Con solo 17 años, el ganador en la cima de Puy de Dome era una promesa del atletismo canadiense.
Es la historia de Michael Woods y como una lesión cambió el rumbo de su vida y de su carrera.
Nació en Ottawa (Canadá), donde los niños sueñan con triunfar en el hockey-hielo y convertirse en estrellas de la NHL. No era el caso de Michael Woods, que desde bien pequeño apostó por otro deporte: el atletismo.
¿Por qué?
Pues la verdad es que sus marcas dieron razones a su elección. 1’51” en 800 y 3’39” en 1500, una carta de presentación, que le permitió incluso ganar el Campeonato Panamericano junior de 1500.
Soñaba con llegar a unos Juegos Olímpicos.
Pero hay veces en las que los sueños no se cumplen. En 2007 una lesión de tobillo iba a cambiarlo todo.
Pasaron los años y, pese a que Michael intentó volver, ya no lo consiguió.
Tuvo que abandonar el atletismo y reinventarse.
Una mañana, con la vieja bicicleta de su padre, salió de ruta. Al día siguiente volvió. Y después ya no hubo vuesta atrás: el ciclismo empezó a enamorarle como lo había hecho el atletismo años atrás.
Dos meses después de subirse a la bicicleta ganó su primera carrera local.
El resto, ya lo conocemos. Su carrera creció a pasos lo suficiente para hacerse profesional. Hoy, a los 36 años, tras la victoria en Puy de Dome, ya es algo más: toda una estrella mundial.
“Mi gran objetivo deportivo era conseguir una victoria de etapa en el Tour de Francia y el tiempo se me agotaba”, dijo tras coronar el Puy de Dôme el pasado domingo.
Pero ha sabido ser paciente.
Incluso en la escalada al Puy de Dome, donde la vida le dió esa gran oportunidad y le volvió a demostrar que nunca es tarde para cumplir objetivos.
Todo lo que no logró en el atletismo, donde la suerte no se portó bien con él, lo ha hecho ahora, con casi 37 años, en un escenario mítico: el Tour de Francia.