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El maratoniano que no quiso jugar en el Nápoles

Publicado por
Alfredo Varona
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Camilo Santiago, que acaba de ser internacional con España, hizo hace diez años la primera media maratón de su vida en 1 hora 45 minutos. Tiene 35 años, fue futbolista y desechó la oportunidad de ir a jugar al Nápoles en Italia. “En el fútbol no me gustaba nada correr”, dice.

Hay historias distintas como el sombrero de Charlie Chaplin. Son historias que nos sacan del aburrimiento como la de este hombre, Camilo Santiago. Un tipo de 35 años que reclama que “nunca es tarde” y pone de ejemplo su vida. “La vida de alguien que empezó muy tarde a correr”. De hecho, hace diez años hizo la primera media maratón de su vida. Terminó entre la multitud, en 1 hora y 45 minutos. “Fui porque un compañero del trabajo me dijo que tenía un dorsal libre y me animé a ir a Donosti a pasar un fin de semana diferente por aquello de la ciudad, de los pinchos, de salir de la rutina”. Camilo pesaba 90 kilos y no tenía ni idea de lo que era esto. “Me fui a comprar unas zapatillas y me quedé con las que estaban de oferta. No pregunté siquiera si eran las más adecuadas para correr”. Sin embargo, aquel día arrancó una historia que, a los 35 años, aún está sin terminar. “Mi aspiración figura en el maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio”, reconoce ahora en voz alta sin menospreciar nunca la influencia de ese día, en San Sebastián, en el que nadie podía imaginar “que algún día fuese a lograr la marca para el Europeo de Berlín (2h13’56”)  o a correr el Mundial de media maratón en Valencia con el uniforme de España”. Pero eso es lo que ha logrado hoy. “He descubierto hasta donde puede llegar el amor propio”. 

Así que da toda la sensación de que hablamos de un valiente. “Yo era futbolista. Llegué a jugar en Tercera división en el Club Deportivo Villegas de Logroño. Jugaba de mediocampista. Tenía buena zurda pero me faltaba recorrido. No me gustaba nada correr. Llegaba a los entrenamientos y, si veía los conos puestos, ya me enfadada. Me ponía en el círculo central y no sabía salir de ahí. Quizá no fuese yo, sino mi manera de entender el fútbol en la que el que realmente tiene que correr debe ser el balón”, insiste hoy en esta declaración de intenciones, que podría ser como un desahogo capaz de explicar que, en el fondo, la vida es una gran casualidad. “En su momento tuve una oferta para marchar al Nápoles a través de un representante, aquel año en el que le descendieron a tercera en Italia. Pero no supe decidirme. Tenía un trabajo bueno. Me había comprado mi piso. Estaba pagando la hipoteca y se trataba de un cambio tan radical que tal vez me asustó la posibilidad de emigrar”. 


Hasta ahora, el atletismo sólo me ha dado para cubrir gastos, pero es una vida tan bonita… Quería vivirla”

Hoy, a los 35 años, no se arrepiente de nada, porque “el destino también juega. Mi carácter no conectaba del todo bien con el fútbol. A veces, pienso que el fútbol sacaba lo peor de mí. Máxime si lo comparo con lo que vivo ahora en el atletismo, que me ha aportado una felicidad completa. No me pregunten por qué. Quizá fuese culpa mía y no del fútbol. Pero era así”. La prueba es que hace dos años dejó su trabajo de comercial para dedicarse a entrenar. “Tenía un ritmo de vida que no era posible para entrenar a ese nivel. Acababa de nacer mi hija y me faltaba tiempo. Tenía en casa los clásicos problemas que nos ocurren a los atletas cuando nos vamos a entrenar. No se puede estar en dos sitios a la vez. Así que decidí poner fin: arriesgué y dejé de trabajar para ver hasta donde puedo llegar en el atletismo”. Desde entonces, no le ha ido mal la vida. “No me ha ido mal”, matiza él, “pero tampoco me engaño. Hasta ahora, el atletismo sólo me ha dado para cubrir gastos, pero es una vida tan bonita… Quería vivirla y podía hacerlo , porque en casa tenemos el sueldo de mi mujer que trabaja en la Plataforma Logística de Inditex en Zaragoza, nos trasladamos a vivir aquí y alquilamos el piso que me compré a los 18 años en Logroño y, en fin, eso también es un dinero…”

