la historia del barça

Munlloch, el jugador de seda

La guerra civil acabó con la carrera de Juli Munlloch, brillante y prometedor extremo izquierdo del FC Barcelona

Munlloch,el primero por la izquierda en la fila superior, posa con el resto del FC Barcelona en el que, a su juicio, fue su mejor partido como azulgrana: contra Osasuna, en Copa (7-1) el 14.06.1936. Dio cuatro asistencias

Munlloch, el primero por la izquierda en la fila superior, posa con el resto del FC Barcelona en el que, a su juicio, fue su mejor partido como azulgrana: contra Osasuna, en Copa (7-1) el 14.06.1936. Dio cuatro asistencias / sport

David Salinas

David Salinas

El inexorable paso del tiempo ha ido arrinconando, casi olvidando, la figura de Juli Munlloch. Las imágenes de la época ­–década de los treinta­– hablan de un jugador adolescente, tímido, frágil. Las crónicas, sin embargo, de un jugador irrepetible que irrumpió con el estallido de los fuera de serie en el primer equipo del FC Barcelona a finales de 1935. El peor momento.

Pero cumplió su sueño de llegar a la cima, un éxito que saboreó efímeramente… La guerra civil acabó de un plumazo con su brillante y prometedora carrera en Les Corts. La prensa deportiva glosó su rapidez, audacia, centros matemáticos y asombrosa habilidad por la banda izquierda. Y su generosidad. Y lo buena persona que era. Detrás de esa cautivamente mirada del niño Munlloch (debutó con 18 años) se esconde una emotiva historia en la que se mezcla el éxito, la superación y la nostalgia.

Juli Munlloch i Martí nació en la calle de la Providència del barcelonés barrio de Gràcia el 18 de octubre de 1916. Fue el segundo y último hijo del matrimonio formado por Antoni Munlloch y Concepció Martí, ambos naturales de Barcelona. La pareja había alumbrado anteriormente a Teresa. Su padre, que era lotero ­–compraba los décimos en la administración que regentaba Valdés, ex jugador del FC Barcelona, en La Rambla y los vendía en el barrio­–, le inculcó desde el primer día la cultura del trabajo y el esfuerzo, así como su amor incondicional por su tierra, Catalunya.

El pequeño Juli creció con los éxitos deportivos del FC Barcelona de la llamada Edad de Oro, campeón de Copa en 1925, 1926 y 1928; de Liga en 1929 y del Campeonato de Catalunya en 1925, 1926, 1927, 1928 y 1930. La escuela, la colaboración ocasional con su padre y el fútbol ocuparon la primera etapa de su vida. El primer contacto con el balón lo tuvo en la calle, con los amigos, pero pronto recaló en el Infantil del CD Europa, el club del barrio. A los 14 años se enroló en el equipo Petits Bordoys de la entidad escapulada, que debía el nombre al entonces popular y notable guardameta del CD Europa (Joan Bordoy). Poco después, tras la fusión entre el Gràcia SC y el CD Europa, de la que nació el Catalunya FC, jugó en el equipo Petits Rodés de la nueva entidad, pasando luego todos los jugadores a la UD Gràcia, de donde dio el salto al FC Barcelona.

En el verano de 1934, con 18 años, ingresó en el FC Barcelona. Su calidad como extremo no había pasado desapercibida para uno de los cazatalentos más visionarios del conjunto azulgrana, el ex guardameta Ramon Llorens. Además, por su posición en el campo (entonces ala derecha), Munlloch integraba esa rara estirpe de jugadores especialistas en banda, siempre buscados y cotizados. Su físico, poco corpulento, no fue barrera para que llegara a Les Corts. Suplía la escasez de músculo con inteligencia, habilidad y un endiablado cambio de ritmo. Y era de los que calzaba guantes en las botas. Trabajador, solidario y humilde, siempre entendió el fútbol como un juego asociativo.

Ambidiestro

Integró el Amateur del FC Barcelona hasta que el húngaro Ferenc Plattkó, ex guardameta y entrenador del primer equipo el curso 1934-35, le dio la primera oportunidad. Fue el día de Navidad de 1934, en un amistoso entre el FC Barcelona y el SC La Plana de Castellón (2-1) en Les Corts. Munlloch tenía 18 años y poco más de dos meses y ya era un extremo puro por banda izquierda. En una ocasión recordó que había empezado en edad infantil de delantero centro, pero que “había fracasado por tener miedo ­–su físico no resistía el cuerpo a cuerpo­­–; continué de extremo derecha y cuando ingresé en el Barcelona me pusieron a la izquierda, no muy a gusto mío, pero me adapté fácilmente porque jugaba con los dos pies”.

