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Cómo alteran las radiaciones a nuestra salud

Publicado por
Dra. Teresa Calvo
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Hablar de radiaciones podría parecer algo inusual en nuestra cotidianidad, que solo afectase a un grupo poblacional minoritario, como pudieran ser astronautas, trabajadores de centrales nucleares, etc. Pero la realidad, es que estamos expuestos a radiaciones mucho más de lo que pensamos, debido a la revolución tecnológica en la que se ha embarcado nuestra sociedad.

En este artículo veremos cómo nos afecta una exposición crónica, cómo evitar acumular radiaciones en nuestras células, y cómo adquirir buenos hábitos para evitarlas.

¿Qué son las radiaciones?

Las radiaciones son la emisión, propagación y transferencia de energía en cualquier medio en forma de ondas electromagnéticas o partículas. Los seres vivos convivimos con las radiaciones desde nuestros orígenes: sin la radiación del Sol no habría existido vida en la tierra, ni podríamos calentarnos.

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Las radiaciones son de naturaleza ondulatoria y se caracterizan por su frecuencia (el número de ciclos por segundo en Hz), y la energía o la intensidad (en electronvoltios). Cuanto mayor es la frecuencia de la radiación electromagnética, mayor será su energía.

Todos los cuerpos emiten y absorben radiaciones, generándose un flujo dinámico de iones entre el cuerpo emisor y su entorno. Los ionizadores naturales, como la luz solar, el viento, la lluvia o el mar, son responsables de neutralizar las cargas positivas en el ambiente, generando cargas negativas, que son las beneficiosas para nuestro organismo. En función de la época del año y la zona geográfica, la exposición a la que estemos sometidos será variable. De esta manera, la acumulación de energía electromagnética será atenuada con la humedad y el calor, pero aumentará con el tiempo frío y seco.

Clasificación de las radiaciones


Hay varias clasificaciones de las radiaciones, pero nos centraremos en los dos grupos principales: las radiaciones ionizantes y las no ionizantes.

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Las radiaciones ionizantes o de alta energía

Son aquellas capaces de ionizar y romper átomos, induciendo daños celulares como la ruptura del ADN, lo que conlleva a mutaciones y desarrollo de enfermedades, pudiendo incluso transmitirse genéticamente. Este tipo de radiaciones son de muy alta frecuencia, y se incluyen las emitidas por las pruebas médicas de rayos rayos X o de medicina nuclear, las partículas emitidas por material radioactivo, radiaciones cósmicas y algunos tipos de rayos ultravioletas como los UVB y los UVC.

Las no ionizantes o de baja energía

No son tan potentes para ionizar ni romper átomos, por lo tanto no dañan el ADN. Existen dos tipos principales de radiaciones no ionizantes: los campos electromagnéticos de baja a media frecuencia (radiaciones ELF, radiofrecuencias y las microondas), y las radiaciones ópticas (infrarrojos, luz azul, luz visible y algunos ultravioletas como UVA).

Las radiaciones no ionizantes, suelen estar presentes en multitud de aparatos que utilizamos diariamente, incluyéndose:

  • todos aquellos que emiten información de forma inalámbrica (teléfonos móviles y estaciones base de telefonía móvil, teléfonos inalámbricos DECT, routers Wi-Fi, televisores Smart-TV, dispositivos Bluetooth, los monitores de vigilancia para bebés, las emisoras de radio como AM, FM, policía o bomberos, antenas parabólicas, radares marítimos o de aeropuertos, radiaciones ferroviarias, etc.)
  • los aparatos de resonancia magnética
  • las líneas de alta tensión
  • los cables de suministro eléctrico
  • los centros de transformación energética
  • algunos electrodomésticos como lavadoras, hornos microondas, cocinas de vitrocerámica o inducción, lavavajillas, secadores, equipos informáticos, maquinaria industrial, etc.

Efectos sobre la salud

Como hemos visto, las radiaciones ionizantes son las más nocivas para la salud. Sin embargo, el resto de radiaciones también influyen en nuestro organismo, aunque de una forma menos grave, si cabe decir, al sometemos a una baja exposición. Pero tienen un efecto acumulativo con una exposición repetida, siendo causantes de muchas afecciones crónicas. No obstante, una exposición muy intensa en un breve periodo de tiempo puede ser muy nociva.

