Mas: El finísimo elemento condalista

Jugador de exquisita técnica, tuvo un paso fugaz por el primer equipo del FC Barcelona de mediados de los sesenta debido a las lesiones

Pere Mas, en una imagen de archivo

Pere Mas, en una imagen de archivo / sport

david salinas

Pere Mas Pujol (Térmens, 24-05-1943) saboreó las mieles del triunfo la temporada 1966-67, pero su paso por el primer equipo del FC Barcelona fue fugaz. Solo jugó dos partidos oficiales, uno de ellos el segundo de la final de la Copa de Ferias 1965-66, contra el Zaragoza (2-4), el 21 de septiembre de 1966, día en el que Lluís Pujol firmó un histórico ‘hat trick’ que valió un título que había quedado pendiente del curso anterior por falta de fechas. El segundo, de Liga, contra el Elche en Altabix (4-3) el 2 de octubre de 1966. Una inoportuna lesión y la feroz competencia en su puesto obligaron a Mas a esculpir su carrera lejos de casa.

El FC Barcelona apostó fuerte por Mas cuando jugaba en categoría regional con el Térmens. El ‘cazatalentos’ señor Boter se fijó en él y, con 16 años, lo incorporó al equipo Juvenil del FC Barcelona. Boter supo de Mas gracias a Pere Mora Jové, exjugador de la España Industrial, que tenía una novia de Térmens que conocía al joven y prometedor Mas.

La primera firma

Mas se desplazó a Barcelona en tren junto a su padre para firmar. Lo hizo en la sede que el Club tenía en el Pasaje Méndez Vigo. “Pensaba que primero me harían una prueba, pero no. Firmé por tres temporadas y me dijeron que ya no volvía a Térmens, que me quedaba en Barcelona, en el Hotel Oliva, allá por la calle Caspe. Al día siguiente, por la mañana, ya estaba en Les Corts para entrenar”. Allí coincidió con los hombres de Helenio Herrea: Kubala, Suárez, Olivella, Gensana... “Estaba en una nube”, recuerda.

Después de una temporada en el Juvenil, dio el salto al Amateur, con el que se proclamó campeón de Catalunya y subcampeón de España. “Perdimos la final de Zaragoza contra el Real Madrid por 2-1”, rememora.

Destino Santander

A la espera de poder debutar con el primer equipo, aceptó una cesión al Racing de Santander para foguearse. Allí estaba el exbarcelonista Fernando de Argila en el banquillo y eso le dio seguridad, aunque el técnico no terminó la campaña por los malos resultados. Se fue con el uruguayo Villaverde, que ya no entraba en los planes de César, entonces entrenador del Barça: “Villaverde se lo pasó muy bien allí, viví con él. No jugó mucho, pero pudo dedicarse a una de sus grandes pasiones: la pesca”. Era la temporada 1963-64 y el equipo cántabro jugaba en el Grupo Norte de Segunda División. “Fue un buen aprendizaje... Yo era un chaval y jugar en ese grupo curtía a cualquiera”, dice. El Racing quedó cuarto y se quedó a poco de promocionar.

Regreso a Barcelona

De regreso a Barcelona, quedó enrolado en el Condal, en Tercera, el curso 1964-65. Fue una buena temporada. Hizo el servicio militar en Barcelona y logró el ascenso a Segunda después de ganar al Avilés y al Jaén en la promoción. “Teníamos un equipazo. Martí Filosia, Feliu, Vicente... Con Sasot de entrenador, que nos dejó para ir al primer equipo tras el cese de César. Entonces cogió al equipo Colomer”.