Munlloch, tras jugar 12 amistosos esa temporada, debutó oficialmente en la siguiente con el primer equipo del FC Barcelona. Fue el 1 de septiembre de 1935 en un Sabadell-Barça (2-5) disputado en la Creu Alta y correspondiente a la jornada inaugural del Campeonato de Catalunya 1935-36. Integró el siguiente once bajo las órdenes del timonel irlandés Patrick O’Connell: Nogués; Zabalo, Areso; Pedrol, Berkessy, Balmanya; Ventolrà, Raich, Escolà, Fernández y Munlloch.

“No tenía ni ganas de vestirme del miedo que tenía”, recordó años más tarde Munlloch al semanario ‘Barça’. “Aquello –la Creu Alta­­– imponía de verdad. Las palabras de Zabalo fueron las que me alentaron al decirme: Nano, si juegas bien este partido, puedes jugar en cualquier parte del mundo. Aquello fue como echar aceite en una lámpara. Salí airoso de la prueba y no se equivocó Zabalo, pues he jugado en muchas partes del mundo”.

Apenas un puñado de partidos y ya se habló de él como un “sensacional descubrimiento”. Y en su primer derbi, en Sarrià (29 de septiembre de 1935), con victoria del FC Barcelona (1-2) en la quinta jornada del Campeonato de Catalunya, José Luis Lasplazas, en las páginas de ‘El Mundo Deportivo’, escribió de Munlloch: “No tan solo fue el mejor extremo sobre el terreno, sino que fue, también, el mejor delantero, o estuvo muy cerca de ello. Fácil en las jugadas, preciso y con un verdadero sentido de la colocación. Munlloch es también aspirante a gran estrella. A ser una figura de primerísima fila en nuestro fútbol y a demostrar que la cantera de jugadores catalanes, que muchos daban por agotada, sigue poseyendo ricas vetas…”.

Tiempos felices

Con Munlloch en sus filas, el FC Barcelona se proclamó campeón de Catalunya esa temporada después de ganar nueve partidos de diez y cosechar en el restante un empate. Juli jugó nueve encuentros y anotó tres goles, uno de ellos en la goleada al Júpiter (11-0) el 20 de octubre de 1935, solo dos días después de cumplir 19 años, y que dio matemáticamente el título al equipo. Su primer gran éxito. Se hablaron entonces maravillas de la línea izquierda del equipo azulgrana, con Munlloch corriendo la banda para poner balones al corazón del área rival y el uruguayo Enrique Fernández, de espectacular técnica, habilitándolo una y otra vez. Uno de los elogios, en las páginas de ‘El Mundo Deportivo’, rezó así: “La lentitud de Fernández se disimula mucho, pasa completamente desapercibida, cuando juega Munlloch porque el que se mueve y casi vuela alrededor de Fernández es Munlloch que, con su intuición de gran jugador, adivina siempre las fintas del uruguayo y sabe dónde esperar sus pases y dónde devolvérselos para desorientar al adversario”.

En cualquier caso, nació una delantera que ha pasado a la historia por su efectividad y espectacularidad, aunque también, desgraciadamente, por su brevedad: Ventolrà, Raich, Escolà, Fernández y Munlloch, “el extremo de centro matemático”, como le bautizó Juan Soto Viñolo en las páginas de ‘Barça’ en noviembre de 1971.

Llamado entonces Julín o Julianet, también la prensa se hizo eco de estos diminutivos, Munlloch ­celebró con sus más allegados el tempranero éxito con una cena en el Bar Monumental de Gràcia. La velada fue una delicia. Pura alegría y felicidad. Hubo muchas risas y palabras hermosas y sinceras que salieron del corazón. Y un brindis para que el futbolista, todavía un crío, siguiera progresando en el mundo del deporte hasta llegar al equipo nacional, del que ya se hablaba con insistencia como futurible. Munlloch, cuando tomó la palabra, dijo que si eso ocurría citaría nuevamente a los presentes a otra cena en la que prometió “dos langostas por barba”.

