Historia (1): ¿Cómo se terminan las pandemias? Del cangrejo de patas blancas a la viruela

Historia (1): ¿Cómo se terminan las pandemias? Del cangrejo de patas blancas a la viruela

Historia (1): ¿Cómo se terminan las pandemias? Del cangrejo de patas blancas a la viruela

Eduardo Costas Catedrático de Genética y Académico

¿Cómo se terminan las pandemias?

Ahora que la sexta ola va remitiendo, estamos ansiosos por volver lo más rápido posible a la vida que llevábamos antes de que la pandemia lo cambiase todo.

Nos preguntamos cómo y cuándo llegará el fin de la pandemia y se acabará la COVID-19.

Y tras 2 años de desastre queremos respuestas optimistas.

Pero si buscamos predicciones que ajusten lo más posible a la realidad objetiva, el futuro sigue siendo más incierto de lo que nos gustaría.

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Cómo se terminan las pandemias: realidad y esperanza

Una herramienta ampliamente empleada en ciencia es estudiar lo que puede ocurrir en las 2 condiciones más extremas a uno u otro lado del espectro de circunstancias.

Siguiendo esta estrategia, vemos que los agentes infecciosos que desatan epidemias no son solo propios de los seres humanos, ni de sus animales domésticos, ni siquiera de los mamíferos.

Afectan a todo tipo de animales y plantas, seguramente desde hace cientos de millones de años.

Por eso existe mucha información sobre el auge y declive de numerosos patógenos infecciosos.

Y esas experiencias pueden ayudarnos a responder la pregunta de cómo terminan las pandemias e inferir de ahí lo que podría pasar con el SARS-CoV-2.

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El cangrejo de patas blancas desapareció de los ríos por un patógeno

El ejemplo del cangrejo de patas blancas

En primer lugar consideraremos lo que podríamos llamar el «curso natural» y cómo se terminan estas pandemias.

Como un ejemplo de ello analizaremos una enfermedad infecciosa que asoló a un organismo muy lejano a nosotros.

Concretamente al cangrejo de río europeo (Austropotamobius pallipes) conocido como

cangrejo de patas blancas

.

Nos interesa mucho este tipo de ejemplos porque los cangrejos no tienen conocimientos científicos sobre epidemiología, vacunas o fármacos con los que puedan luchar contra estos patógenos.

En ellos una pandemia seguirá una dinámica natural, que depende tan solo de la biología de los patógenos y de sus hospedadores.

Y al comparar la evolución de estas pandemias con las que nos afectan a nosotros, podemos ver el relevante papel que desempeñan nuestros conocimientos en la manera como terminan las pandemias .

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Un patógeno casi provoca su extinción en una década

Hasta principios de los años 70 del siglo pasado el cangrejo de patas blancas era extraordinariamente abundante en los cursos de agua de zonas calizas españolas.

Era una importante fuente de proteínas y se pescó intensamente.

Incluso llegó a haber más de 200 barcas dedicadas a la pesca comercial de ese astácido en humedales como las Tablas de Daimiel.

Entonces apareció un patógeno, Apanomyces astaci, que probablemente dio el salto desde otra especie (seguramente un cangrejo de río norteamericano) hasta el cangrejo de patas blancas.

Apanomyces resultó ser extremadamente contagioso y letal, con una mortalidad muy próxima al 100% de los cangrejos de patas blancas infectados.

Mató tantos ejemplares que ya no podía crecer

El patógeno se fue extendiendo por las distintas cuencas de agua y hacia finales de los 70 prácticamente había llevado a la extinción al cangrejo de patas blancas en la mayor parte de los cursos de agua españoles.

Entonces el patógeno, Apanomyces, también sufrió un gran declive al no quedar suficientes hospedadores donde proliferar.

Pero algunos cangrejos de patas blancas sobrevivieron aislados en cursos de agua remotos, sobre todo en el norte del país.

Y a partir de estas pequeñas poblaciones aisladas el cangrejo de patas blancas está volviendo poco a poco a expandirse por la península.

Puede que con el tiempo llegue a recuperar su antigua abundancia.

Y si es así, volverá a tener una densidad de población tan alta que hará posible que una nueva pandemia pueda propagarse otra vez en ellos.

Este es un buen ejemplo de lo que puede hacer una pandemia catastrófica. Es una amenaza que puede materializarse en cualquier momento.

Pandemias catastróficas

En el otro extremo, los seres humanos también podemos vernos afectados por este tipo de pandemias catastróficas.

De hecho, las hemos padecido durante la mayor parte de nuestra historia.

Y para entender lo que significaron estas pandemias catastróficas tan solo debemos remontarnos 4 o 5 generaciones atrás.