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Cada persona tiene una sensibilidad diferente a las radiaciones, siendo los órganos más afectados el cerebro, pulmones, corazón, los genitales masculinos y femeninos, la glándula tiroides y los ojos. Los fetos, los bebés y los niños pequeños son especialmente vulnerables, puesto que las radiaciones se acumulan más fácilmente a mayor porcentaje de grasa y agua.

Nos enfocaremos en las radiaciones no ionizantes, que son con las que más interaccionamos.

Normalmente el impacto se desarrolla en varias fases:

  • Fase 1: síntomas neurológicos (cefaleas, vértigos, falta de concentración y de atención, disminución de la memoria inmediata), síntomas digestivos (náuseas, diarreas, acidez gástrica), síntomas cardio-respiratorios (sensación de ahogo, palpitaciones).
  • Fase 2: trastornos del sueño, irritabilidad, fatiga crónica, etc.
  • Fase 3: alteraciones del comportamiento como apatía, desinterés o irritabilidad típico en niños, o pseudodemencia en adultos. Hay indicios de patologías psiquiátricas como el autismo, o agravamiento de las mismas.

Otras afecciones que se han asociado son: problemas de reproducción por el daño causado en los espermatozoides y en los óvulos, leucemias, etc.

En algunos países del norte de Europa, ya se considera como enfermedad a la sensibilidad electromagnética, incluso se prohíbe el uso de wifi en guarderías y colegios.

Desmontando mitos de las radiaciones


Menos exposición cuanto más lejos

Teóricamente, el impacto de las radiaciones disminuiría a medida que nos alejamos de la fuente emisora. Pero en ocasiones ese efecto no disminuye debido a reflexiones, difusiones y difracciones, pudiendo llegarnos radiaciones desde direcciones inesperadas, causadas por las interacciones en el entorno con otros materiales, edificios, árboles, agua, nieve, etc.

Otra excepción se da con las antenas de telefonía, que ejercen un “efecto paraguas” , de manera que, si vives o frecuentas las zonas inmediatas a la antena, no tendrás tanta radiación como si te alejas del área determinada como segura, por lo que sería necesario contactar con la entidad que se ocupa de establecer esos márgenes de seguridad.

Mi zona es segura

A pesar de la ausencia de las convencionales fuentes emisoras altamente contaminantes en las zonas que frecuentamos, existen otras que pueden pasar desapercibidas para la mayoría de la población por falta de información, como son: aguas y alimentos provenientes de zonas con terrenos radiactivos, ciertos tejidos sintéticos, vivir o trabajar en una zona con altas concentraciones de gas radón (desintegración radiactiva natural del uranio presente en suelos y rocas), o sobre una zona de aguas subterráneas.

De hecho, algunos estudios demuestran que las corrientes de aguas subterráneas son el tipo de contaminación electromagnética más nociva que existe, incluso mucho peor que tener cerca una torre de alta tensión.

La irradiación de alimentos, no los vuelve radiactivos

La irradiación no debe confundirse con la contaminación de alimentos por materiales radioactivos, los cuales emiten radiaciones que pueden dañar la salud de la población expuesta a las mismas. La irradiación de alimentos no puede producir radiación inducida en los alimentos a las dosis que se aplican porque, aunque sean de alta energía, no es lo suficientemente intensa como para provocar los cambios necesarios para romper los átomos del alimento. En cambio, si bien ayudan a que sean menos atacados por plagas, prolongar la buena apariencia y que sean menos perecederos, pueden inducir cambios organolépticos y en sus propiedades nutricionales.

¿Cómo disminuir la exposición a las radiaciones?

La sociedad actual está cada vez más gobernada por las tecnologías, por lo que resultaría difícil evitar una exposición “cero”. Pero podemos cambiar algunos hábitos para disminuir dicha exposición:

Protegerse del Sol

El Sol es nuestra fuente de vida, otorgándonos un amplio espectro de radiaciones: la luz infrarroja nos permite calentarnos, las radiaciones UVA nos ayudan a sintetizar la vitamina D, y las plantas utilizan ciertas longitudes de onda solar para realizar la fotosíntesis. Sin embargo, también emite radiaciones nocivas para los seres vivos, que son amortiguadas por la capa de ozono terrestre. La problemática actual reside en el deterioro imparable de esa pantalla protectora natural, que impide filtrar al 100 % las radiaciones nocivas.

