El recorrido del Tour de Francia 2022 se ha presentado este mediodía en el Palais des Congrès de Paris. Desde hace unos meses ya se conocían los detalles de las tres etapas iniciales, en Dinamarca. Le Grand Départ consta de una contrarreloj individual de 13 km por las calles de Copenhague y dos etapas llanas. Sobre todo la primera de ellas cuenta con la amenaza del viento, con el paso por el Puente del gran Belt. La mayor obra de ingeniería danesa alcanza casi los 18 kilómetros de longitud, uniendo las dos mayores islas del país.
Tras un día de descanso para el traslado a Francia, el Tour se retoma en el norte del país, en Dunkerque. En el menú, una etapa con final en Calais y un buen puñado de subidas cortas que abren la posibilidad a que no se produzca un sprint masivo. Al día siguiente, uno de los principales alicientes de la carrera: la mini-Roubaix dentro del Tour, una fórmula que ahora no vemos desde 2018. En esta ocasión se incluyen 11 sectores de pavés, cinco de ellos inéditos, para totalizar unos 20 kilómetros de traqueteo.
En la etapa sucesiva, que parte desde Binche, en Bélgica, nada de descanso activo. Espera el parcial más largo camino de Longwy, 220 km con un final accidentado que incluye dos subidas cortas y explosivas muy cerca de meta. Un buen preludio para el primer final en alto de la carrera, en un clásico contemporáneo como La Planche des Belles Filles. Esta vez se llegará ahí sin mucho desgaste, pero la subida cuenta con el añadido ya usado en 2019 de la rampa final de gravilla. Este año, además, este detalle le otorga también un añadido a su nombre oficial: La Super Planche des Belles Filles.
El segundo sábado de carrera, el Tour llega a Suiza y propone un final explosivo en la zona alta de Lausanne, junto al Stade Olympique. Una jornada también propicia para las escapadas, como lo será la siguiente. Aún en tierras suizas, se parte de Aigle, sede de la UCI para proponer una etapa de montaña pero de dureza contenida. La meta se sitúa poco después de cruzar la frontera francesa y superar el Pas de Morgins, un puerto de primera de longitud considerable.
Tras una jornada de descanso llega otra etapa que, a pesar de transitar entre montañas, evita subidas de consideración hasta el ascenso tendido al llamado Altiport de Megève. Será un aperitivo suave de las dos verdaderas jornadas alpinas. La primera de ellas devuelve a la actualidad el temible Col de Granon, donde Eduardo Chozas ganó en 1986 en su única presencia en el Tour. Antes habrá que franquear el coloso que configuran el enlace del Telegraphe con el Galibier.
Al día siguiente, la que se puede considerar la etapa reina deshace parte del camino del día anterior: desde Briançon se trepa al Galibier por la cara sur y se baja al valle de la Maurienne. Allí se emprende la interminable Croix-de-Fer como preludio y desgaste al Alpe d’Huez. Tres puertos clásicos de categoría especial para el día de la Fiesta Nacional Francesa.
El pelotón abandonará los Alpes al día siguiente camino de Saint-Etienne. Será una jornada de transición donde los equipos de los sprinters trataran de evitar el éxito de las escapadas. Los aventureros podrán volver a probarlo al día siguiente, por el Macizo Central. Eso sí, al final aguarda la dura subida que parte de Mende hacia el aeródromo. Una parada habitual en las últimas décadas. Antes de los Pirineos, Carcassone debería acoger un sprint masivo. Y de paso, acabar de preparar las piernas para el segundo bloque montañoso.
El entrante pirenaico consiste en un final en Foix tras ascender el Port de Lers y el corto pero selectivo Mur de Peguere. Los platos principales, como es normal, vienen algo más cargados. La 17ª etapa, de solo 130 kilómetros, enlaza Aspin, Hourquette d’Ancizan y Val Louron-Azet antes de la subida final a Peyragudes. Al día siguiente, última oportunidad para los escaladores en una jornada algo más dura: Aubisque por su vertiente de más enjundia, el estreno del Col de Spandelles (10’3km al 8’3%) y final en otro viejo conocido, Hautacam.
Antes de llegar a París ya solo quedará una etapa de transición con final en Cahors y una contrarreloj individual de dureza notable: 40 kilómetros y un tramo final accidentado que dilucidará, si las hay, las dudas sobre el vencedor final.
Hay muchos modos posibles de aproximarse a un resumen del recorrido propuesto. Se puede decir, por ejemplo, que se trata de un Tour en la línea de los últimos tiempos de ofrecer dureza, pero contenida. No faltan grandes puertos, pero la distancia de las etapas presuntamente claves aparece bastante limitada: entre los 130 km de la de Peyragudes y los 166km de la jornada con final en Alpe d’Huez.
Llama la atención la visita a tres países, además de Francia. El paso por Dinamarca, Bélgica y Suiza añadirán algo de variedad a un Tour que, sin embargo, cuenta con muchos topónimos conocidos. Tanto en las subidas (Galibier, Croix-de-Fer, Alpe d’Huez, Peyragudes, Mende, La Planche de Belles Filles, Peguere…) como en las localidades que son salida o meta: Longwy, Tomblaine, Albertville, Briançon, Carcassone, Rodez, Foix…
El aire fresco, en lo que se refiere al recorrido, lo aportará el periplo danés, los tramos inéditos de adoquín, el regreso de Granon, y el estreno de Spandelles. Y como siempre, requerirá que los corredores pongan de su parte. Con la generación actual, descarada y con una audacia por encima de la media de los últimos lustros, hay que pensar que así será.
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