Por aquel entonces las parejas solían tener multitud de hijos. Pero buena parte de estos niños fallecían a menudo antes de los 5 años. Casi siempre por culpa de una enfermedad infecciosa

La viruela era una de ellas.

Cómo se terminan las pandemias: El ejemplo de la viruela

Causada por el ortopoxvirus Variola, la viruela resultaba extremadamente contagiosa a través de microgotas generadas cuando una persona enferma hablaba, tosía o estornudaba.

Pero también se podía transmitir mediante el contacto con vestimentas y objetos contaminados por un contagiado.

Podía ser tan contagiosa como la Covid-19.

Pero resultaba mucho más letal.

Al menos alrededor del 30% de los contagiados por viruela moría, aunque en ocasiones la mortalidad acababa con más del 80% de la población.

Era tan mortífera que no ponían nombre a los niños

Con la viruela (al igual que con otras muchas enfermedades infecciosas como el sarampión o la polio) la mayoría de los contagios ocurría en la primera infancia.

Era tan devastadora que en numerosas culturas de la antigüedad a los niños no se les ponía nombre hasta que superaban la enfermedad.

Los padres procuraban no encariñarse mucho con los bebés pues la mortalidad infantil era ingente.

Era poco probable que un niño se librase de la viruela durante su infancia, y si era así solía terminar contagiándose durante su juventud.

Así que era raro llegar a viejo sin haber pasado la viruela.

Y también resultaba extremadamente inusual tener viruela a una edad avanzada, ya que quien supera la viruela consigue inmunidad de por vida.

De ahí la expresión «a la vejez viruelas» que se aplica a alguien de edad avanzada que muestra comportamientos descabellados más propios de gente muy joven.

Un virus que llegó a cambiar nuestra historia

Incluso inmersos en la pandemia de la COVID-19 nos cuesta mucho hacernos a la idea de cómo pudo haber sido una pandemia de viruela.

Y es otra manera interesante de ver cómo se terminan las pandemias.

Según las cifras de la OMS, solo durante el siglo XX la viruela mató a 300 millones de personas.

Mucho más que todas las guerras juntas en esa belicosa centuria donde tuvieron lugar las 2 mayores confrontaciones mundiales.

Pero el virus de la viruela empezó a matar seres humanos mucho antes del siglo XX.

Probablemente desde los primeros asentamientos de agricultores y ganaderos neolíticos.

Los brotes más letales de la viruela generaron terribles pandemias en las civilizaciones Mesopotámicas.

Y también en el antiguo Egipto, donde incluso mató al faraón Ramses V, como pudo comprobarse en su momia.

Las pandemias de viruela cambiaron radicalmente nuestra historia.

Devastaron la Atenas de Pericles y la Roma Clásica.

En los últimos tiempos del Imperio Romano murieron muchísimos más legionarios por viruela que a manos de los invasores bárbaros.

Y la viruela también destruyó las civilizaciones amerindias cuando la llevaron hasta allí los colonizadores españoles.

Es una enfermedad que lleva siglos asolando a los humanos siguiendo una dinámica de brotes recurrentes.

A mayor población, más peligro

Las grandes mortalidades por pandemias como la viruela ocurrían principalmente en los núcleos más densamente poblados, donde hay una interacción cercana entre las personas.

Y eran mucho más raras en las poblaciones rurales cuya dispersión las mantenía a bajas densidades.

Pero al final una gran mortalidad por una pandemia como la viruela acababa con los núcleos humanos más poblados.

Y el descenso de la densidad de población dificultaba los nuevos contagios.

Porque las poblaciones de patógenos como el virus Variola terminaban por no encontrar a quien contagiar y acababan colapsando.

¿Por qué la pandemia volvía mucho después?

Después de eso, la recuperación de las poblaciones humanas se producía a partir de los núcleos rurales más aislados, que habían conseguido mantenerse al margen de la pandemia, así como de los pocos afortunados que habían sobrevivido.

Porque los supervivientes a la enfermedad quedaban inmunizados para siempre, y cuando el virus ya había contagiado a la gran mayoría de la población susceptible, se alcanzaba la inmunidad de grupo.

Era la otra forma natural de que una pandemia como la viruela remitiese.

Sobre todo teniendo en cuenta que, a diferencia de virus como el SARS-CoV-2, el virus Variola solo afecta a nuestra especie.

Y con el tiempo, cuando los nuevos nacimientos proporcionaban un relevo de gente sin inmunidad, el virus de la varicela podía volver a infectar.

Era así como una determinada población sufría un nuevo brote de viruela.

El conocimiento científico: Galeno y el distanciamiento social

En cómo se termina con las pandemias como la viruela hubo un factor inesperado, que apareció hace muy poco tiempo y que sin embargo juega un papel decisivo: el conocimiento científico.

