'Juego de series'
'Alien Earth', un xenomorfo en la isla de Peter Pan

Sydney Chandler (Wendy) en 'Alien: Planeta Tierra' / Disney+
José Antonio Martínez Perallón
La saga Alien ha llegado a Disney para quedarse. El año pasado muchos espectadores ya tuvieron una grata sorpresa con la llegada de Alien Romulus a los cines. Esta semana ha terminado en Disney Plus el desembarco de los xenomorfos en la pequeña pantalla, con un final que deja clara la posibilidad de que se puedan hacer nuevas temporadas. Era un proyecto muy esperado por la confianza que inspiraba el hecho de que haya sido puesto en las manos de Noah Hawley, creador de otras series de culto como 'Fargo' o 'Legión'. La adaptación televisiva de la franquicia iniciada por Ridley Scott es absolutamente respetuoso con la saga cinematográfica de terror, combinando los homenajes que harán las delicias de los fans con la búsqueda de nuevos caminos para la saga. Si la versión televisiva de 'Fargo' era un tributo que Hawley hacía al cine de los hermanos Coen, 'Alien Earth' rinde pleitesía a algunos de los títulos de ciencia ficción más emblemáticos de Scott en la pequeña pantalla. Tanto el octavo pasajero, como ese futuro deshumanizado de los replicantes en 'Blade Runner'.
La acción se sitúa en 2120, según las sinopsis, dos años antes del fatal encuentro de los tripulantes de la Nostromo con los xenomorfos. Las precuelas de la saga ya nos habían deslizado que no se trató de un encuentro casual, sino que la compañía que financiaba la expedición había destinado muchos recursos para hacerse con un ejemplar del depredador perfecto. Tanto la cinta de Scott, como la secuela de James Cameron nos trasmitían una cierta inquietud por cuál podría ser el futuro de la raza humana por la irresponsabilidad de corporaciones sin escrúpulos. Incluso en los cómics se nos mostraba que a la Humanidad le esperaba un futuro apocalíptico si los xenomorfos llegaban a la Tierra. Es una lección básica para quienes analizan biosistemas: si se introduce una especie no autóctona en un nuevo entorno, se expandirá sin control al no contar con ninguno de sus depredadores naturales. Las otras secuelas de la saga no siguieron esos derroteros, sino que siguieron dejando a los xenomorfos peleando con Ripley en el espacio exterior. Por este motivo, había una gran expectación por saber qué pasaría con la llegada de los Aliens a nuestro planeta. Aunque el hecho de que la serie fuera una precuela nos insinuaba que la cosa no podía ser tan definitiva.
De hecho, la cosa tiene trampa porque los alienígenas llegan tras estrellarse una nave en alguna remota isla en el Pacífico. Este hecho limita la crisis a un espacio muy determinado, en el que poder hacer contención de daños y que la plaga se extienda sin control. Por cierto que la nave pertenece a la Corporación Weyland-Yutani. La misma que organizó el viaje de la Nostromo. De hecho, los escenarios de la astronave que aquí vemos nos recuerdan mucho a ella. Pero el lugar del accidente no es un sitio cualquiera. Es la sede de otra compañía rival que aspira a quedarse con los tesoros biológicos que se encuentran entre los restos del siniestro. Prodigy es la propietaria de la isla y una de las cinco corporaciones que gobiernan el mundo. La guerra comercial está abierta y en ella los peones son piezas sacrificables en una partida, donde los alienígenas no son precisamente los verdaderos monstruos. La nave siniestrada no solo transporta los huevos de los xenomorfos que tan malos tratos nos han hecho pasar. Hay otros nuevos especímenes tan aterradores como los Aliens y que desde sus primeras apariciones dejan claro que el tamaño no importa. Los xenomorfos son otra amenaza más, aunque ellos den título a la serie.
Me llamó la atención el hecho de que la acción se sitúe cien años después de nuestro presente. Un marco temporal que nos permite reconocer muchas cosas de ese siniestro futuro que la serie dibuja, tanto de nuestro mundo actual como de los derroteros por los que parece avanzar. Un mundo donde los gobiernos tradicionales se han desmoronado y gobiernan los intereses de las corporaciones. El dueño de Podrigy bien podría ser uno de esos nuevos millonarios megalómanos, que se ve como un nuevo Peter Pan, aunque tiene más similitudes con el Capitán Garfio. ¿No será el xenomorfo el equivalente al cocodrilo que siempre le perseguía? Con una actitud ante la vida que es la de un niño que se resiste a crecer y que dentro de su delirio se ha creado su propia Isla de Nunca Jamás y su propia pandilla de los niños perdidos. No es casual que en los monitores de estas instalaciones se proyecte continuamente el clásico de Disney. El grupo está formado por niños con enfermedades terminales que han desarrollado algún tipo de habilidades y que forman parte del primer grupo de seres humanos cuyas consciencias han sido trasladados a cuerpos sintéticos. Niños atrapados en el cuerpo de adultos para siempre y a quienes el inicio de la crisis alienígena les obliga a crecer de repente. Para sus nuevas encarnaciones eligen nombres de distintos personajes de Peter Pan.
La protagonista no podría ser otra que Wendy, la inseparable novia de Peter Pan, que aquí se convierte en la heroína de esta nueva encarnación de los niños perdidos. Interpretada por Sydney Chandler, el personaje aspira a recoger el testigo de heroína de la saga que durante años ha llevado Sigourney Weaver. Aunque a diferencia de su predecesora, no se puede decir que sea una enemiga declarada de los xenormorfos, ya que (aunque esto puede ser un spoiler para quienes no sepan nada de la serie) parece haber desarrollado una habilidad para comunicarse con ellos e incluso manejarlos a su antojo. Puestos a seguir poniendo referentes de otras películas, sería un Elliot que ha encontrado a su E. T., pero este es menos encantador. Siguiendo con otros símiles, el androide interpretado por Timothy Olyphant, que es guardaespaldas y mentor de los niños perdidos, bien podría ser una especie de Campanilla en esta particular versión de la Isla de Nunca Jamás.
El final de la primera temporada es abierto para que la historia pueda ser continuada en nuevas temporadas, pero no son uno de esos cliffhangers que nos tengan comiéndonos las uñas esperando a ver la continuación. Aunque funciona como un final cerrado, el desenlace deja muchos cabos sueltos. Al contrario que en 'Fargo', Hawley no agota la historia en una temporada, sino que ha dejado las puertas abiertas para más episodios en los que le encantaría involucrarse. La saga quedaría en buenas manos.
Vía: Información
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