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Camilo Santiago en el mundial de medio maratón en Valencia

 Sin embargo, hoy no vamos a hablar de dinero. Hay historias en las que, pese a todo, el dinero no es lo más importante. “Creo que me merecía esta oportunidad. A los 16 años, ya estaba trabajando en un almacén de tornillos. Luego, siempre he trabajado de comercial“. Pero esto es parte de la vida, “en la que nunca se sabe lo que pasará mañana” como ahora explica él. “Tengo mucho carácter, mucho amor propio. Quizá fue lo que me unió tan rápido al atletismo sin conocer de nada este deporte, porque, a los 15 días de San Sebastián, me apunté a la media maratón de La Rioja. Hice 1 hora 34 minutos y después vino la de Burgos en 1h27, donde acaba con la rodilla hinchada… Pero, una vez que la curé, me sentí tan motivado para entrenar hasta el año 2009 donde, sin entrenar específicamente, veo que hago 1 hora y 10 minutos. Al fin y al cabo, sólo seguía los planes de veía en las revistas. No tenía nadie que me explicase, ‘mira, Camilo, esto se hace así o así’. Sólo sabía que me gustaba lo que hacía y que cada día que pasaba era capaz de correr más rápido. Mi vida estaba cambiando radicalmente”.


“He encontrado una vida que saca lo mejor de mí. Me siento realizado. He aprendido que no todo es ganar”

  La prueba está en su aspecto físico, que ha bajado a 68 kilos en época de competición. La prueba está en que hoy es un atleta internacional que apuesta por el mañana y que habla desde lo más natural. Quizá las condiciones del atletismo que, a través de él, te demuestra que se puede ser internacional “y hay meses en los que no voy ni al fisioterapeuta” o que para entrar en el gimnasio paga su entrada. “En realidad, siempre digo que mi oficina de trabajo está en el parque Grande de Zaragoza que me queda a nada desde casa. Lejos de eso, he aprendido, excepto en épocas de transición, a ser cuidadoso con las comidas”, porque “no todo es lo que se entrena”. “Hay otra vida que no se puede pasar por alto”, señala él, convencido de su margen de mejora. “Mi entrenador nunca ha querido acortar los plazos conmigo, porque me decía que, al final, eso pasa factura. Por eso nunca he pasado en una semana de los 190 kilómetros. Ni siquiera para el maratón de Milán, donde bajé cinco minutos respecto a lo que había hecho en el último, en el de Valencia en 2016, y el hecho de lograr la marca mínima para el maratón del Europeo de Berlín, en un recorrido con tantos adoquines… Cada vez que lo recuerdo me emociono, porque dudaba de mí. Al final, el maratón es distinto a todo. Uno se hace tantas preguntas… Te parece que te faltan tantas cosas…” 

 Aun así Camilo Santiago siempre será un genuino exponente del amor propio. “No sé si tanto como eso”, replica, “pero creo que puedo llegar más lejos. Sé que estoy dispuesto a cumplir con todas las exigencias. He encontrado una vida que saca lo mejor de mí. Me siento realizado. He aprendido que no todo es ganar. Es más, la experiencia te enseña que no se puede ganar casi nunca, pero eso no te impide sentirte realizado como hablo con Toni Abadia, Raúl Celada, Txiqui Pérez…, todos esos días que salimos para entrenar por Zaragoza”. Entonces él nunca deja de recordar que la vida es una locura. “Hace 10 años yo realizaba 1 hora 45 minutos en media y ahora aguanto los ritmos de esta gente”. Pero así es el destino, llamado a ser una feroz caja de sorpresas que hoy nos envalentona a contar historias distintas como ésta y a recordar el sombrero de Charlie Chaplin. “El tiempo es el mejor autor”, decía él. “Siempre encuentra el final perfecto”. 

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@AlfredoVaronaA 

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Alfredo Varona