Medita profusamente Julen Lopetegui. Libreta en ristre, esbozando dibujos, el técnico guipuzcoano paseaba esta semana por el campo de entrenamiento de la José Ramón Cisneros Palacios con la mirada de los mil metros previa a la batalla de Budapest entre Bayern y Sevilla. Cavilando, ensimismado por momentos, urdiendo la forma de hincarle el diente al acero sin salir trasquilado. Porque el Bayern de Múnich de Hans-Dieter Flick es eso. Una barra siderúrgica indigerible.

Otra fiesta para el Sevilla (leer noticia)