De carácter “un poco inglés”

El nombre de Munlloch iba de boca en boca y la prensa inició un acoso a su persona para conocer sus orígenes, su personalidad, incluso si tenía novia... En una entrevista de la época descubrió algunos aspectos de su vida privada. Confesó que devoraba las novelas policíacas, que le gustaban las películas de aventuras y que en el escritorio de su habitación, además de apuntes y libros en francés, acumulaba recortes de prensa deportiva que lo mencionaban. “Cuando no pueda jugar más los leeré y así recordaré estos tiempos”, dijo. Aseguró también que su primer partido con un rival de entidad, un amistoso contra el Valencia en Les Corts (2-3) el 16 de junio de 1935, no sintió presión alguna porque “dicen que tengo el carácter un poco como los ingleses”. Además del fútbol desveló que era un apasionado “del ping-pong y el atletismo”. Y que solo fumaba por Navidad, Fin de Año y su santo porque “el tabaco me marea”. También se supo que tenía un gato...

Prueba de la fuerza con la que se había presentado Munlloch en el equipo azulgrana también pudo leerse en la edición de ‘As’ del 30 de septiembre de 1935, cuando el semanario se refirió a él como “uno de los sensacionales descubrimientos del año en Catalunya”. También, en la edición del 14 de octubre de 1935, el medio madrileño volvió a hablar maravillas del él. Un ex periodista catalán, que había ido a la Corte en busca de galgos para el canódromo barcelonés, comentó al redactor de ‘As’: “Munlloch es uno de esos jugadores de los que salen uno cada veinte años. Rápido, valiente, buen tirador y con un gran conocimiento del juego. Un verdadero funámbulo del balón. Ese juega al fútbol hasta encima de una cuerda floja”. Y el 21 de octubre del mismo año, más lustre en ‘As’ para el extremo: “…Y la intuición, agilidad y velocidad –¿otro gamo en el fútbol español?– de Munlloch, el benjamín del equipo (un recluta del modesto Gràcia), que mucho nos extrañaría que no llegara a dar que hablar mucho y bueno”.

Un joven maduro y responsable

El FC Barcelona no puso impedimento alguno a que Munlloch compaginara los entrenamientos con su trabajo de contable. A finales de 1935 fue empleado en las oficinas de los Establecimientos Sala, propiedad del ex presidente azulgrana Esteve Sala. Pese a su corta edad, era un joven maduro y muy responsable, además de ser muy buena persona y querido y admirado por todo el vecindario y la hinchada de Les Corts. Lo fácil hubiera sido vivir del fútbol, que podía, pero tocaba de pies en el suelo y quería estar preparado para cuando acabaran sus días vestido de corto.

El siguiente partido tras el alirón en el Campeonato de Catalunya fue contra el Badalona como visitante (0-2), el 27 de octubre de 1935. Munlloch marcó los dos goles pero acabó lesionado después de un empujón de Borrás y Cristiá al que en un principio no dio mucha importancia. Siguió al pie del cañón y, en caliente, pudo terminar el encuentro. Otra cosa fue cuando se enfrió… El parte médico habló de una distorsión en la rodilla derecha, con derrame y lesión de menisco. Fue tratado con electricidad para acelerar su recuperación dado que el inicio de Liga estaba a la vuelta de la esquina (10 de noviembre de 1935). Pero...

O’Connell, clave en su carrera

La ilusión que tenía por jugar la que era su primera Liga y mostrar su talento en Madrid, Bilbao, Valencia y Sevilla, entre otras plazas, tuvo que retenerla muy a pesar suyo. El joven valor azulgrana estuvo casi seis meses en el dique seco y no pudo debutar en la competición de la regularidad hasta la 22ª jornada, en Bardín, feudo del Hércules de Alicante (2-2), el 19 de abril de 1936. Fue uno de sus peores días sobre un terreno de juego por la inseguridad, y miedo, con el que afrontó el choque tras la grave lesión.

En el semanario ‘Barça’ Munlloch recordaba que “si no llega a ser por O’Connell, yo creo que me retiro del fútbol, pero el hombre me tenía mucha confianza y me dijo que me olvidara de este partido. Fue una catástrofe, pues veía la pelota y como si pasara un león rugiendo. No quería saber nada de ella. Puedes imaginarte lo que me gritaron los de arriba, los de abajo y yo creo que hasta el balón me dijo burradas”. Pero a partir de ahí ya nadie lo movió del equipo titular. Estaba de vuelta.

