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“A Indurain le decíamos, ‘vete de aquí, nos fastidias el mejor momento del día”

Publicado por
Alfredo Varona
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Jose Luis Laguia tiene 64 años y una vida tranquila tras superar un infarto. Pero en la Vuelta a España siempre será el eterno rey de la montaña.

Fue uno de los iconos del ciclismo de su época.  Un especialista en la montaña que hoy es un hombre de 64 años que se declara feliz: ya trabajó lo suficiente y ahora disfruta de lo sencillo que puede ser “una comida con los amigos o un baño por la playa”. Es el descanso del guerrero. “Tuve mi época y aquello ya pasó”, dice al recordar.

Siempre será  el eterno rey de la montaña.
Para mí era relativamente fácil. Era rentable y tenía notoriedad. Tenía punta de velocidad. Arrancaba bien y, en vez de buscar otras cosas, me acostumbré a eso.

¿Y le motivaba?
Si, porque estaba bien visto en el equipo. No acabó el primer año y los jefes me subieron el sueldo. Fue en los inicios. Y, a partir de ahí, ya me pasó como a los actores. Los encasillan y, con alguna salvedad de ayudar a alguien para una general, siempre me reservaba para asegurar la montaña. Tenía que ir con la calculadora todo el día, no permitir ciertas escapadas etc etc.

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Y se hizo célebre.
Fueron cinco veces las que lo gané en la Vuelta a España. Pero pudieron ser más. Estaba saturado. No sólo ganaba en la Vuelta sino en todas las vueltas pequeñas, y en aquella época había dos en cada autonomía.

¿Uno se cansa de ganar?
No era ganar en el amplio sentido de la palabra. Era un trabajo de un mes en el que había que tenerlo todo controlado. Recuerdo los rivales y muy especialmente Juan Fernández que era el peor de todos porque podía ganar en cualquier sitio. Llegó a ser tercero en un Mundial. Pero reconozco que sí, que era un buen trabajo y que se me daba mucha notoriedad.  No podía quejarme. Hablaban de mí repetidamente.

Fue famoso
Sí, debo reconocer que sí.

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¿Y qué fue lo peor de ser famoso? 
Bueno, mis emolumentos no tenían que ver con mi fama (risas). Pero reconozco que por mi timidez pasaba vergüenza. Hubo una campaña con las cabinas de teléfono. Hicieron un poste mío al tamaño de la cabina cuando gané un campeonato de España.

Y le conocían, claro. 
Todavía hay gente que se acuerda de mí  porque fue una época muy bonita. En una sola etapa había cinco o seis candidatos. La fama estaba muy repartida. Por eso hay tanta gente que se acuerda de esa época y yo estaba en ella.

Así que aún le reconocen por la calle.
No, no. Me refiero a la época.  Yo he cambiado muchísimo. Me veo al espejo y no me reconozco con la mata de pelo que yo tenía y de perfil ya no le quiero ni contar.  Voy a cumplir 64 años. Pero a la gente les suena mi nombre.

Era todo más próximo.
No había vallas tan altas. Los autobuses no estaban tan alejados. Pero todo es válido. Ahora hay que buscar  la comodidad del ciclista. Todo el mundo quiere hacerse una foto contigo. Si no se pudiera evitar pasarías media hora haciéndote fotos de pie.

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Pero usted las pasaba. 
Mire, nosotros siempre aprovechábamos media hora antes de la etapa para tomar un café. Estábamos tranquilos pero si venía Indurain teníamos que decirle, ‘vete de aquí, nos fastidias el mejor momento del día’, que era el relax. Y el hombre venía a refugiarse porque también quería estar tranquilo. Pero la fama tortura mucho. Si ibas a cenar a un restaurante con Perico o Miguel se acababan enfriando los platos. No podías ni empezar.

¿Se siente reflejado en este nuevo ciclismo? 
Me da igual. Tuve mi época y aquello ya pasó.  He tenido la fortuna. He sido directivo, presidente del sindicato, director de equipo …. por eso hay cosas que no me sorprenden tanto. Sé que la evolución tiene que ser así. La gente, por ejemplo, habla del pinganillo. Pero es que por el pinganillo se dicen muy pocas cosas al ciclista. No es tanto como se cree. Contratas gente que hace un trabajo específico. La gente sabe lo que debe hacer. Es verdad que resulta más aburrido, más previsible.

¿No le llaman de Movistar para pedirle consejo? 
No, nunca. En el mundo profesional hay que serlo y parecerlo. Estar seis meses fuera de este mundo te desactualiza totalmente. Sería una irresponsabilidad. A los dos años ya no conoces ni a los ciclistas. Este mundo es así.  La gente tiene que confiar en ti. La confianza necesita tiempo y que te vean a diario.

Es el mérito de Unzue después de más de 45 años 
Algo tiene que tener. Ha tratado de rodearse de gente en la que cree. Y es verdad que no todo puede salir bien. El año  pasado lo pasó muy mal. Pero ahí sigue y no es fácil  porque el tema de los fichajes  marca la diferencia. Los capos se cotizan mucho. O eres un descubridor o luego se anticipa otro.

Ahora le ha pasado al Movistar con Carlos Rodríguez. 
Es lo que le digo. Buena pinta pueden tener todos. Pero aquí se trata de tener al ganador, al que te permita ganar. Y eso es lo que se cotiza. Y de esos hay pocos. Es más fácil hacerlo cuando no te toca que cuando te toca. El estrés no es fácil describirlo.

En ese sentido usted era un seguro a todo riesgo. 
No se crea. Yo me ponía casi enfermo cuando me tocaba disputar una general. Tenía una linterna de pila para no molestar al compañero de habitación. Devoraba libros por las noches para no pensar. La responsabilidad es brutal. Yo intentaba aislarme como podía.

¿Y a qué se dedica ahora?
Tuve un infarto. Llevo una vida tranquila. Es ahora mi misión. Soy un tipo feliz. Podía serlo más. Pero creo que como todo el mundo. Por suerte tengo una cuadrilla de amigos con la que salgo a montar en bicicleta y a veces a comer y, para mí, es suficiente para ser feliz.

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Alfredo Varona