Es por ello que hay que tomar precauciones, utilizando cremas solares, reduciendo la exposición en latitudes y momentos del día en los que dichas radiaciones inciden de forma más perpendicular y más cercanas a la superficie terrestre (horas centrales del día en época de verano); y llevando una alimentación rica en antioxidantes, como los carotenos presentes en alimentos de color rojo y anaranjado, fundamentalmente, o los polifenoles que se concentran sobre todo en frutos rojos y morados.

Precaución con las terapias basadas en radiaciones

Hay terapias que utilizan la radiación con el objetivo de restaurar problemas musculo-tendinosos, o mejorar el aspecto cutáneo, como son los infrarrojos, o a las radiofrecuencias, entre otros. Es primordial asegurarse que estos tratamientos se realizan con tecnología de alta fiabilidad, y que sean aplicados por profesionales experimentados, para evitar injurias indeseadas en nuestros tejidos.

Reducir el tiempo delante de las pantallas

Está demostrado científicamente que las pantallas emiten un tipo de luz azul que altera la síntesis de melatonina, y perturba la actividad cerebral. Por otra parte, existen controversias entre la comunidad especializada en Fotobiología, para dictaminar si son capaces de provocar un daño cutáneo, favoreciendo el foto-envejecimiento y un aumento de riesgo de cáncer. Este debate se debe a que hay terapias dermatológicas que usan la luz azul, al igual que algunos tipos de rayos UV (PUVA), precisamente para tratar ciertas afecciones cutáneas.

Se podría deducir que, lo que genera un impacto negativo en nuestra salud, es una exposición desmesurada a estos espectros luminosos, siendo beneficiosos en pequeñas exposiciones y bajo control de un especialista. Algunas fuentes medico-científicas ya aconsejan usar un protector cutáneo durante el uso prolongado de nuestras pantallas.

Lo cierto, es que pasamos constantemente del ordenador al teléfono móvil, después a la televisión, luego a otro tipo de dispositivo digital y, lo peor de todo, la última ojeada antes de dormir vuelve a ser una pantalla. Podríamos plantearnos utilizar aplicaciones para filtrar la luz azul, reemplazar una parte de los formatos digitales por papel, tomar tiempos de verdaderos descansos tecnológicos en las pausas del trabajo, y evitar esa exposición al máximo justo antes de dormir.

Utilizar fundas o escudos protectores contra la radiación para tus dispositivos

Sobre todo aquellas que se basan en la tecnología de la Jaula de Faraday que pueden llegar bloquear un alto porcentaje de las emisiones de teléfonos móviles, tabletas u ordenadores portátiles.

Dormir con la mayor parte de aparatos electrónicos apagados o en modo avión
El descanso nocturno es el momento clave para la reparación, el crecimiento celular, la recarga energética, y el descanso neuronal. Si perturbamos nuestro descanso con toda esa contaminación electromagnética, sufriremos más insomnio, tendremos sensación de no haber descansado bien, rendiremos menos en nuestro día, el aprendizaje se verá mermado, y estaremos más irritables.

Mantener buena ventilación

En muchas ocasiones, permanecemos largos periodos de tiempo en sitios cerrados, con una concentración excesiva de radiaciones. Una ventilación eficaz y periódica, permitirá amortiguar esos niveles contaminantes. Además, sería interesante solicitar a un experto si estamos expuestos a gas radón en nuestros lugares de trabajo y en la vivienda habitual, ya que su exposición es más frecuente de lo que pensamos.

Utilizar filtros de limpieza de radiaciones

Hoy en día existen aparatos desarrollados con las últimas novedades en biotecnología, que permiten un “saneamiento” electromagnético de nuestro ambiente, tienen bajo consumo y, evidentemente, no emiten radiaciones perjudiciales.

Aislamiento de la vivienda de las radiaciones

Existen materiales que amortiguan las radiaciones, como pinturas y mallas de blindaje, ciertos textiles, películas adhesivas y tomas de tierra. Asesorarnos por un experto sería la mejor opción para acertar en nuestra elección de materiales.