El FC Barcelona terminó la Liga en una discreta quinta posición con 24 puntos en 22 partidos, a siete del campeón (Athletic Club). La campaña acabó con la disputa de la Copa. Munlloch siguió siendo pieza intocable para el timonel barcelonista. El Barça se deshizo del Sporting en octavos de final, del Espanyol en cuartos y de Osasuna en semifinales. Precisamente, el partido de vuelta contra el cuadro navarro, en Les Corts el 14 de junio de 1936, fue considerado por el propio Munlloch como uno de los mejores que había jugado.

El Barça ganó 7-1 ante su afición, dando la vuelta a la derrota cosechada en San Juan (4-2), y Juli, aunque no anotó, dio cuatro asistencias de gol, dos a Ventolrà y otras dos a Escolà. Conservó la foto del once del equipo azulgrana como oro en paño y en su álbum de recuerdos, junto a la imagen, escribió: “Un dels millors partits de la meva vida futbolísitca (19 anys)”.

Seleccionado por Catalunya

En la final el equipo de O’Connell se encontró con el Madrid de Paco Bru en Mestalla. Fue un día triste para el joven Juli. El cuadro catalán dobló la rodilla (2-1) en el último partido de Ricardo Zamora en el marco merengue. El Divino se fue con una parada antológica a disparo de Escolà que hubiera llevado la final a la prórroga. El mítico delantero de Sants, en una entrevista que concedió al diario ‘Avui’ en 1983, dio algunas claves de la derrota: “La majoria de nosaltres érem canalla: Munlloch tenia 19 anys, Bayo 18, jo 21… I els veterans com Ventolrà no van tenir el dia”.

El siguiente curso, 1936-37, el FC Barcelona no pudo revalidar el título de campeón de Catalunya. La campaña fue muy irregular, con derrotas en Badalona (4-2) y Sabadell (2-1) y en Les Corts contra el Granollers (2-4). Munlloch firmó tres goles en el torneo. La Liga quedó suspendida por el conflicto bélico, jugándose en la zona republicana la Liga Mediterránea, conquistada por el conjunto azulgrana el 2 de mayo de 1937 y el ‘noi’ de Gràcia prácticamente en todas las alineaciones.

Antes, el 15 de noviembre de 1936, Juli tuvo el honor de jugar su primer y único partido con la selección de Catalunya. El duelo se disputó en Mestalla contra el combinado valenciano (4-0) y fue a beneficio de las Milicias Antifascistas locales. El cuadro catalán, muy heterogéneo, formó con Florenza; Farró, Torredeflot; Gràcia, Rovira, Mota; Torredeflot II, Escolà, Burillo, Barceló y Munlloch. La noche se vino encima y el choque, devolución de la visita que Valencia había hecho el 18 de octubre a Catalunya en Barcelona (2-0) y en el que Juli fue seleccionado pero no jugó, acabó cuando todavía restaba poco más de un cuarto de hora para el final.

La salvadora gira de 1937

La situación empeoraba por momentos debido al levantamiento armado contra el gobierno de la República y el FC Barcelona, que a mediados de marzo de 1937 había recibido una oferta para jugar en México, asegurándose unos beneficios de 15.000 dólares libres de impuestos, se lanzó a la aventura impulsado por su dramática situación de tesorería.

El 18 de mayo la expedición azulgrana partió en tren rumbo a París. A la altura de Portbou el convoy fue bombardeado desde el mar por un barco del ejército sublevado y tuvo que refugiarse en un túnel. El día 24, finalmente, el Barça embarcaba en el puerto de Saint-Nazaire hacia Veracruz con Rosendo Calvet como jefe de expedición. Munlloch figuraba en la nómina de desplazados junto a otros pesos pesados por aquel entonces como VentolràEscolàBalmanyaPedrolIborraGual o Zabalo.

