Los tatuajes se han convertido en la marca personal de gran parte de la sociedad, pudiendo encontrarlos de todos los estilos, incluso a modo de reclamo estético, como es el caso de las cejas. Podemos encontrar fácilmente locales habilitados para ello, por lo que la competencia de precios los hacen cada vez más atrayentes.
Si bien el tatuaje nos hace reflexionar sobre la imagen artística y la zona corporal en la que deseamos lucirlo, qué menos que asesorarnos correctamente sobre el procedimiento, las calidades de las tintas y los cuidados necesarios a largo plazo.
Índice de contenidos del artículo
Realizarse un tatuaje es prestar nuestra piel a modo de lienzo, pudiendo plasmarse en ella verdaderas obras de arte. Dependiendo de si deseamos lucirlo de forma permanente o temporal, se utilizarán distintas técnicas y pigmentos.
Para realizar un tatuaje permanente, se requiere un máquina manual, cuyo mecanismo se asemeja al de una máquina de coser. En un primer lugar, se inyecta la tinta en la dermis (la capa intermedia de la piel) mediante microperforaciones realizadas con microagujas esterilizadas y, tras ello, se produce un impulso repetitivo de las partículas de tinta, para que migren hasta zonas más profundas de la dermis, donde deberían quedarse depositadas.
En un tatuaje temporal, normalmente no se requiere ninguna agresión cutánea; sólo se deposita la tinta en la capa más externa de la piel (en la epidermis), y poco a poco se irá degradando por la propia descamación y renovación celular que caracteriza esta capa.
Existe una amplia gama de tintas en función del resultado que se desea obtener, del color y de la sensibilidad cutánea.
Todos los pigmentos requieren unos condiciones mínimas que deben cumplirse:
Actualmente, el 80 % de las tintas están compuestas por pigmentos vegetales. Este tipo de pigmento es el elegido por los veganos y los que tienen sensibilidades cutáneas, ya que se consigue a partir de compuestos orgánicos, que son totalmente naturales.
Tienden a decolorarse más fácilmente, pero son más fáciles de retocar pasados unos años. También son los que se utilizan en los tatuajes temporales.
Las tintas acrílicas suelen estar fabricadas a partir de metales, cuya composición variará en función de la tonalidad y del efecto deseados (fluorescencia, brillo).
En torno al 60 % contienen pigmentos azoicos, algunos de los cuales pueden transformarse liberando aminas aromáticas, que son cancerígenas.
Veamos una lista no exhaustiva de los principales compuestos según los colores.
Tatuarse genera un estrés en el cuerpo, del cuál deberá defenderse y reaccionar.
La piel es una de las mayores barreras de protección que tenemos frente a agentes externos. Cualquier alteración que podamos sufrir en ella, va a provocar una activación del sistema inmunitario. El proceso del tatuado se considera como una agresión, de manera que, las micro perforaciones van a provocar un sangrado y su posterior cicatrización, y la presencia de la tinta va a estimular que las propias células de la piel y del sistema inmune intenten degradarla.
Una vez los pigmentos ingresan en la dermis, van a ser interceptados por los fibroblastos, (unas células que contribuyen a formar el colágeno), englobándolos en una matriz para que no se desplacen.
Por otra parte, los macrófagos (unas células del sistema inmunitario), también van a atacar esos pigmentos para intentar degradarlos. Esto no se producirá más que de forma parcial, con las partículas de menor tamaño, mientras que las más grandes no podrán ser degradas. En este caso, los macrófagos terminarán por morirse tras su intento fallido, pero a continuación vendrán otros que seguirán el mismo proceso, manteniendo en alerta al sistema inmunitario continuamente para controlar que la tinta no se desplace.
Ambos efectos son lo que provocan que el tatuaje pierda algo de color pasadas unas semanas, que se mantenga el diseño a largo plazo y, al mismo tiempo, es un signo de que el sistema inmune funciona correctamente.
La reacción que se produce tras perforar la piel e inyectar la tinta, se traduce en enrojecimiento, calor e hinchazón localizados, con su correspondiente dolor, que variará en intensidad dependiendo de la zona corporal y de la tolerancia de cada persona. Sin embargo, no deja de ser una fase necesaria ante esta agresión y, normalmente, es transitoria pero, en ocasiones, puede desembocar en en una inflamación mayor.
Como hemos visto, el sistema inmune es capaz de retener esos pigmentos a nivel cutáneo de forma permanente, de tal manera que el tatuaje perdure, y nuestro organismo esté protegido de esos cuerpos extraños. Pero, en ocasiones, algunas partículas pueden migrar a capas más profundas, llegando a la circulación sanguínea.
Una vez en la sangre, volverán a ser interceptadas por el sistema inmunitario, aunque pueden escapar a este sistema defensivo si se produce una liberación excesiva, ya que sobrepasaría su capacidad neutralizante, o que las partículas sean tan diminutas (hablamos de nanopartículas, que son infinitamente más pequeñas que algunos virus) y que no sean detectadas por las células inmunitarias. De este modo, llegarán a depositarse en órganos y tejidos provocando una disfunción en los mismos.
Evidentemente, una persona sana tendrá un sistema de desintoxicación eficaz, pero si se mantiene a largo plazo, y se saturan esas capacidades de eliminación. El organismo acumulará cada vez más pigmentos, siendo este el punto de inflexión para el desarrollo de síntomas y enfermedades.
