Recopa de Basilea 1979: 40 años del primer gran título europeo

Los campeones del FC Barcelona en Basilea ofrecieron la Recopa al día siguiente a la afición en el Camp Nou

Los campeones del FC Barcelona en Basilea ofrecieron la Recopa al día siguiente a la afición en el Camp Nou / SEGUÍ - FC BARCELONA

David Salinas

David Salinas

El 16 de mayo de 1979, se cumplen este jueves 40 años, el FC Barcelona dio una de las mayores alegrías a su afición ganando la Recopa de Europa. La conquista pasó a la historia por ser el primer gran trofeo europeo del Club (hasta entonces solo se habían saboreado tres Copas de Ferias y una Finalísima de la misma competición).

Igualmente, trascendió por llegar de forma épica (se falló un penalti y la victoria por 4-3 se gestó en una prórroga que pareció eterna), por poner fin al gafe de finales en Suiza (perdió en Berna, en 1961, la Copa de Europa y en Basilea, en 1969, la Recopa) y por la multitudinaria caravana azulgrana que peregrinó hasta Basilea (30.000 valientes dieron aliento al equipo en tierras helvéticas). 

La Recopa de Basilea significó un antes y un después en la historia del FC Barcelona y merecía ser recordada con todos los honores, como hizo la entidad azulgrana el pasado domingo 12 de mayo, reuniendo a los componentes de la Junta Directiva y de la plantilla 1978-79 en el Auditori 1899.

Comida de gala, volver a ofrecer el trofeo a la afición desde el césped del Camp Nou y presenciar el Barça-Getafe fue el programa institucional que culminará este jueves con la emisión de un documental por Barça TV, de producción propia, llamado “Basilea: una fotografía para la historia”, que “disecciona aquel grandioso éxito desde el punto de vista deportivo y social”.

Dudas

El FC Barcelona llegó a la final con la baja del pundonoroso Juan Carlos Heredia. El ‘Milonguita’ sufrió una contractura muscular en la pierna izquierda en el partido anterior a la final (Zaragoza, en La Romareda) y, pese a querer jugar, fue imposible. No hubo milagro.

También Migueli tenía molestias, pero se avanzó que jugaría “vendado e inyectado”. Ni loco iba a perderse el bravo central semejante cita... Y Neeskens afrontó la víspera del duelo con gastritis, aunque el recordado doctor Carles Bestit, en declaraciones a ‘Marca’, aseguró que el holandés “es un fuera de serie. Un jugador que siempre se parte el pecho. Y aunque tome yogur es capaz de jugar el partido de su vida”.

A todo ello había que añadir el momento personal por el que pasaba el goleador del equipo, el austríaco Hansi Krankl. Su esposa Inge había sufrido un accidente automovilístico el lunes 7 de mayo y llegó a temerse por su vida.

La colisión tuvo lugar en la madrugada del domingo al lunes, sobre las 00:30 horas en la Avinguda Diagonal esquina Agustina Saragossa. El vehículo lo conducía un amigo de la pareja y en el mismo viajaban HansiInge y el abogado de los Krankl, que salieron con alguna contusión y heridas de poca importancia.

La afición, por su parte, se reunió en la explanada del Camp Nou y, en 180 autocares, partió escalonadamente hacia Basilea a partir de las 18 horas. Al frente de la caravana azulgrana se puso el vicepresidente azulgrana Nicolau Casaus.

Uno de los jugadores, José Joaquín Albaladejo, recordaba que “subió hecho un pincel: americana, camisa, corbata y, claro, su puro… Cuando llegó a nuestro cuartel general, que era como un castillo, y después de más de 1.000 kilómetros en autocar, descendió como había subido, perfecto, impecable. Siempre le preguntábamos cómo lo hacía…”. Parte de la afición llegó a Basilea en tren y muy animada al viajar con todo tipo de instrumentos musicales para amenizar las horas en los convoyes.

30.000 expedicionarios

La afición azulgrana desplazada a Basilea se cifró en 30.000 almas (por 10.000 el contingente alemán) y de ella se recuerda el colorido que dio con miles de senyeres y banderas azulgranas así como por el civismo con la que se manejó por Suiza.

El entrenador del Barça, Quimet Rifé, no dudó en acordarse de la hinchada: “Creo que todos los que componemos el Barcelona, empezando por sus jugadores, técnicos y directivos, estamos en clara deuda con esta afición tan formidable. Ellos se merecían esta Copa de Europa”.

El partido

En cuanto al partido, que dio inicio a las 20.15 horas en el estadio St. Jakobs y fue arbitrado por el húngaro Karoly Palotai, el equipo de Rifé siempre fue más que el Fortuna de Düsseldorf de Hans-Dieter Tippenhauer.