Una de las anécdotas más divertidas de la travesía, a bordo del transatlántico ‘Mexique’, corrió a cargo de Munlloch. La desveló en septiembre de 1963 el ‘Boletín Oficial del FC Barcelona’. Cruzó una original apuesta con un compañero: o se cortaba su abundante y lustrosa cabellera o pagaba un aperitivo, a la carta, al resto de jugadores. El plazo, 24 horas. Juli, como catalán que era, además de responsable, debió hacer números y vio que lo mejor era pasar por las tijeras del barbero del buque y desprenderse de su ondulada melena que lo acompañaba desde su niñez...

Así lo hizo. Al día siguiente se presentó en el punto de reunión y a la hora acordada con una boina que le cubría la cabeza. “Curiosidad y expectación. Se dirigió lentamente al centro de un círculo que a propósito habían formado sus compañeros y, haciendo una ligera reverencia, se quitó la boina. ¡Había ganado la apuesta!”, se leyó en el boletín. Esa fue la razón por la que el extremo, en las imágenes que se conservan de las primeras alineaciones del FC Barcelona en México, lució un sorprendente y riguroso corte de pelo militar. Nada que ver con piojos…

El FC Barcelona fue recibido el 8 de junio en México, donde entre el 20 de ese mes y el 29 de agosto jugó diez partidos y dejó muy buenas sensaciones por su calidad en el juego. Después, entre el 6 y el 20 de septiembre, disputaría otros cuatro en Estados Unidos. En la primera etapa se quedaron varios jugadores, caso de Ventolrà tras el flechazo con la sobrina del presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Tampoco siguieron la ruta los porteros Urquiaga e Iborra. Ni Tache, Pedrol, Gual, Fernando García... El Barça no obligó a nadie a regresar a una España en guerra. En Francia se quedaron Balmanya y Escolà, a quienes se unirían rápidamente Zabalo y Rafa. Solo regresaron Argemí, Babot, Bardina, Pagés y Munlloch.

“Julio, tiene usted abiertas las puertas del Asturias”

El exquisito fútbol de Munlloch no pasó inadvertido por los mexicanos, que lo tentaron. El presidente del Club Asturias, Paulino Coto, antes de que el Barça siguiera de gira por Estados Unidos, le dijo:

­–Julio, cuando quiera volver a México, tiene usted abiertas las puertas del Club Asturias.

Así pues, Munlloch, pese a su juventud, fue uno de los pocos de la vieja guardia que inició el convulso curso 1937-38. Seguía siendo titular indiscutible. Jugó parte del Campeonato de Catalunya y vistió por última vez la elástica azulgrana el 12 de diciembre de 1937, en un Barça-Girona (1-1). Fue el autor del gol. Tenía poco más de 21 años… En enero de 1938 el equipo de O’Connell se proclamó campeón del torneo, pero el extremo izquierda había sido llamado a filas, siendo destinado al frente republicano en la Val d’Aran. Irene, su primera hija, recuerda lo que a menudo le contaba su padre respecto a la guerra: “Tuve suerte de que me enviaran a los Pirineos”, decía, para agregar que “me movilizaron, pero estuve en la retaguardia, un frente muy tranquilo”. Cuando la situación empezó a complicarse y los sublevados fueron ganando terreno, Munlloch se vio abocado, como miles y miles de personas, a cruzar la frontera gala y decir adiós a su querida Catalunya.

Recaló, como la gran mayoría de exiliados, en un campo de refugiados. Fue destinado a uno cerca de Marsella. Por aquellas casualidades de la vida llegó hasta oídos del presidente del Olympique que había un futbolista del FC Barcelona en el campo. La suerte volvió a aliarse con él. El dirigente marsellés lo sacó de ahí y lo incorporó al equipo en agosto de 1938, coincidiendo con Larby Ben Barek, un marroquí que triunfaría en el Atlético de Madrid, y con el que fuera guardameta azulgrana la campaña 1931-32, el brasileño Jaguaré. Pero Munlloch no se adaptó a su nueva realidad. De hecho, no llegó a jugar ningún partido oficial con el Olympique. Solo amistosos... Por su cabeza pasaban otras prioridades. No estaba preparado para rendir en aquellas circunstancias.

Otra vez rumbo a México

Su primera idea fue partir hacia Estados Unidos, país que había conocido en la reciente gira con el FC Barcelona. Y es que los norteamericanos ya quisieron contratarle después de apreciar su talento sobre los terrenos de juego. Le ofrecieron 30 dólares por un trabajo y otros 30 por jugar. Sin embargo, tras una conversación que mantuvo con su compañero Fernando García, ya radicado en México, optó por cambiar de planes.

