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La sensatez es bien joven

Publicado por
Alfredo Varona
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La nueva perla del atletismo español: Miguel González Carballada. Hijo de medallista paralímpico, retrata a Jesús España hace 15 años. Tiene dos entrenadores: Juan del Campo y Luismi Berlanas

– ¿Has llamado a Mariano?

Mariano Castiñeira es un viejo traumatólogo ya jubilado de Lugo que no sólo le formó a él, a Miguel Gonzalez Carballada (1998). También formó  en otra generación a su padre que fue un atleta de 13’28” en 5.000 y que en Budapest, cuando buscaba la mínima para los Juegos de Barcelona 92, sufrió una trombosis. Hoy, el hijo trabaja para batir las marcas del padre. Ha dejado Lugo y ha emigrado a Madrid, a una habitación de la residencia Blume, donde lo tiene todo. Hasta un entrenador como Juan del Campo que, por encima de un atleta exitoso, reivindica la formación de una persona para toda la vida. De ahí esa pregunta nada más terminar el Europeo de cross de Cerdeña en el que Miguel tuvo un papel imperial, noveno clasificado, la sensación de que mañana todo será posible:

–  ¿Has llamado a Mariano?

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La respuesta de Miguel, de 19 años, fue que sí y Juan del Campo, entrenador y profesor de Educación Física en la Universidad Autónoma de Madrid y precursor de esa pregunta, se agarra a esta anécdota para explicar la madurez de la nueva perla del atletismo español. “Un atleta al que pasa, como pasaba con Jesús España, no hay que preguntarle, ‘¿tú quieres ser atleta?’ Por eso intuyo que va a correr como corrieron los de mi generación”, apuesta Del Campo, de 49 años, en esta conversación cara a cara con la sensatez en la que no pasa nada por ponerle precio al futuro. “Miguel tendrá que hacer el último 500 en 1’07” para pelear algún día con los mejores en el 5.000″. Pero entonces no se capta pánico en la mirada del muchacho que pide esa manera de vivir. Un atleta de 19 años, con ingredientes naturales y con una biblioteca de atleta en la memoria. “Hasta los 12 años, jugaba al fútbol en el Club Deportivo Lugo. Pero tuve un entrenador que me animó a correr algún cross y después entendí que este podía ser mi deporte. Se lo pregunté a mi padre y él me dijo que no tuviera miedo, que el atletismo no es tan duro”. Quizás por eso hoy el hijo es el reflejo de ese día, de ese padre suyo que luego se recupero y ganó medallas en 1.500 en los Juegos  Paralimpicos y hasta de esa pregunta de Cerdeña que nunca será una pregunta más. Quizás porque se trata de una pregunta formidable.

– ¿Has llamado a Mariano?

Porque, a partir de esa pregunta, Juan del Campo radiografía algo más que un atleta. Radiografía al muchacho que se ha encontrado en Madrid “al que uno no tiene que convencer de que cuando realmente comienza el atletismo es pasada la época junior, porque es él mismo el que te lo dice. Tampoco le tienes que explicar, ‘mira, muchacho, ahora tenemos que entrenar lo mejor posible para entrenar lo menos posible’, porque necesitamos ese colchón para utilizarlo el día de mañana”. Pero precisamente ahí está la diferencia. “Es lo que te permite ver que si tiene molestias se sube él mismo a la elíptica, antes de que se lo digas tú, o de que nunca llegue a la extenuación en un entrenamiento y de que te diga, ‘podía haber hecho más’, porque en una escala del 1 al 10 se ha esforzado un 7 que es de lo que se trata ahora”. Y entonces Juan Del Campo se recuerda a sí mismo la fortuna que tiene él, junto a Luismi Berlanas, de guiar a este muchacho, y de no renunciar a esa pregunta que, en vez de ser un martirio, es un estímulo:

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“No me asusta mirar al ranking y verme arriba. No me asusta ser el mejor o, al menos, intentarlo”, explica Miguel

– ¿Has llamado a Mariano?  

“No me asusta mirar al ranking y verme arriba. No me asusta ser el mejor o, al menos, intentarlo”, explica Miguel en Madrid sin nostalgia de lo que dejó en Lugo, “porque aquí estoy bien. Salgo de la habitación y veo a Sergio Fernández al que conozco desde hace mucho tiempo”. También se está haciendo hombre. “He aprendido lo que es una rotura de soleo yo, que no me había lesionado nunca. Pero veía que acababa cojo después de competir y tras cuatro resonancias llegamos a ella”. Un proceso en el que hay que escuchar mucho y descubrir que, como decía Harry Potter, “la verdad es una cosa terrible y hermosa y por lo tanto debe ser tratada con gran cuidado”. “Será un atleta rápido en el 5.000, pero ha de concienciarse de la dureza de esta prueba en la que llegar al 3.000 es fácil”, explica Del Campo. “Pero pasar del 3.000 al 4.000 es como el desierto cuando ves a todos los negros delante y sientes que aún queda un mundo hasta la meta. El último kilómetro, cuando ya hueles la meta, es otra cosa, pero para llegar hasta él no sólo hay que ser muy duro. Tienes que encontrar a alguien que valiendo 3’35” no se haya acomodado en el 1.500″.

Siendo junior, Miguel González ya ha hecho 14’18” en 5.000 y 30’20” en 10.000. “Pero de ahí a que pueda terminar la última vuelta en 51 segundos aún queda tanto…”, dice él. “Supongo que esto me lo dirá la vida que me ayudará a perfeccionarme, a corregirme”. De hecho, en Madrid, acaba de darse cuenta de que no es oro todo lo que reluce. “Vine a estudiar enfermería, porque me gustaba el ámbito sanitario, mi madre se dedica a eso, pero me estoy dando cuenta de que no sé si esto me queda grande o no es lo mío”.  Pero las dudas son necesarias. “Las dudas demuestran que no todo puede ser perfecto en la vida”, señala Del Campo. “Sin ir más lejos, en el atletismo. No todos van a llegar. Al final, sólo llegarán unos pocos. Pero de lo que se trata es de que, cuando pasen 14 o 15 años, volvamos a vernos y a recordar que todo lo que aprendimos en estos años nos valió para el resto de la vida”.  Y de ahí la importancia, de nuevo, de esa pregunta, mayúscula y literaria, que nos ha guiado con pasión desde que empezamos este relato:

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 – ¿Has llamado a Mariano? 

Quizá porque esa pregunta lo encierra todo y hasta nos recuerda que olvidar lo que se aprendió en la infancia sería perder. Un grito de formación, en realidad, sin el que  todo este proceso no sería como es. Ni siquiera se le podría poner fecha. “Tenemos que ir a los Juegos de Tokio 2020, al menos, a decirles ‘hola, aquí estamos y así somos'”, insiste Del Campo. “Los siguientes ya deberían ser los suyos sea conmigo de entrenador o con otro, él importante es él”. Pero para entonces Miguel González Carballada debería ser un atleta de ley, destinado a aspirar a todo como le insinuaba Mariano Castiñeira en aquellos tiempos, esos tiempos que se ajustan a lo imprescindible.  “Sin los entrenadores de base, no existiría el atletismo de alto rendimiento”.

@AlfredoVaronaA

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