Por ejemplo, las medidas preventivas de distanciamiento social para frenar la expansión de las pandemias se conocen desde la antigüedad.

Así el célebre Galeno, un griego que llegó a ser el médico personal del emperador Marco Aurelio, estudió con gran acierto los brotes pandémicos que asolaron el Imperio Romano entre el año 165 y el 170.

Sus recomendaciones llevaron a que quienes pudieron hacerlo (buena parte de los patricios más cultos y acomodados del Imperio) abandonasen las urbes para aislarse en el campo.

Y solo regresaron cuando los brotes habían pasado.

La eficacia de esta medida es evidente y hoy en día existen muchos pequeños pueblos, incluso en Europa, que no han tenido un solo caso de COVID-19.

En el siglo anterior, el gaditano Lucius Junius Moderatus Columella, el mayor experto en veterinaria y agronomía de la antigüedad, ya había insistido en la gran importancia del aislamiento y los vacíos sanitarios en el control de epidemias, tanto en el ganado como en los asentamientos humanos.

El progreso del conocimiento resultó esencial para terminar con pandemias como la viruela.

Lady Montagu en el siglo XVIII

En el siglo XVIII, Lady Montagu, una escritora y viajera británica, observó durante su estancia en Turquía que allí bastante gente cogía pústulas de enfermos de viruela y, tras dejarlas secar varios días, se hacían escaras en la piel y se frotaban en ellas esas costras secas.

Era una primitiva versión de vacuna.

Y la mayoría de quienes se sometían al tratamiento padecían una versión benigna de la enfermedad y quedaban inmunizados contra ella.

Atribuyó a ese procedimiento el hecho de que la viruela tuviese relativamente poca incidencia en el Imperio Otomano.

Lady Montagu aplicó primero este tratamiento a su propio hijo, que consiguió la inmunidad.

Como era una mujer bien relacionada, su tratamiento se popularizó entre las clases altas e incluso los hijos de varios reyes europeos fueron vacunados con este procedimiento.

Pero era un procedimiento peligroso.

– Si el secado de las pústulas no inactivaba al virus, quienes se las inoculaban terminaban padeciendo una forma grave de viruela.

– Y si se pasaban en el secado, el virus terminaba tan destruido que no confería inmunidad.

Con todo, era mejor que padecer la enfermedad.

Cómo se terminan las pandemias cuando llegan las vacunas

A finales del siglo XVIII, Edward Jenner, un médico rural inglés con un enorme interés por la ciencia, observó que quienes ordeñaban asiduamente vacas jamás contraían la viruela.

Observó también que las vacas padecían a menudo una enfermedad similar a la viruela humana (viruela bovina), pero no solían morir.

Y comprobó que quienes se contagiaban de la viruela de las vacas padecían una enfermedad semejante a la viruela humana, pero mucho más leve.

Y después de eso jamás padecían la viruela humana.

En 1796 el Doctor Jenner inoculó pus de una vaca llamada Blossom, que padecía la viruela bobina, en James Phipps, un niño de 8 años.

El pequeño James tuvo fiebre durante un par de días, pero no mostró ningún síntoma más grave.

Y cuando poco después un brote de viruela mató a buena parte de los niños de la zona, James Phipps no tuvo ni el menor de los síntomas.

¿Hay mutaciones en el virus de la viruela?

Con el avance de la ciencia las vacunas contra la viruela mejoraron mucho su tecnología, volviéndose extremadamente seguras y eficaces.

Probablemente la viruela fue la peor enfermedad infecciosa que padeció la humanidad.

Pero al contrario de lo que ocurre hoy en día con las vacunas contra la COVID-19, la vacuna contra la viruela es esterilizante (los vacunados no contagian la enfermedad) y aporta una inmunidad prácticamente de por vida.

Además, al contrario que el SARS-CoV-2, el virus Variola evoluciona muy lentamente y nunca aparecieron variantes de escape.

En 1958 el viceministro de vacunación de la Unión Soviética, Viktor Zhdánov, propuso una iniciativa global para erradicar la enfermedad.

Esta iniciativa se transformó en el principal objetivo de la OMS.

Y se inició una campaña de vacunación a nivel mundial.

Fue la mejor respuesta a la pregunta de como se terminan las pandemias.

Gracias a esa decisión el 26 de octubre de 1977 se produjo el último caso de viruela contraída de manera natural por un hombre de 23 años en Somalia.

El virus se había extinguido en la naturaleza y solo quedaban muestras en algunos laboratorios de bioseguridad.

Un accidente en un laboratorio británico hizo que Janet Parker se contagiara en 1978 y muriese. Fue la última persona en padecer la viruela.

(Continuará)