Recuperó las palabras de Paulino Coto, el presidente del Club Asturias. Desde Francia le escribió preguntándole si la oferta seguía en pie. La respuesta fue afirmativa y el dirigente le hizo llegar dinero para que pudiera abandonar Francia con carácter de urgencia. Partió del puerto de Le Havre con destino a Nueva York en el ‘paquebot’ París junto a su madre, su hermana y su cuñado Victorià. Su padre ya había fallecido. Entraron en México por la vía de Laredo. Y México recibió a Munlloch con los brazos abiertos en octubre de 1938. Eso jamás lo olvidó Juli. Jamás. Hombre de paz, trabajador y culto, sabía que tenía que dar este paso muy a pesar suyo. Con dolor en el corazón, había puesto rumbo a una nueva y desconocida vida para dejar atrás la pesadilla de la guerra y sus terribles consecuencias.

Munlloch pensó que el exilio sería pasajero, que volvería a Barcelona tarde o temprano para rehacer su vida en el barrio, que seguiría defendiendo la camiseta del FC Barcelona. De ahí que dejara el piso donde vivía de alquiler, en la calle Massens, al cuidado de su mejor amigo, Joan Puig, pastelero de profesión. Joan mantuvo la vivienda al corriente de pago y en condiciones, albergando en ella poco tiempo después a la madre de Juli, que no se adaptó a la vida en México y emprendió el camino de regreso. Joan se hizo cargo de Concepció hasta sus últimos días y respetó su última voluntad: quería 12 campanadas en su funeral. Y las tuvo.

La amistad entre Juli y Joan nació a raíz de una estada del jugador en Sant Esteve de Palautordera, donde el FC Barcelona envió a Juli unas semanas para que ganara peso impregnándose de los puros aires del Montseny. Allí se conocieron y, desde entonces, siempre mantuvieron un estrecho contacto. Munlloch fue a parar a una fonda (Can Baró) que regentaba una prima de Joan y recuerda que se "zampaba unos buenos platos de escudella i carn d'olla de campeonato".

A sus 22 años, Munlloch tenía muy claro que quería seguir jugando al fútbol, aunque también sabía que era capaz de ganarse la vida trabajando. No en vano había dedicado muchas horas al estudio y tenía experiencia como contable. Tenía el futuro en sus manos. El Club Asturias, como le había prometido su presidente, lo incorporó con celeridad y el extremo se hizo rápidamente con un hueco en el equipo que dirigía José Ramón Ballina. Allí coincidió con sus ex compañeros del FC Barcelona Joaquín Urquiaga y Fernando García, que ya llevaban un año por esos lares y a quienes la prensa deportiva mexicana había bautizado con los apodos de ‘Chavo’ y ‘Gavilán’ respectivamente.

Elogiado

Debutó en un partido contra el Club España –de Ventolrà y Gual, otros dos compañeros del FC Barcelona–, entonces enemigo deportivo número uno del Club Asturias. Dejó muy buenas sensaciones. Corría el 27 de noviembre de 1938. Munlloch no pudo tener un mejor inicio en su nueva etapa deportiva dado que se proclamó campeón del torneo mexicano (Liga Mayor del Distrito Federal) y de la Copa (temporada 1938-39). En la primera competencia su equipo sumó 17 puntos en 12 partidos, superando a la selección de Euskadi (15), que había sido aceptada para formar parte del torneo aprovechando que estaba de gira por el país. En la Copa el Club Asturias superó al América (7-0) y al Necaxa (7-2), ganando la final del 20 de agosto de 1938 al Club España (4-1).

La prensa mexicana se deshizo rápidamente en elogios hacia Munlloch. Pudo leerse, por ejemplo: “Ahí tenemos lo que significa un jugador de fútbol en serio”; “solo Munlloch sigue demostrando día a día que es una gran adquisición para el Asturias” o “(...) posteriormente se produjeron los minutos más bellos, más emotivos de la serie. Munlloch, ese finísimo jugador de seda, que manda suave la bola como prendida de un hilo, allá donde pone el ojo”.

