Alcanzar un rendimiento óptimo es la meta de muchos deportistas. Sin embargo, existe un enemigo silencioso que puede socavar sus esfuerzos e, incluso, poner en peligro su salud: el síndrome de deficiencia energética relativa en el deporte (también conocido como RED-S, por sus siglas en inglés). Los afectados pueden concentrarse tanto en alcanzar sus objetivos que pasan por alto las señales de advertencia.
Como su nombre sugiere, aparece como consecuencia de un desequilibrio prolongado entre la ingesta de alimentos y el gasto de energía. Es decir, el deportista no consume la cantidad suficiente de calorías para respaldar las demandas de su actividad. Esta carencia puede deberse a una restricción dietética voluntaria, una ingesta insuficiente o un aumento en el gasto energético debido al entrenamiento.
Además, el RED-S se ceba en todos los niveles y disciplinas: puede afectar a entre un 15 % y un 80 % de los practicantes en función de la modalidad deportiva.
Las primeras luces rojas se encendieron en 1992, cuando empezó a circular el concepto de la tríada femenina. Esta etiqueta agrupa tres alteraciones interrelacionadas: los trastornos alimentarios, la menstruación irregular y la pérdida ósea. Más tarde, apareció el concepto de baja disponibilidad de energía (LEA, por sus siglas en inglés) y, en 2014, el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoce el RED-S como entidad clínica diferenciada. Aunque está vinculado a la LEA, sus efectos se hacen notar más a largo plazo.
El último consenso realizado por el COI, que ha sido publicado recientemente, ofrece una larga lista de perjuicios para la salud derivados del RED-S. Entre ellos se citan los siguientes:
El rendimiento deportivo también se resiente con una respuesta reducida al entrenamiento, un tiempo de reacción más lento, un bajo estado de ánimo, menor fuerza muscular, disminución de la potencia…
A pesar de que este síndrome no discrimina y puede afectar a personas de cualquier edad, género y nivel de habilidad, algunas prácticas o características aumentan el riesgo de sufrirlo:
¿Y cómo se puede esquivar el “zarpazo” del RED-S? Las últimas investigaciones, también descritas en el consenso del COI, proporcionan algunas pistas:
Lo prioritario es reducir los comportamientos asociados tanto a la LEA como al RED-S. Las iniciativas educativas para evitar la obsesión por el peso corporal o la delgadez, especialmente en atletas jóvenes y de subélite, son importantes en este aspecto.
En segundo lugar, hay que redoblar los esfuerzos para identificar precozmente los síntomas con instrumentos de cribado como entrevistas, cuestionarios, evaluación de los marcadores, etc.
Y por último, los tratamientos clínicos buscarán el reequilibrio energético entre las calorías que se gastan y las exigencias de la actividad física realizada. Con este objetivo, pueden realizarse modificaciones en la carga de entrenamientos y proporcionar asistencia psicológica.
Que tanto los deportistas como los profesionales sanitarios conozcan bien el RED-S resulta clave para que no aparezcan los primeros síntomas. La salud debe ser la mayor prioridad, así que una buena atención y un enfoque integral será esencial para alcanzar un éxito sostenible en el deporte.
Autor del artículo: Daniel Sanjuán Sánchez, Fisioterapeuta y personal docente investigador en la Facultad de Ciencias de la Salud en Universidad San Jorge, profesor asociado en la Facultad de Enfermería y Fisioterapia en la Universitat de Lleida. Miembro del grupo de investigación iPhysio, Universidad San Jorge
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.