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Venir del colegio para ver a Bernard Hinault

Bernard Hinault cumple hoy 69 años y debajo de su piel ya no habita ese hombre que escupía amor propio, que corría a cara de perro y que ganó 5 Tours, 3 Giros y 2 Vueltas. 

Y claro que nos hizo sufrir.

Sobre todo en la Vuelta a España del 83 en la que volvíamos lo más rápido que podíamos del colegio para ver la Vuelta a España, que entonces era en el mes de abril y como en los colegios no existía la jornada intensiva en aquellos años, no nos quedaba otra que volver a casa corriendo.

Y en aquella Vuelta nos habíamos ilusionado con el triunfo de un ciclista recién nacido para la causa: Julián Gorospe.

Pero aquel día, en esa etapa de Serranillos, que nunca olvidaremos, fue como quedarnos sin merienda tras contemplar en vivo y en directo, a través de la televisión, como Bernard Hinault dictaba sentencia e imponía la ley del más duro.

A la mañana siguiente, en clase preferíamos escuchar al profesor de matemáticas en la pizarra que hablar de lo que había pasado en la Vuelta. Había sido muy duro.

Y el que maltrató nuestras ilusiones de modo tan escandaloso fue Bernard Hinault porque, para él, el ciclismo era eso: “correr con un cuchillo en el cuello”.

Con los años uno ya aprende a relativizarlo todo y diría (al menos, yo) que hasta hemos cogido cariño a ese recuerdo y a ese personaje tan insaciable al que en los periódicos definían como ‘el caimán’.

Y hoy ‘el caimán’ cumple 69 años y debajo de su piel ya no habita ese hombre que escupía amor propio, que tenía cara de mala uva y que desafiaba sin problemas al mundo entero:

-Mientras siga respirando, seguiré atacando -decía.

El resultado fue una bestia de la naturaleza, un ciclista que ponía en fila india a todo el mundo y para el que no existían los días de fiesta en la profesión.

-Antes de una carrera duermo como un bebé porque estoy seguro de que al día siguiente conseguiré la victoria.

Por eso era casi imposible que te cayese bien Hinault.

Es más, de mi época no recuerdo a ningún chaval que se lo pidiese en las chapas porque ser de Hinault  era casi como tener la mente retorcida o que el favorito de tus profesores fuese el que peor te lo hacía pasar para aprobar.

Por eso cuando apareció el jovencísimo Laurent Fignon con esa rotundidad en los célebres Tours de Francia del 83 y 84, aprovechando la lesión de Hinault, lo celebramos porque lo veíamos como la única manera de acabar con el régimen. 

Y, a su manera, es verdad que Fignon acabó con el régimen.

Hinault tuvo que marcharse de Renault y se fue a La Vie Claire y se llevó a su mano derecha, a ese director, Crylle Guimard, que parecía un hombre diabólico.

Y ya no fue lo mismo, porque Hinault ya era mayor (en aquella época un ciclista con 30 años ya era mayor) y no tardó en aparecer Lemond (con mil y una razones para comerse el mundo).

Pero Hinault todavía tuvo tiempo de ganar su último Tour en el 85, el quinto para no poner ni un solo pero a su leyenda ni a su carácter de hombre insaciable.

Y la realidad es que, desde su último Tour, ningún ciclista francés ha vuelto a ganar el Tour, esa lección que Hinault tenía tan bien aprendida y leía sin ponerse nervioso delante del tribunal.

Más allá de su imponente biografía (cinco Tours de Francia, tres Giros de Italia, dos Vueltas a España, multitud clásicas, dos veces campeón del mundo), Bernard Hinault fue un ciclista absolutamente imponente (hay que reconocerlo).

A un tipo así no se le puede poner ni un pero por poco que te gustase o por mucho que te hiciese sufrir verle vestido de amarillo o por mucho que resistiese lo que hiciese falta en la montaña.

Bernard Hinault, en realidad, fue el resultado de un niño hiperactivo en la Bretaña francesa que su propia madre definía cariñosamente como “un pequeño holingan”

Luego, cuando se hizo mayor, ya hemos explicado lo que pasó: no creo que haga falta más.

Hinault era un ciclista que le daba importancia a todo, capaz de llegar ensangrentado a la meta porque eso también era parte de la profesión.

Durante 11 años (1975-1986), su motivación fue un monumento. Es más, diría que no hacen falta palabras. Basta con repasar su biografía en la wikipedia y darse cuenta de que en ese armario cabía todo tipo de ropa menos la derrota.

Le vimos enfadado, le vimos arrogante, le vimos de multitud maneras en aquellos años, pero, si la memoria no me falla, nunca le vimos nervioso.

Ahora, que a menudo le vemos repartir premios en el podio del Tour y que parece un señor mayor, elegante, educado y hasta sonriente con esas gafas, uno se pregunta  qué pensará él del ciclista que fue.

Pero si a mí me diesen a elegir siempre pondría a un Bernard Hinault en mi vida porque, como nos enseñaron nuestros padres, de la gente que más se aprende en general es de la que más te hace sufrir.

No de la que te da la razón para quitarte de en medio.


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1 Comentario

  1. Me encantó el comentario sobre Bernard Hinault, además lei infinidad de veces su libro del que aprendí mucho, y fue mi libro de cabecera por las noches antes de salir a rodar al día siguiente y actualmente me gusta releerlo, creo que ya me lo conozco de memoria, ja!!

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