Otra vez en la cresta de la ola, Munlloch no se cansó de impartir clases magistrales de fútbol la temporada 1939-40 con el Club Asturias, que volvió a ganar la Copa México (1-0 al Necaxa el 28 de abril de 1940), aunque su equipo acabó la Liga Mayor del Distrito Federal en penúltima posición. Sus regates y sus centros matemáticos para que los remataran los compañeros empezaron a traspasar fronteras. Equipos argentinos, paraguayos y de otros países sudamericanos que hicieron giras por México quedaron enamorados del exquisito toque de Juli. Uno de estos conjuntos, el CA Vélez Sársfield de Buenos Aires, lo contrató en mayo de 1940 junto a Fernando García y al ‘Pirata’ Luis de la Fuente, a juicio de Munlloch, el mejor jugador que vio en su vida.

Sin embargo, la aventura argentina no sentó bien al catalán pese a volver a vestir una camiseta con escapulario, como la del CD Europa. Solo nueve partidos y un gol con el cuadro de Liniers en el Campeonato de Primera División de 1940, el que anotó en Villa Luro contra Atlanta (3-2) el 30 de junio, en partido correspondiente a la 12ª jornada. Poco. Munlloch, de todas formas, nunca tuvo palabras de reproche hacia nadie. “Aunque mi suerte fue regular, el público bonaerense siempre me trató muy bien. Recuerdo sus aplausos y su pasión”, dijo. El CA Vélez Sársfield, que acabó debiendo dinero a Munlloch y a otros jugadores, saldó la deuda con “un asado de cuero”, explicó Juli a la revista ‘Barça’ en 1971. El equipo bonaerense perdió la máxima categoría del fútbol argentino en diciembre de 1940 junto a Chacarita Juniors. Fue el momento de regresar otra vez a México.

Tenía 24 años y era muy popular en el país que lo acogió. Tanto, que era frecuente verlo en las corridas de toros y en los espectáculos que entonces estaban de moda, como los que ofrecía la Carpa Salón Teatro Ofelia o el Teatro Folies Bergère. Fue allí donde entabló amistad con Mario Moreno ‘Cantinflas’ y, durante un tiempo, fue “novio de su cuñada –­la moscovita Valentina Ivanova Zuvareff–. Luego, rompimos”, desveló en una ocasión.

Recupera el azulgrana

Después de abandonar Argentina fichó por el CF Atlante, donde volvió a lucir de azulgrana, como en su añorado FC Barcelona. Coincidió con Martí Ventolrà, diez años mayor que él y al que siempre admiró, y fue campeón la temporada 1940-41 al sumar su equipo 22 puntos, imponiéndose a la Selección de Jalisco y al Club España (17). En el curso siguiente, 1941-42 no pudo repetir el título en la competición de la regularidad al perder el play-off contra el Club España (5-4) después de finalizar el torneo empatados a 18 puntos. En la Copa de México, sin embargo, sí saboreó las mieles del triunfo al derrotar al Necaxa (3-5 y 5-0). También lo hizo en el partido para definir el campeón de campeones (Supercopa), tomando la revancha al Club España (5-4).

Las temporadas 1942-43, 1943-44 y 1944-45 no ganó nada. Las lesiones lo apartaron frecuentemente de los terrenos de juego, en especial una en el menisco, aunque defendió la camiseta del CF Atlante hasta el curso 1945-46. Fue tentado en 1943 por el FC Barcelona, pero precisamente, por los problemas físicos que sufría, declinó dicha posibilidad. Fue honesto consigo mismo: “Hubo contactos por mediación del coronel Vendrell, pero me habían operado del menisco y estaba preparándome para dejar el fútbol. Sabía que no era el de antes, y preferí dejar un buen recuerdo de mi breve, pero intenso paso por las filas azulgrana”.

Adiós al fútbol

Munlloch, el fino estilista, el jugador de seda y centro matemático, audaz, el que eliminaba marcas con asombrosa habilidad, colgó las botas a los 29 años. “No había porvenir en el fútbol para un hombre casado”, reconoció. Por su carácter, madurez y estudios, integrarse a la sociedad en aquel momento no fue problema alguno. Estaba preparado y tenía el ilusionante reto de sacar adelante una familia. Se había casado en 1944 con la mexicana de padres españoles Irene Piñuelo Dávalos y el matrimonio tuvo cuatro hijos: Irene, Concepción, Nuria y Julio. Llegó un quinto descendiente, Javier, pero falleció a los cinco años.

