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Alfonso Gutiérrez y las memorias del abuelo: “Yo nunca me jugué la vida por ganar”

Logró 228 victorias. Fue un icono en los ochenta en los que un sprinter español era casi como un extraterrestre. Pero ése es el legado de Alfonso Gutiérrez que, mientras tanto, estudió la carrera de ingeniería técnica de minas. “Tenía la facultad cerca de casa”, recuerda.

 

Tuvo tres hijos que, de momento, le han dado un nieto (Mateo) y una nieta que está en camino. Desde hace 25 años, trabaja en Pfizer como visitador médico. Así ha sido, después del ciclismo, la vida de Alfonso Gutiérrez, que fue como un icono en su época. No estábamos acostumbrados a ver sprinters españoles. Y, de repente, apareció él, criado en Torrelavega e hijo de Julio, un trabajador de Firestone, que fue ciclista en la década de los 50.

25 años de visitador médico.
He tenido la suerte de estar en una gran empresa como Pfizer en la que mi trabajo es informar a los médicos, tener claro que soy la imagen de la empresa ante el médico.

¿Y cómo fue? 
Cuando me retiré del ciclismo me quedé con la concesión de una cantera en San Vicente de la Barquera y así desarrollar lo que había estudiado. Yo hice ingeniero técnico de minas. Pero entonces me di cuenta que, en el mundo del hormigón, no sería feliz. De hecho, no lo fui los dos años que estuve.

¿Y lo dejó?
Y lo dejé, sí. Y recuerdo que a los pocos días salí a montar en bicicleta con mi amigo Santi y me dijo, ‘te voy a mandar un recorte del periódico para trabajar en la industria farmacéutica’. Y así es como entré en Pfizer, pura casualidad.

¿No es difícil vender?
No me ha ido mal. Pero sobre todo he disfrutado. He tenido que actualizarme cada día porque en oncologia los avances son continuos  y debes estar cerca de los médicos para que con los medicamentos que representas ellos puedan ayudar a sus pacientes. Pero, después de 25 años, esos médicos son grandes amigos para mí. Y no hay un solo día que me cueste ir a trabajar. Tengo 60 años y sé por experiencia de otros que esto no es fácil.

Está claro. 
Si te gusta lo que haces es casi imposible que te vaya mal.

Aún veo su fotografía de WhatsApp reaparece el sprinter de Teka.
Hace un mes falleció mi madre, Carmina y ella me está dando un beso en esa foto, sí. Gané en Llanes en la Vuelta a Asturias en mi primer año de profesional.

Me había llamado la atención.
Pero fue por lo que le digo. El otro día encontré la fotografía en casa y me resulta tan emotiva. Pero, más allá de eso, no suelo poner nada de ciclismo. El ciclismo fue lo mejor que me pasó en la vida. Pero ya se terminó.  A los 32 años, me retiré y se acabó.

¿Uno deja de ser ciclista alguna vez? 
Recuerdo que hace 25 años, cuando fui a la entrevista de trabajo en Pfizer, llevé el currículum en el que ponía que era ingeniero técnico de minas,  entrenador nacional de ciclismo  etc, etc. El caso es que cuando la persona, que me entrevistó, me preguntó: ‘pero ¿eres Alfonso Gutiérrez,  el ciclista?’, le dije sí y rápidamente me contestó: ‘pues ya no me hace falta entrevistar a nadie más’.

Para mi generación es usted un mito. 
De aquella época lo somos todos gracias a la televisión en directo. Había tantos equipos profesionales y la gente nos conocía casi personalmente. Los periodistas entraban en nuestras casas, en nuestras habitaciones. Y no había cascos ni gafas que impidiesen ponernos cara. Y era tan importante ganar como hacer una gran escapada. Y tuvo repercusión, sí.

La diferencia es que usted ganaba al sprint. Era casi como un extraterrestre. 
España siempre ha sido una escuela de escaladores. De hecho, los equipos no daban valor a tener un sprinter. Desde cadetes teníamos que subir puertos.  Le puedo contar que yo en el Trofeo Valenciaga, que era una prueba en la que se subían varios  puertos de primera y a la que los directores iban a buscar talentos, fui cuarto.

¿Y entonces qué le hizo sprinter?
El instinto, la experiencia, el hecho de ver que tenías esa facilidad y de comprobar que la estatura no era un impedimento. Me enfrentaba a aquellos sprinters belgas y holandeses, como Planckaert, Vanderaerden…., que eran altos y fuertes y vi que les podía ganar.

¿Y ante esos tipos tan grandes no sentía  complejo de inferioridad?
Pero no por la estatura. Cuánto menos estatura tengas más difícil lo tienes. Eso es evidente. Pero había que buscar recursos. No hay que pensar cómo hay que hacerlo, sino hacerlo. Y yo, cuando no era el hombre a batir, me quedaba en un segundo plano y arrancaba de lejos. Y gané carreras, a veces por un tubular y otras por suerte, que sería suerte de no quedarme encerrado.

Ganó usted muchísimo. 
Llegué a ganar 228 carreras, 82 de profesional, durante siete años.

Ganó contra viento y marea.
Tuve la suerte de estar en el Teka y de que Linares, que había sido gregario de lujo de sprinters como Perurena, diese valor a gente como yo.

¿Y se jugaba la vida para ganar? 
No, tanto como eso no. El sprint es la especialidad más complicada, porque se decide en pocos metros y en pocos segundos. El error no es rectificable. Y, mire, siempre se habla de quien es más listo. Pero hay que contar con la suerte. La mayoría de las veces no ganas porque te quedas cerrado o enganchado. No porque seas peor.

Así es.
Es verdad que luego debes tener las fuerzas listas para arrancar a 65 km por hora. Media pedalada en falso pierdes 10 kilómetros por hora. Pero ese instinto te lo da la experiencia. Los 200 km que preceden al sprint debes ir relajado. No puedes  pensar porque casi seguro que nada se va a desarrollar como lo pensaste. Debes llevar todo en la cabeza: desarrollo, curvas, viento, fuerzas  etc

Y hasta hoy.
No, no. Cada cosa en la vida tiene su etapa. Cuando se acabó el ciclismo se inició otra etapa para mí. Tuve que buscar trabajo y no puedo quejarme de como me ha ido. He tenido que trabajar duro. Y ahora lo que más deseo es disfrutar de mis nietos cada minuto.

 


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