Elegir zonas de poca radiación, si es posible, para vivir y trabajar

Hay aplicaciones que detectan la cantidad de radiación a la que está expuesta una zona determinada, lo que podría ayudarnos a ser más consecuentes con nuestra salud, y evitar frecuentarlas todo lo que podamos.

¿Cómo descargarse de las radiaciones?

Si estos cambios de hábito no son realizables al 100 % por tu estilo de vida, podrías deshacerte, en parte, de esas cargas con los siguientes métodos:

El contacto con la sal

La sal es una molécula que ioniza el ambiente, debido a que realiza un cambio de cargas positivas por negativas, amortiguando el efecto nocivo de una excesiva exposición de radiaciones. Hay varias maneras de beneficiarnos de sus efectos:

  • Lámparas de sal del Himalaya, son fáciles de conseguir. Lo ideal sería ubicarlas en el habitáculo donde más tiempo pases, siendo muy recomendado en la zona de descanso nocturno. Su efecto se lleva a cabo al calentarse con el calor de la bombilla, produciéndose un proceso de evaporación de la sal, emitiendo iones negativos al ambiente. Cuanto más grande sea la lámpara, más efecto neutralizante tendrá. El inconveniente sería su consumo, ya que tienen que permanecer encendidas para que realicen su efecto.
  • Cuevas de sal del Himalya, es la llamada “ Haloterapia”, teniendo el mismo efecto que las lámparas del Himalaya, pero a gran escala.
  • Baños salados: idealmente en el mar o, en su defecto, simulándolo en la bañera con sales minerales de baño, preferiblemente al final del día, y antes de dormir. Esto último lo conocían bien en tiempos de Cleopatra, que padecía de trastornos psíquicos y físicos muy variopintos a lo largo del día, debido a que habitaba en una zona construida sobre las corrientes subterráneas del Nilo, y sus efectos eran apaciguados tras un baño relajante con sales.
  • Hidratarse con sales minerales: cloruro de magnesio, cloruro de sodio, cloruro de potasio, cloruro de calcio, etc. Aportan propiedades neutralizantes, arrastrando radiaciones de nuestras células, siguiendo el efecto de la “absorción selectiva”. De esta manera, las células saturadas de sales minerales, no podrán absorber radiaciones, por lo que terminarán por eliminarse por vía urinaria y digestiva.

Alimentación

Ingerir gran cantidad de alimentos vegetales provocará una alcalinización sanguínea, y nos aportarán minerales y oligoelementos (potasio, zinc, yodo, azufre), antioxidantes (vitaminas A, C, E, Selenio) y quelantes naturales (alginato de sodio, zybicolina, pectinas, aminoácidos azufrados, clorofila), ofreciéndonos una protección celular, con menor acumulación de radiaciones, y mayor neutralización de radicales libres generados por las mismas.

Los alimentos más ricos en estos nutrientes son: miso, algas tipo chlorella, manzanas, levadura nutricional, remolacha, ajos, cebollas, jengibre, cúrcuma, vegetales de hoja verde, las crucíferas, la piña, los cítricos, los frutos rojos, etc.

Caminar descalzos

Tiene un efecto de toma de tierra, y permite transferir las cargas acumuladas en nuestro organismo. Si se camina descalzo por la playa, el efecto se potencia mucho más, al estar en contacto con un ambiente salino y el contacto terrestre.

Rodearse de plantas

La savia de las plantas transmite iones y absorbe las radiaciones. Es por ello que tener en casa cactus, aloe vera u otra planta con tronco ancho, es un verdadero tesoro de salud. Si, además, vives cerca de zona arbolada o frecuentas parques y bosques, el efecto beneficioso será aún mayor. Eso sí, siempre que sea fuera de época de tormentas eléctricas, ya que correrás el riesgo de que te caiga un rayo cerca, debido a esa propiedad atrayente de la savia.

Conclusión

Estamos expuestos a radiaciones de forma excesiva y constante. Los impactos negativos que van a tener en el organismo, terminarán por mermar las condiciones intelectuales, socioculturales, deportivas e inmunitarias de la persona. Es primordial disminuir su exposición y saber descargarnos de forma diaria, para que nuestro organismo realice sus funciones de manera óptima.

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