Después del fútbol se puso manos a la obra. En los inicios hizo prácticamente de todo, pasando incluso por el sector del algodón, pero rápidamente cambió de registro y entró en pequeños negocios del mundo de la construcción. “Vendía carros de arena, después me pidieron yeso y mortero... Y así, poco a poco, terminé por tener un pequeño negocio de materiales para la construcción (Fierros y Cementos Munlloch S.A.). Y también hice mis pinitos con la compra y venta de terrenos”, recordó en una ocasión a la prensa catalana. Con habilidad y riesgo, pero también tras muchas horas de intenso trabajo y sacrificio, alcanzó una posición que le permitió vivir cómodamente. Si por el deporte pasó como figura destacada, siguió por los mismos derroteros como hombre de negocios.

Su éxito laboral le permitió hacer realidad una de sus aficiones: viajar. Munlloch fue un viajero incansable. “Me falta muy poco para conocer todo el mundo”, decía. Y es que pasó por Hawái, Fiyi, Nueva Caledonia, Australia, Nueva Zelanda… También conoció Sudamérica, Europa (la Unión Soviética más hermética), Asia (la entonces desconocida China) y África. “En Sudáfrica anduve en un safari fotográfico porque soy incapaz de matar una mosca… Pero mi hobby es conocer mundo, gentes, saber cómo viven, y no digo cómo piensan, porque el idioma es una barrera, a veces infranqueable”, sostenía.

“Me quedó siempre una nostalgia, un vacío...”

Era un mexicano más. De hecho, lo era desde hacía mucho tiempo, pero nunca olvidó sus raíces. En Barcelona conservó siempre amigos, en especial Joan Puig, hoy centenario y residente todavía en su siempre querido y recordado barrio de Gràcia junto a su esposa Núria. Tampoco olvidó su lengua materna y mantuvo vivo el orgullo de sus raíces asociándose al Orfeó Català, formando parte incluso del coro. Y fue uno de los cientos de miles de catalanes que, con su aportación, ayudó al nacimiento del periódico ‘Avui’ en 1976. La nostalgia, cuando arreciaba con fuerza, transportaba al ‘noi’ de Gràcia a los descampados donde empezó a darle al balón, a aquellos tiempos felices donde los sueños se hicieron realidad hasta que la maldita guerra los dinamitó y rompió en mil pedazos.

Munlloch siempre fue de conceder entrevistas a la prensa cuando visitaba Barcelona. Viajaba cada tres años aproximadamente y solía coincidir con la Festa Major de Gràcia para acudir a ella, dar “la lata a los amigos” –como decía– y recordar sus años mozos. En la Ciudad Condal siempre contó con su ‘hermano’ Joan, que vivía en el piso de la calle Massens, y siempre tenía una habitación reservada para él, su familia o los amigos que cruzaban el charco. “Medio México pasó por casa”, recuerda hoy con cariño Núria.

En una de esas visitas, en la década de los setenta, un emocionado Munlloch, con lágrimas en los ojos, reconoció que su sueño de niño quedó incompleto porque “me quedó siempre una nostalgia, un vacío, como la sensación del fracaso. Me hubiera gustado triunfar aquí, ante mi público, en el Barça. Yo sabía que lo llevaba adentro, y en mis grandes tardes de fútbol, en México o Argentina, cuando mejor actuaba, con más fuerza me asaltaba el recuerdo de Les Corts, de aquel público que me acogió tan rápida y formidablemente, y al que tan poco pude darle”. Esta inmensa, profunda e inconsolable pena interior lo acompañó hasta el final de sus días.

Munlloch, entonces más Julio que Juli, falleció en México DF el 9 de enero de 1996 a la edad de 79 años víctima de un cáncer. Fue incinerado, como era su deseo, y sus cenizas fueron diseminadas por las aguas de Ensenada (Baja California).

Agradecimientos:

Irene Munlloch Piñuelo (hija mayor de Juli Munlloch). Javier Ortiz Munlloch (nieto de Juli Munlloch). Víctor Miguel Villanueva Hernández (@VictorMiguelVH periodista deportivo mexicano y profesor de periodismo). Joan Puig y Núria (amigos de Juli Munlloch residentes en Barcelona). Fernando Cotera (presidente de la peña Rincón del Barça de Ciudad de México). Xavi López (periodista catalán afincado en México).