Relación de kilometraje y ritmo con la esperanza de vida

Publicado por
LBDC
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De nuevo una información inquietante “Correr más de cuatro horas a la semana también puede ser peligroso para la salud”.  Cada cierto tiempo vemos este tipo de titulares.  “correr demasiado podría matarte”, “los corredores de larga distancia tienen una esperanza de vida más corta”, “los corredores que se esfuerzan de manera continuada para recortar segundos a sus marcas personales pueden estar restando años a sus vidas”, o dicho de otro modo, correr mucho y fuerte se puede llegar a cobrar un peaje en el corazón que eliminaría los beneficios incuestionables del ejercicio físico. Vamos a ver qué se esconde detrás de estas informaciones.

Los titulares de esta semana responden a la publicación en el Journal of the American College of Cardiology de las nuevas conclusiones del famoso estudio de Copenhage, que de nuevo ha encendido la mecha de un debate que ni por repetición deja de generar interés. El fuego cruzado no se ha hecho esperar. Para entenderlo nos remontamos a los orígenes de la polémica.

Aquellos que corrían habitualmente (un 27%) tenían una tasa de mortalidad 19% más baja que los no corredores.

Por el año 2012, el Dr. James H. O’Keefe, cardiólogo del Hospital Saint Luke’s de Kansas City, publicó un editorial en la prestigiosa revista British Heart que dio la vuelta al mundo. Planteaba la hipótesis de los perjuicios para la salud de correr en exceso o hacerlo demasiado rápido, remitiéndose a un estudio longitudinal presentado en la reunión de la American College Sports Medicine (ACSM). Los críticos, que no eran pocos, pusieron en entredicho las conclusiones ante la ausencia de datos sólidos que avalaran esa tesis. De hecho, a día de hoy, el estudio no ha sido revisado ni publicado.

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El estudio de referencia contaba con 52.600 personas evaluadas durante tres décadas, observando que los que corrían habitualmente (un 27%) tenían una tasa de mortalidad 19% más baja que los no corredores. Pero aquellos que corrían más de 20 a 25 millas a la semana (32 y 40km) perdieron esa ventaja de mortalidad, así como aquellos que lo hacían más rápido de 8 minutos por milla, que equivale a un ritmo de 4:58 min/km.

En 2014, el Dr. Martin Matsumura, codirector del Instituto de Investigación Cardiovascular de la Red de Salud de Lehigh Valley Allentown, Pensilvania, presentó en la revista HealthDay los resultados de una investigación basada en la hipótesis anterior (no demostrada) , como es la disminución de la longevidad en los corredores con una media de entrenamiento de más 20 millas/semana (32km) frente a los corredores que no superan este umbral, si podía deberse a una mayor prevalencia de factores de riesgo (hipertensión, colesterol, fumadores, diabetes,) o por las diferencias en el uso preventivo de aspirina o antiinflamatorios. El resultado es que no se encontró ninguna causa subyacente en la hipotética relación en forma de U observada entre el mayor o menor kilometraje y la esperanza de vida. Pero, ¿en qué consistía el estudio? Un cuestionario online que cualquier corredor podía rellenar, donde se planteaban una serie de preguntas sobre la edad, la cantidad de kilómetros, si tenían presión arterial alta, etc y la frecuencia con la que tomaban analgésicos. Vimos titulares de todo tipo destacando los efectos negativos de correr en exceso.

Correr se asocia con una mortalidad significativamente más baja que no correr, en concreto incrementa la supervivencia en 6,2 años para los hombres y 5,6 años para las mujeres.

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Otro de los grandes referentes entre los defensores de la correlación entre los efectos nocivos de un mayor kilometraje, velocidad y frecuencia con la esperanza de vida en comparación a un kilometraje, frecuencia y ritmo moderado, es el Copenhagen City Heart Study, del que ahora se ha presentado un nuevo subanálisis arreciando el debate. Este estudio iniciado en 1976 toma como referencia a 18.000 hombres y mujeres de 20 a 98 años, incluyendo 1.878 corredores. Entre otras cosas, demuestra que correr se asocia con una mortalidad significativamente más baja que no correr, en concreto incrementa la supervivencia en 6,2 años para los hombres y 5,6 años para las mujeres.

No obstante, el estudio se hace eco de los mejores resultados obtenidos entre aquellos que corrían menos de 2,5 horas a la semana a un ritmo más lento. Pero hay varios interrogantes: sólo el 10% de los individuos eran corredores y no empezaron a hacer preguntas sobre la cantidad y el ritmo hasta los últimos años del estudio. Así, entre el grupo que reportó su ritmo como “lento” hubo 3 muertos de 178 personas; en el grupo de ritmo “medio” hubo 12 muertos de 704; mientras que en el grupo de ritmo “rápido” hubo 5 muertos de 201.

Y la frecuencia. Aquellos que corrían menos de 1 hora por semana (626 corredores, 30 muertes), entre 1 y 2,4 horas por semana (594 corredores, 30 muertes), entre 2,5 y 4 horas a la semana (508 corredores, 22 muertes) y más de 4 horas por semana (166 corredores, 16 muertes). Con estos datos agregados concluyeron que si corres más de 4 horas por semana, rápido o muchas veces, tienes una tasa de mortalidad estadísticamente igual que los sedentarios. Luego, vemos de nuevo el titular que “correr mucho es igual de malo que estar en el sofá”.

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Como hemos dicho, no son pocos los expertos que rebaten la credibilidad de los resultados de estos estudios, denunciando  interpretación  parcial de los datos y sesgo en las muestras. Una de las réplicas más sólidas y documentadas viene de la mano de Alex Hutchinson (Runners’s World), defendiendo que estos trabajos cuantifican la relación entre correr y mortalidad después de ajustar la edad de referencia, sexo, año de evaluación, el índice de masa corporal, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, la hipertensión, hipercolesterol, enfermedades cardiovasculares y presencia de otras actividades físicas. Lo que significa, a la práctica, que los resultados se valen de trucos estadísticos, aislando variables,  igualando el peso de cada uno de los sujetos, la presión arterial o el colesterol, sin contemplar los beneficios intrínsecos obtenidos asociados al ejercicio aeróbico que se realiza, para después afirmar que mayores cantidades de ejercicio (después de este ejercicio) no tiene beneficios para la salud.

Los tamaños reducidos de las muestras también genera críticas. Como comenta Alex Hutchinson “si uno de los corredores del grupo de control “lentos” hubiera sido atropellado por un autobús en algún momento, la tasa de mortalidad para este grupo habría saltado un 33% y estaríamos hablando de los peligros de correr lento!”

Otro de los contrapuntos lo encontramos en el estudio de salud sobre 39.000 personas ‘Runners Nacional Paul Williams” que demuestra que los beneficios de correr siguen aumentando, incluso para las personas que hacen más de 50km a la semana.

Como conclusión: a estas alturas no hay suficiente evidencia que determine el umbral más allá del cual se diluye el beneficio saludable de correr. Sin embargo, con los estudios disponibles queda patente que a partir de un determinado volumen e intensidad los rendimientos obtenidos son decrecientes (que no negativos).

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