tiene más prestigio que popularidad. Pero su recuerdo son palabras mayores en el ciclismo y, sobre todo, en el Tour de Francia del 83 que fue el que abrió el camino. Ángel Arroyo fue segundo y todavía hoy te lo cuenta como si nada. Acaba de terminar de trabajar y sigue siendo un placer escuchar a un hombre que siempre va a la cara. “En la vida hay que ser así”.

En el 83 fue un héroe.
No había televisión española en el Tour. Vino después de ganar yo la etapa en el Puy de Domme. Pero, sí, la gente me contó que llegaba la hora del Tour y los que trabajaban en la construcción le decían al jefe: ‘luego echamos unas horas si nos dejas ver la etapa’. Pero sobre todo lo bueno de aquello es que sirvió a otros ciclistas para darse cuenta de que tenían posibilidades en el Tour. A nosotros nos trataron de locos. Fuimos como novilleros y salimos como espadas.

¿Qué queda de eso hoy para usted?
No sé si es un defecto o una virtud. Pero yo me dedicaba a la bicicleta. No me di cuenta de lo que había alrededor. Ahora veo que el tiempo ha pasado muy rápido. Cuando dejé la bicicleta tuve que volver a empezar con 32 años y entendí que no tenía ni idea de nada. Tienes que pelear con los bancos y con un montón de gente. Pero como la bici ha sido muy sacrificada tenías esa ventaja. Ya estabas acostumbrado a pelear.

¿Y es lo mismo?
Cuando hablas con el director de un banco y te dice ‘hasta aquí puedo llegar’. Y luego vas a otro y te dice otra cosa. Pero como ya sé como funciona voy de otra manera. Voy directo. Digo las cosas como las pienso, porque los autónomos, que nos metemos en inversiones grandes, debemos pisar firme para no equivocarnos.

¿Y se ha equivocado?
Bueno, mi vida ha sido como el Tour del 83 llena de  altibajos. Pero no puedo tener queja o prefiero no quejarme. Sí es verdad que tengo edad de estar jubilado y voy a morir con las botas puestas.

Pues eso no me gusta. 

Lo nuestro ha sido triste. Hacienda se llevaba el 56 por ciento de lo que ganabas y no cotizábamos a la Seguridad Social. Cuando me hice autónomo con 33 años pagaba el mínimo y ahora, si me jubilase, me quedaría una miseria, una pensión que no me daría ni para pagar la calefacción aquí en Ávila. En agosto voy a hacer 67 años y jubilarme así no me compensa.

De ciclista tenía menos preocupaciones.
No crea. Es a lo que te acostumbras. Un día me encontré con Mancebo y me decía que se vive muy bien de ciclista porque solo vives para eso. Pero en los negocios, si eres responsable y sabes distribuir el tiempo, se puede vivir bien y yo creo que sé hacerlo. Lo peor es cuando te falla el personal. Hay veces que tienes la mitad de la plantilla, Es difícil encontrar gente buena.

¿Qué tipo de trabajador busca?
Como decía José Miguel Echavarri, el arroyo con el agua se crece. Tenemos un negocio de lavado de coches en Segovia, Ávila y Collado Villalba. Busco gente responsable. He tenido un uruguayo muy bueno pero reconozco que se tenía que ir porque aspiraba a más. Pero ahora la juventud me da pena. Hay veces que debo ir a por gente mayor porque son más responsables que los jóvenes. No pido que sepan mucho, sino que sean responsables.

¿Fue usted tan responsable de ciclista?
Creo que fui una persona fácil. Pero yo no debía decir eso sino la gente que estuvo conmigo. Yo recuerdo que no tenía problema y que era sencillo como soy ahora. Alguien que dice las cosas a la cara.

No tuvo la popularidad de Perico Delgado. 
No hice lo que hizo él. Pero supe encontrar mi sitio. Era como un caballo de carreras al que había que frenar hasta que llegué  a Reynolds. Entonces entendí que no se podía ir a ganar todo y no ganar nada. Comprendí que mi carrera era el Tour. Y me centré en ella. Para mí, era más fácil ganar una etapa en el Tour que en los Valles Mineros.

¿Está seguro?
Sí, sí. Si estaba bien, sí. Pero cuando estaba mal también resultó ser la carrera más dura. A un Tour tienes que ir en plena forma para pasarlo mal porque, de lo contrario, no lo puedes acabar. No sé como hay gente que va y se da la paliza y su máxima motivación es llevarte un bidón de agua. A esa gente había que hacerles un monumento.

Es más fácil ganar entonces. 
Es diferente. Hay gente a la que la responsabilidad le ahoga. He conocido gente muy buena que no soportaba la presión de ningún modo.

Pero no era su caso.
Yo aguantaba hasta el paves. Descubrí incluso que era lo mío. José Miguel nos motivaba a su manera. Salíamos con las luces del coche después de cenar a verlo. Vimos que era una calzada romana. El caso es que salí en la cabeza y entré el último en el pavé. Salían bidones por los aires. Parecía la guerra. Pero me fui acoplando y cuando me quise dar cuenta iba entre los treinta primeros.

¿Y?
Al llegar a Roubaix, ataqué a falta de cuatro kilómetros y entramos en el velodromo y acabé luchando por hacer tercero en esa etapa del Tour. Y me gustó, sí. Y si me gustaba lo veía. Y mire que en las cunetas había charcos de agua. Y los latigazos. Pero me di cuenta que no era tan difícil como parecía. En 1982 en Candantxu nos puso Chico Pérez unas imágenes de como era aquello. Y José Miguel nos decía: ‘No hay que ir con tensión. Hay que dejar que baile la bicicleta’.

En definitiva, qué bonito es ser ciclista.
Exactamente. Es precisoso. Pero sobre todo para la gente que lo hacemos ahora en plan globero y no nos tenemos que castigar. Y ahora con las bicicletas eléctricas todos tenemos posibilidades y te permite ir con gente con la que, de otra manera, no podrías ir.

El Tour del 83 ya no volverá.  

Pero, mire, yo me acuerdo sobre todo de la etapa que gané en el 84 porque en el 83 éramos mejores que Fignon. Sin embargo, en el 84 él iba en una Kawasaki y nosotros en una moto normal. Y en esa etapa de Morzine a Avoriaz le pregunté a Perico como iba y me dijo: ‘voy jodido pero si quieres ataca’. Y ataqué y me fui para arriba. Me dieron calambres bajando. Pero gané esa etapa y yo mismo le di mucho mérito.


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