Nos metemos de lleno en el vasto debate alimentario. Cada uno es de alguna forma consciente de que hay algunos alimentos que le sientan más o menos mal, y lo cierto es que existen ciertos productos alimenticios o componentes muy concretos que son “rechazados” por algunos organismos. ¿Qué menú pediría tu cuerpo si pudiese hablar directamente con el camarero?
Hablaremos de las incompatibilidades alimentarias y algunas de las formas que existen para determinarlas, así como las discrepancias que generan.
Ponemos sobre la mesa tres de los más populares:
Se hace necesario aclarar la diferencia entre alergia e intolerancia; la alergia produce una reacción inmediata de nuestro cuerpo ante el elemento “hostil”, y además es para siempre. Sin embargo la reacción frente a una intolerancia alimentaria la encontramos en un plazo más largo, siendo más complicada la identificación del alimento en cuestión.
Los síntomas más frecuentes que acompañan la intolerancia alimentaria son: diarreas, cólicos vómitos, gases, cólicos, alteraciones del carácter, ruidos intestinales, estreñimiento, hinchazón abdominal, etc…En muchas ocasiones los síntomas pueden estar ausentes o pasan desapercibidos, dificultando el diagnóstico.
Las intolerancias alimentarias suelen ser causadas por determinadas proteínas presentes en algunos alimentos que generan anticuerpos, o por la falta de alguna enzima que imposibilita la metabolización de una sustancia determinada, como la lactosa. Por tanto al contrario de lo que sucede con las alergias, en las intolerancias no está involucrado el sistema inmunitario. No es el caso de la enfermedad celíaca (EC), caracterizada por una reacción inflamatoria, de base inmune. en la mucosa del intestino delgado que dificulta la absorción de macro y micronutrientes, por intolerancia permanente al gluten del trigo, cebada, centeno y avena.
1-Test de incompatibilidad alimentaria. Los más famosos son el test Alcat, el test Alpha-200 y el método Voll. Varían entre los 80€ y los 500€ de precio, y ofrecen desde aplacar los síntomas de las incompatibilidades alimentarias hasta la pérdida de peso sin esfuerzo. La controversia está servida, ya que según la comunidad científica carecen de fundamento al no haber sido contrastados sus resultados de forma correcta. Aproximadamente un 20% de la población desarrolla durante su vida alguna intolerancia alimentaria, por lo que existe un potente mercado para cualquier producto que pueda arrojar luz sobre esas cuestiones.
2- Dieta de ADN. La nutrigenética o nutrigenómica es la ciencia que estudia las posibles aplicaciones dietéticas y alimentarias del genoma humano. Existen ciertas enfermedades y patologías asociadas directamente a determinados genes, pero el tema es mucho más complejo de lo que pueda parecer. Lo que casi siempre sucede es que un gen siempre está presente con una determinada patología, pero también es posible encontrarlo en individuos sanos; las innumerables variantes genéticas y combinaciones que puedan ser causantes del problema complican el análisis.
Cada individuo posee cientos de posibles variantes genéticas de riesgo y consume una dieta muy compleja. La información que aporta el genoma está ahí, pero a día de hoy es necesario desarrollar herramientas matemáticas y bioinformáticas que permitan convertirla en una herramienta últil para la salud pública. Con esto queremos decir que tenemos entre manos algo auténtico, pero que a día de hoy los expertos en genética catalogan esta herramienta como un indicativo y no una certeza.
Por otra parte está el desprestigio que están suponiendo para esta tendencia los laboratorios y empresas fraudulentas que ofertan dietas en base a tests genéticos a precios ridículos. Vendedores de humo que han llegado a reportar los resultados a algunos usuarios incluso sin haber ellos enviado la muestra. En un test genético es fundamental la forma en que se obtiene el material a analizar, así que cuando se te pida conseguir tu propia muestra y enviarla, comienza a desconfiar.
3- Dieta de grupo sanguíneo. El Dr. Peter d’Adamo probablemente no imaginó que su libro “Los gupos sanguíneos y la alimentación“ sería una especie de best seller. Todos los seguidores de esta dieta o metodología para determinar incompatibilidades alimentarias proviene del libro mencionado. Básicamente consiste en limitar los tipos de alimentos en función del grupo sanguíneo. Se fundamenta en las lectinas, proteínas presentes en los alimentos; según d’Adamo si la lectina de un alimento no es compatible con el antígeno del grupo sanguíneo de la persona, pueden generarse reacciones adversas.
La ciencia sin embargo denuncia la carencia de base científica en el trabajo del Dr. d’Adamo y le resta credibilidad por apuntar que se basa en puras especulaciones. Es verídico que mediante los grupos sanguíneos se pueden rastrear subgrupos de la humanidad así como sus migraciones, sin embargo los motivos que han llevado al cambio o mutación de los grupos sanguíneos nada tienen que ver con cambios de dieta, sino más bien con cuestiones inmunológicas; por ejemplo en respuesta a una antigua epidemia desconocida.
En conclusión, salvo métodos diagnósticos precisos para identificar la intolerancia (como los que se emplean en el caso de la lactosa, gluten o fructosa) parece que el único método fiable a día de hoy de cara a la intolerancia alimentaria es la exclusión unitaria de alimentos de forma sucesiva en nuestra dieta hasta identificar aquellos que producen el daño. Ensayo, prueba, error: se sustituye un producto por otro durante un periodo hasta identificar el que se lleve consigo la molestia.
El mejor consejo que hoy os podemos dar es que seáis cautos e incrédulos frente a las fórmulas milagrosas y los métodos misteriosos que andan por ahí. La comunidad científica en general y en concreto respetados organismos como la Organización Mundial de Alergia, advierten de que en general estas pruebas son ineficaces y desaconsejan su uso para hacer frente a las alergias o las intolerancias alimentarias. En caso de sospechas debes acudir a un médico especializado en afecciones alérgicas o inmunólogo y si conviene consultar a un dietista-nutricionista.
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En resumen, ninguna de las tres formas tiene respaldo científico.