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Katir aprueba las oposiciones

Publicado por
Alfredo Varona
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El atletismo español se iba de vacío en la pista hasta que apareció Mohamed Katir en el último minuto con una medalla de plata que sabe a oro.

Supongo que mañana Gregorio Parra me contará lo que le dice Gabi Lorente, ese hombre joven y discreto que entrena a Katir.

Gregorio acostumbra a escribirle por WhatsApp después de grandes competiciones.

Son paisanos (murcianos los dos).

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Pero antes de que me cuente Gregorio yo recuerdo que hoy, a las 20.00 horas de la noche, España se iba de vacío en la pista.

Sensación fea, agridulce tras tantos días para volver a casa.

Casi hasta era natural tener celos de la marcha (cuatro oros).

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Pero… ¿qué se le va a hacer?

La envidia es el único pecado del que no se obtiene ningún beneficio.

Y se había intentado.

Y Mario García Romo corrió la final de 1.500 en 3’30”.

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Y Adrián Ben estuvo tan cerca y tan lejos el sábado porque igual que pudo ser tercero también pudo ser quinto.

Pero estuvo, que es lo que deseábamos.

Y ver a uno de los nuestros ahí nos relaja como un baño en la playa.

Porque esto es un Mundial tan difícil como unas oposiciones a notarías.

Y no importa lo bien preparado que vayas, que te crujen por todos lados.

En el Mundial surgen rivales hasta debajo de las piedras.

Es casi más normal que un atleta español caiga en la fase previa que luche por las medalla.

Y no podemos ofendernos.

Hay que ser realistas.

Ha sido siempre así.

Y nos hemos acostumbrado a vivir así salvo raras excepciones.

Y antes de los JJOO de Tokio surgió una excepción en toda regla.

Se llamaba Mohamed Katir y nació en Mula (Murcia) y nos trajo unas marcas que ni nos imaginábamos a pedir a los Reyes Magos.

Y nada menos que en 5.000 (territorio históricamente vetado para los atletas españoles).

Gregorio Parra, en treinta años de narraciones en TVE, no cantó ninguna posibilidad de medalla en 5.000 en un Mundial.

Pero Gregorio, a los setenta y tantos años, ya no tiene celos.

Por eso anoche a falta de trescientos metros cuando saltó Katir y se quitó de en medio a etíopes y keniatas (y a Ingebrigsten incluido), apuesto a que Gregorio pegó un grito efusivo en su casa de Madrid.

Katir le entregaba a él y a todos los españoles un cheque en blanco para soñar.

Y aquí nos gusta soñar.

Y por un momento vimos a ese hombre (Mohamed Katir) campeón del mundo de 5.000 metros.

Pero la última recta iba a hacerse larga, casi eterna.

Y faltaban los dientes de sierra de Ingebrigsten que, como no podía ser de otra manera, llegó a la tierra prometida.

Y no consintió el oro de Katir.

Pero nos quedamos con la plata, que sabe como una paga extra inesperada.

Hay que ser sinceros: esta medalla ha sido un embarazo que se ha hecho de esperar en el Mundial de Budapest.

Ha venido casi con el tren en marcha cuando se cerraban las puertas.

Ha sido el gol en el último minuto de Katir.

Lo ha hecho con una seguridad que él mismo ya había adelantado tras la semifinal en la cámara de José Maria Rubí.

Entonces se mostró rabioso y seguro. Pero la seguridad no tiene por qué caer bien y la rabia también puede ser el principal alimento de un atleta.

Y ayer Katir despegó una sonrisa y una simpatía frente a Rubí que necesitábamos para terminar de identificarnos con él.

Quizás porque él mismo había solucionado una cuenta pendiente consigo mismo.

Quizás porque la realidad es lo único que no tiene remedio y como me escribió Gregorio Parra el día que Katir cayó en semifinales de 1.500:

– Desde mi punto de vista, KATIR es más de 5000. Doctores tiene la iglesia.

Y en el 5.000 ha solucionado el dolor de cabeza que perseguía al atletismo en este Mundial de Budapest en la pista.

Y nos hemos abrazado a él como necesitábamos hacerlo desde hace mucho, mucho tiempo.

Mañana ya os contaré en Twitter lo que le cuenta Gabi Lorente, su entrenador, a Gregorio (si es que él me lo permite).

Mientras tanto, apagamos las luces contentos, que es la mejor manera de despedir un gran campeonato.

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Alfredo Varona