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El auténtico Chente García Acosta: “La tensión hace que se me olvide comer”

Publicado por
Alfredo Varona
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El volante es la oficina de Chente García Acosta, el director del Movistar. Un tipo único que contagia vida y optimismo y que se relaja en sus vacaciones haciendo tareas del hogar. Es el precio de pasar 160 días al año de viaje.

 

Si no existiese un hombre como él habría que inventarlo. Si no no diríamos ‘caguen sos’ ni hablaríamos de ‘la fuga de la fuga’. Se llama Chente García Acosta (50 años). Fue un ciclista del montón y ahora es un director que no deja indiferente a nadie. Chente es padre de dos hijos. “El chaval corre en juveniles y estudia”. Pero la presión por su parte no existe. “Mi única aspiración es que mis hijos sean felices”, dice.

Carisma es lo suyo. 
Al final, lo importante es ser uno mismo. Siempre fue así en mi caso.  He sido un tío normal. Soy un tío alegre que también pasa sus momentos malos. Pero no me quedo ahí, sino que me preocupo por darles la vuelta.

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Fue usted un currante.
Fui un ciclista del montón que tuvo sus pequeñas victorias. Siempre admiti lo que era. Sabía que unos valen para ganar y otros para trabajar. Yo tuve claro que no valía para ganar. Pero supe aprovechar las oportunidades que tuve.

Es lo que diferencia su recuerdo.
No, a mí lo que me diferencia es mi forma de ser. Siempre estoy hablando de la positividad, de buscar el lado positivo de las cosas. Cualquiera que entra en mi oficina, que es el coche, se nutre de esa pasión, porque así entiendo yo la vida, el trabajo mismo.

Por eso le hablaba de su carisma al principio.
Empecé con 11 años a montar en bicicleta. Luego, cumplí mis sueños. Pero es que, después de haberlos cumplido, dejé la bici cuando yo quise. Ojalá todos pudiesen decirlo. Y cuando me pongo a buscar otras cosas tengo la suerte de entrar de director en el que ha sido el equipo de toda mi vida y donde ya llevo 26 años. ¿Qué más se puede pedir?

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Un afortunado.  
Pero ha sido el trabajo. Yo siempre me acuerdo del primer día que llegué al equipo. Fue en una concentración en el hotel El Toro de Pamplona. Tenía 21 años y me di cuenta de los que iban a ser mis compañeros habían sido mis ídolos. Yo era joven y aún no hacía ninguna grande pero verme entre ellos fue decirme, ‘yo tengo que hacer lo posible por ser uno más’.

Ahí estaba Induráin.
Sí, ahí estaba Miguel.

¿Y qué le dijo?
Él me dijo que había que cuidarse mucho. Me avisó que no todos iban a ser momentos buenos; que el ciclismo es de sufrir mucho, de cuidarse mucho, de pasar frío y calor, cosas que ya intuías de aficionado pero estar con Miguel y qué te las diga Miguel….

Qué suerte.
Las cosas hay que tenerlas siempre claras. Yo ya le he dicho que vi desde el principio que no era un corredor para ganar y lo acepté. También vi que era un ciclista corpulento que, si me descuidaba, ganaba peso enseguida. Por eso tenía que cuidarme más, seguir la dieta a la perfección. Y lo hice, porque si quería estar ahí debía hacerlo.

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La diferencia es que ahora come bocadillos en el coche.
O no comes directamente. Hay muchos días en los que estás muy liado y se te olvida. La ilusión te impide tener hambre.

¿Es duro el volante?
Sí, es duro, sí. Tienes que estar pendiente de mucha gente, de toda la logística. No es fácil organizar a 30 personas. Al final es el cansancio psicológico, porque son muchos frentes y la cabeza no para quieta. Y no es el cansancio de ciclista. Pero es otro cansancio, sí.

¿Y cuándo se queda sin líder como le ocurrió a Movistar en el último Tour?  
Al final, son cosas que pasan. Hay que aceptarlas porque pueden pasar. Tampoco se acaba el mundo. Hay que seguir para adelante. Siempre se pueden buscar otras cosas, otras alternativas. No te vas a quedar en lo que ha pasado mientras pueden pasar otras cosas.

 Es usted un tipo positivo.
Lo soy. Todo lo que aprendí en el ciclismo lo aprendí sobre la marcha. En Tafalla había mucha afición y así empezó todo. Fue muy natural para mí. Me enganché con Perico en los ochenta cuando se daban los Tours por la radio y por televisión. Luego, vino Miguel.

¿Y si usted no fuese ciclista?
Estaría currando de lo que estudie, que fue FP del  metal y ahora estaría de mecánico o electricista.

El ciclismo le libró de la fábrica. 
Pero lo hubiese hecho. Mi padre trabajó en una factoría y nos sacó adelante. Lo importante,  estés donde estés, es estar a gusto con lo que haces. De ciclista yo me metería en unas 1.000 escapadas (risas) y de ahí saqué mis victorias.

Fue, por encima de todo, un gregario 
Aprendí el oficio, sí, que no es un oficio fácil. Yo no sé si el gregario nace o se hace. Supongo que habrá de todo. Pero sí sé que para ser gregario no hay varita mágica. Debes aprender muchísimo. Es como cuando un chaval entra en una empresa. Hasta que dominas el oficio pasa tiempo.

¿Y cómo desconecta usted en vacaciones?
Hay que hacerlo. Si no luego es muy difícil. Y, ¿sabe cómo lo hago yo? Haciendo tareas de la casa, esta mañana estaba haciendo de fontanero, arreglando la caldera de la calefacción.

¿Se le hace difícil estar en casa muchos días seguidos?
No, este año he estado 160 días fuera. Pero sí es verdad que cuando estás fuera quieres estar en casa y cuando estás en casa quieres estar fuera…, en fin ya se sabe cómo somos.

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Alfredo Varona