"Finísimo elemento condalista"

La campaña siguiente, 1965-66 la jugó nuevamente con el Condal, en Segunda, Grupo Norte. “Hicimos una buena temporada. Acabamos séptimos y al inicio del ejercicio 1966-67 el Barça incorporó a cinco jugadores del filial: Rexach, Martí Filosia, Borras, Pujol y yo”. Mas firmó un contrato por tres temporadas. Era un interior por banda derecha que brillaba por su fútbol técnico y elegante, por hacer jugar al equipo, por la precisión de sus pases. Un enlace media-delantera fuera de serie. La prensa de la época lo definía como el “finísimo elemento condalista”.

"Más decidido, más guerrero, arriesgar más..."

Empezó fuerte, debutando oficialmente en el segundo partido de la final de la Copa de Ferias y volviendo al once contra el Elche. “En este partido, el de Altabix, sufrí una contractura en el muslo, pero seguí jugando al no estar permitidos entonces los cambios”, dice. La lesión lo apartó del equipo unas semanas y después ya no pudo recuperar el sitio perdido. Hasta final de curso, un suplicio. Olsen ya no lo tuvo en cuenta. “Quizá tuve que ser más decidido, más guerrero, arriesgar más, quien sabe...”, reflexiona.

Entra en la 'operación Zabalza'

No dudó en aceptar una nueva cesión, ahora a Osasuna (Segunda División) y entró en la operación Zabalza. Corría la temporada 1967-68. El equipo navarro, que fue penúltimo, descendió a Tercera, pero ese año la criba afectó del 9º al 16º clasificado por la reestructuración que sufrió el fútbol español.

Murcia y Pontevedra

En la temporada 1968-69 regresó a Barcelona, pero tampoco se quedó. Puso rumbo a Murcia y ya como traspasado. Dos años de contrastes con el equipo de La Condomina. Un primero tranquilo (acabó octavo) y un segundo (1969-70) convulso que culminó con el descenso a Tercera. Empezó otra aventura el curso 1970-71: Pontevedra. El técnico, el exbarcelonista Gustau Biosca, lo reclamó y lo convenció. Allí exhibió su clase dos años más, en Segunda, para mantener al equipo en la zona templada (décimo y undécimo).

Levante

Bordeando la treintena, Mas volvió a hacer las maletas. Ahora para recalar en Valencia, en las filas del Levante (1972-73), en Tercera: “Un gran año. Fuimos campeones y ascendimos a Segunda. No perdimos ningún partido en casa”.

Vuelta a Catalunya

Pero volver a Segunda ya no lo sedujo... Y eso que recibió una tentadora oferta del Salamanca, pero tenía 30 años “y un negocio –el bar Términus- que atender porque mis padres ya eran mayores”. Regresó a Catalunya. El Lleida, en Tercera, lo quiso fichar pero entonces apareció el Oliana, de Primera Regional, que le dobló la oferta. “Lo aproveché, claro. Entonces estaba metido en el equipo la empresa Taurus, que quería hacer un equipo competitivo”, recuerda. Fichó por un año (1973-74) pero acabó por jugar “siete u ocho, hasta 1978, creo recordar”.

Últimos coletazos y paso al banquillo

Compaginando el fútbol amateur con el negocio, Mas volvió a recuperar la pasión por este deporte y después de poner fin a la etapa en el Oliana todavía siguió jugando un par de temporadas más en el equipo de su pueblo, el Térmens, en Primera Regional. Y ahora sí, dijo basta. Se acercaba a los 40. Colgó las botas. Trabajó en el bar, ubicado en la carretera Lleida-Balaguer, hasta la jubilación, aunque prolongó su afición en los banquillos, pasando por los del Bellvís (tres temporadas), La Pobla de Segur (cuatro) –recuerda a un joven Carles Puyol queriendo entrenarse con los mayores–, Cervià (dos) –le dieron el premio al mejor entrenador leridano–, Térmens (cuatro) y Solsona (una). Y después siguió dando cursillos en Térmens para los chavales durante algunos veranos... Casado con Pilar, con la que tuvo dos hijos –Anna y Pere–, el fútbol sigue siendo su pasión aunque ahora la comparte con el cuidado de sus tres nietos.