Este proceso migratorio se produce a lo largo de toda la vida, incluso habiéndose quitado el tatuaje, ya que los pigmentos que hayan podido depositarse, pueden volver a salir a la circulación sanguínea, y llegar a nuevos órganos y tejidos.
No siempre van a producirse efectos adversos, pero hay que tener en cuenta la posibilidad de que ocurra.
Se pueden producir reacciones alérgicas, con un riesgo de desembocar en anafilaxia (reacción alérgica grave que puede llegar a ser mortal), fototoxicidad (irritación con la exposición solar), infecciones o alteraciones de la cicatriz (queloides), disminución del sudor (los metales como el aluminio bloquean las glándulas sudoríparas) con hiperhidrosis de otras zonas por compensación, etc.
Es importante prestar atención a la respuesta del organismo cada vez que se realice un tatuaje, a pesar de que la primera vez no se haya producido ningún efecto adverso. Con cada exposición a la tinta, el sistema inmune se va sensibilizando a modo de alerta, y es impredecible cómo podría reaccionar ante las sucesivas exposiciones.
Debido a la capacidad migratoria que tienen los pigmentos de tinta, pueden llegar a alterar diversos órganos y tejidos provocando una gran variedad de síntomas, y un riesgo de desarrollar enfermedades:
Alergias de nueva aparición o empeoramiento de las ya conocidas, lesiones musculo-tendinosas, alteraciones neurológica y cardiacas, infertilidad, osteoporosis, hipotiroidismo, diabetes, enfermedades autoinmunes, pueden atravesar la placenta, desprenderse a través de la leche materna, provocar mutaciones del ADN, y un largo etcétera.
Aventurarse a realizarse un tatuaje no está exento de riesgos a corto y largo plazo, por lo que hay que tener en cuenta algunas consideraciones.
Es bien sabido que los primeros días tras el tatuado, hay que tener un cuidado especial como hidratarse la piel y no exponerse al sol. Podríamos recomendar seguir estas pautas durante toda la vida, puesto que la exposición a los rayos UV (esto incluye las cabinas de bronceado) va a tener un efecto de degradación de las partículas de pigmento, por lo que se reducirá su tamaño, distorsionando el dibujo, y migrando a la sangre más fácilmente.
Plasmarse un tatuaje conlleva una estimulación permanente del sistema inmunitario y de los mecanismos de desintoxicación, de manera que, si seguimos una dieta de mala calidad, dificultaremos que el organismo funcione de forma óptima.
Los mejores aliados serán alimentos ricos en antioxidantes (vitaminas A, C, D, E, Selenio, Zinc), con efecto antiinflamatorio (omega 3, omega 9, vitamina D, magnesio) y los que favorezcan la movilización y eliminación de toxinas. Todo ello junto con proteínas de calidad, también favorecerá la cicatrización y renovación celular.
Podríamos destacar las frutas, verduras de hoja verde, algas, ajos, cebollas, pescados azules, champiñones, alcachofas, crucíferas, aceite de oliva, frutos secos, chía, lino, carnes magras, huevos, etc.
Sin olvidar una buena hidratación y evitando el alcohol en exceso.
Elegir la zona corporal del tatuado da que reflexionar, y no por el simple hecho de que se vea más o que te guste exhibir esa parte de ti. Si pensamos en que podríamos requerir algún procedimiento médico, puede que el tatuaje cause cierta controversia a la hora de realizarlo. Por ejemplo, si lo tienes en la zona lumbar y tienen que hacerte una anestesia epidural (ya sea para el parto o para alguna cirugía de miembros inferiores), una punción lumbar (extracción de líquido cefalorraquídeo), u operarte de columna; si lo tienes en la zona del pubis o abdomen, y hubiera que realizarte una cesárea o una cirugía abdominal; si lo tienes en el tórax y tienen que ponerte un tubo de drenaje pleural, etc.
Atravesar o rajar la piel tatuada puede desplazar parte de la tinta al interior del organismo, y también podría verse comprometida la cicatrización.
No quisiéramos ser alarmistas, ni desearte ningún mal, pero todo lo que hagas en tu cuerpo, puede tener repercusión en un futuro.
Los metales de algunas tintas pueden tener interferencias con la realización de resonancias magnéticas, provocando quemazón en la zona tatuada.
Las partículas más pequeñas de tinta pueden atravesar la placenta y secretarse por las glándulas mamarias, a pesar de haber transcurrido varios años desde el tatuado.
Como norma general, se permite donar transcurridos entre 6 meses a 1 año, siempre y cuando no haya habido complicaciones, y los criterios durante el procedimiento hayan sido los correctos.
Quién sabe si algún organismo médico pudiera plantearse excluir de la lista de candidatos donantes a la gente tatuada, por la posibilidad de la acumulación de tóxicos en el organismo de forma permanente.
Realizarse un tatuaje es una elección muy personal, que conlleva una responsabilidad estética y de salud. Cerciorarse de acudir a un establecimiento que cumpla las normativas sanitarias vigentes, con tintas certificadas y realizado por un experto tatuador, son las claves para evitar injurias innecesarias en tu organismo.
Al mismo tiempo, debes ser consciente de los posibles efectos e inconvenientes futuros que pudieran sucederse.
Teresa Calvo Iglesias – Médico especialista en Neumología con más de 10 años de experiencia en el ámbito internacional. Mi pasión por la nutrición y los hábitos saludables me llevó a formarme como Terapeuta Nutricional. Integro estas fuentes de conocimientos aplicando la biotecnología basada en estudios epigenéticos, para reestablecer su organismo de forma personalizada. https://doctoracalvo.com/