La tecla emocional

Laporta, durante un acto

Laporta, durante un acto / EFE

Carme Barceló

Carme Barceló

El parte médico del primer equipo masculino indica una grave astenia primaveral. O anemia. O bajada de tensión. Éste es el diagnóstico en bloque. Uno por uno ya se encargan, desde dentro y desde fuera, en señalarlo y señalarse a sí mismos. ¿Desgana? ¿Desmotivación? ¿Desconexión? ¿Apatía? Desde el 0-4 en el Santiago Bernabéu y tras el excelente partido contra el Sevilla, el equipo de Xavi ha caído y hundido mental y físicamente.

“La culpa es mía. No di con la tecla emocional”, se autoinculpaba el técnico en la rueda de prensa posterior a la debacle ante el Rayo Vallecano. No digo que no. Pero ni él fue el único responsable anímico de la goleada al Real Madrid ni tampoco de los últimos resultados negativos ante equipos teóricamente inferiores. Puede que estos rivales no ‘pongan’ a los jugadores pero cuando les pagan la nómina, no hay distinciones: tienes que cumplir ante los grandes y ante los pequeños. Faltaría más.

Sería fácil cerrar aquí el tema porque, además, evitaría ahondar en otras realidades tan o más tozudas que éstas. Pero ni ante los blancos eran tan buenos ni hoy son tan malos. Lo que sí es verdad es que los jugadores, en general, han entrado en una dinámica de cierta dejadez a la par que se les nota que tienen unas ganas enormes de acabar esta temporada y que corra el aire.

A Joan Laporta, al que la paciencia no es una virtud que le adorne, le han sobrado muchas soflamas puntuales que no responden al ‘es lo que hay’. Una cosa es inyectar moral a la tropa y otra, muy distinta, ilusionar en exceso a una parroquia que no se levanta de una que ya cae en otra.

“Estamos en la era post Messi y hay que tener mucha paciencia”, apuntaba Xavi tocando una tecla que pocos han querido o se han atrevido a pulsar. Él sí que sabía a lo que venía cuando firmó. Probablemente el único que sí aceptó y asumió las condiciones de un presente y un futuro inmediato sin el argentino. Tenía muy claro lo que suponía digerir la marcha del mejor jugador del mundo, del ‘pichichi’ en goles y asistencias. Laporta pasó página rápido y desvió el foco con mensajes de positividad e ilusión que, más por necesidad que otra cosa, casi todos compraron.

Un equipo no se reconstruye en cuatro días y ese era el ‘mantra’ que debía repetir públicamente. Desde la humildad y la responsabilidad. El incontestable 0-4 le animó a hablar de celebrar la Liga en ‘Luz de Gas’ y a apartar las nubes con sonrisas. Su tecla emocional. La misma que le llevó a ganar las elecciones.