Un año más llega la Semana Santa y, a pasitos cortos pero de forma inexorable, también se van aproximando sus procesiones. Son días de devoción, pero aquellos que no gozamos de una exacerbada fe cristiana sufrimos el aislamiento y la incomprensión del paria.
Sin embargo el hecho de ser un sucio ateo no te inhabilita la capacidad empática; uno se contagia del júbilo y el sentimiento puro de estas buenas gentes encapuchadas, de las lágrimas que vierten sus ojos para mezclar con la lluvia que moja sus maderos, del sufrimiento de quellos que resuelven las cagadas que han hecho durante el año arrastrando una cadena. Por eso en Semana Santa no puedo evitar entrenar duro, llevado en volandas por los fornidos costaleros de las cofradías y la energía que genera el ritmo implacable de los tambores que me hacen correr deprisa, deprisa y lejos.
Feliz muerte y resurrección, porque no olvidéis que de eso va toda la historia.
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Feliz Año!!