Tiene las ideas claras como el peluquero que te corta el pelo en 10 minutos. Es un ciclista desacomplejado, capaz de saltar a falta de 130 kilómetros en la última Volta a Catalunya, de tratar de tú a tú a un grande como Carapaz y de subir al podio y explicar como si fuese Nelson Mandela: “Yo es que, más que para los resultados, corro para la afición porque el ciclismo es amor, felicidad y pasión” .
Higuita tiene un cuchillo entre los dientes y una revolución en las piernas. Pero, a los 24 años, ha comprendido que, sin paciencia, no eres nadie. “La generación de hoy lo queremos todo para ya, pero yo he aprendido que las cosas pasan cuando tienen que pasar. La experiencia la dan los malos momentos”.
Si se le compara con Pogacar (23 años) o Evenepoel (22), Higuita parece hasta mayor. Incluso, él mismo reconoce que lo ha pensado alguna vez. Pero después regresa al mundo real y no se deja engañar por los números. Cada año va a más que el anterior y esta primavera, con el triunfo en la Volta a Catalunya, acaba de lograr lo mejor de su vida. Y, sobre todo, lo ha hecho como le gusta a él: arriesgando y jugándose la vida a una carta.
¿Quién va a ser Sergio Andrés Higuita? Es una pregunta que nos hace ilusión. En Vueltas de una semana ya se ha graduado. Y en las grandes todo apunta a que será un ciclista sin anestesia que no tendrá nada que ver con Nairo Quintana que nos desesperaba por su conservadurismo. Hay muchas maneras de vencer. Pero, si hay que escoger, desde aquí preferimos a los valientes.
Aunque esta historia ya se ha contado muchas veces, Higuita se crió en un barrio muy difícil de Medellín: Comuna Castilla. Es más, también ha contado que se libró por un minuto de un tiroteo a la puerta de su casa en el que murieron tres niños de su edad. Por eso Higuita valora tanto estar donde está. Hay gente de su generación que no ha tenido esa oportunidad y nunca la tendrá.