Abrió el marcador a los 5 minutos por mediación de ‘Tente’ Sánchez, pero empató Klaus Allfos tres minutos después. Y a los 12, Carles Rexach desaprovechó un penalti. Jörg Daniel, el meta alemán, se lo detuvo contra todo pronóstico por ser ‘Charly’ un consumado especialista desde los 11 metros… El primer tiempo acabaría con otros dos goles, el 2-1, obra del capitán Juan Manuel Asensi, y el 2-2, de Wolfgang Seel.

En el segundo periodo no se registraron goles y se llegó a la prórroga con empate a dos tantos. El Barça volvió a cobrar ventaja por mediación de Rexach, que se sacó la espina del penalti, y Krankl, ya en la segunda parte del tiempo extra, aumentó la diferencia (4-2) con un gol que los que lo vivieron tienen grabado a fuego en la memoria: avance veloz y vertical de Carrasco con un gran regate en carrera y el ‘Lobo’ –entonces ‘Lobito’– atrae a dos defensas y cede al ariete austríaco para que, con la zurda, supere al portero por raso. El balón, al cruzar la línea larga del área pequeña, levantó una nubecita de cal… 

Otra imagen inmarcesible es la que se formó acto seguido: una montaña de jugadores, uno encina de otro, para celebrar el que parecía gol definitivo. Pero el Barça tuvo que sufrir hasta el final al anotar los alemanes el 4-3 por mediación de Seel en el minuto 114. Los seis últimos minutos fueron eternos.

Rifé y Toni Torres, su segundo, un mito del barcelonismo fallecido en 2003, no dejaron de dar órdenes y gesticular desde la banda para que el equipo no perdiera la compostura y luchara con los arrestos que le quedaban para evitar la siempre peligrosa y caprichosa tanda de penaltis. La fortaleza física del Fortuna de Düsseldorf hizo temer lo peor.

Pero si los alemanes no bajaron los brazos, el Barça tampoco. Un ejemplo fue Migueli, que acabó jugando con la clavícula inmovilizada. Ahí se consagró como ‘Tarzán’: entrega, lucha, compromiso...

¡Campeones!

El pitido final hizo respirar al barcelonismo, que gritó tan fuerte como pudo la victoria. También los jugadores. Asensi se hizo con el balón y empezó a dar salto, a agitar el brazo en alto hasta fundirse en un abrazo con el guardameta Pello Artola.

El capitán volvió a cobrar protagonismo en la entrega del trofeo. El entonces presidente de la UEFA, Artemio Franchi, le entregó la Recopa y Asensi, emocionado como nunca, abrazó, la mimó y la ofreció a la afición para posar después con el equipo.

Fue una ceremonia imposible a día de hoy al llevarse a cabo con un elevado número de seguidores barcelonistas sobre el terreno de juego. Uno de ellos se abalanzó a Asensi para tocar el trofeo y tuvo que ser apartado con celeridad para que el acto de entrega pudiera seguir su curso. El capitán, trofeo en mano, fue paseado a hombros por sus compañeros. Fue un momento de felicidad máxima para el barcelonismo.

La fiesta

Una conquista de tal calibre merecía una celebración de altura. Y allí la afición tampoco falló. Un millón de seguidores azulgranas dieron la bienvenida al equipo al día siguiente, jueves 17 de mayo de 1979. Fue la apoteosis. La ciudad de Barcelona aclamó al campeón como nunca antes se había recibido a un once vencedor.

Prueba de la gente que se echó a la calle fue el tiempo que empleó la expedición azulgrana para llegar desde al aeropuerto a la Basílica de la Mercè: dos horas y media. La comitiva nunca dejó de estar acompañada por la afición, que la siguió en coches, motos y bicicletas desde el Prat y, ya en las calles de Barcelona, hasta la Plaça de Sant Jaume, riadas y riadas de gente saludando, gritando y animando al equipo. Un recibimiento que, a día de hoy, los jugadores que lo vivieron desde el autocar siguen destacando como lo “más increíble” que han visto en su carrera profesional. La fiesta terminó en el Camp Nou, donde el equipo ofreció el título.

El equipo pasó por el Ajuntament y por la Generalitat, donde fue recibido por el alcalde Narcís Serra y el Molt Honorable Josep Tarradellas. Fueron momentos memorables, de gran emoción. Inolvidables. Como cuando la afición coreó el nombre de Neeskens, que se despedía esa temporada. El holandés no pudo reprimir el llanto y, para tomar aire, se arrancó la corbata y la lanzó a la multitud.