LA HISTORIA DEL BARÇA

Betancourt, el malabarista del balón

Fue el primer jugador de raza negra que jugó partidos oficiales con la camiseta del FC Barcelona. Pese a pasar por muchos equipos, siempre confesó que, ante todo, "me sentía barcelonista".

Francisco Betancourt, en una imagen en Les Corts con la camiseta del FC Barcelona

Francisco Betancourt, en una imagen en Les Corts con la camiseta del FC Barcelona / Antoni Campañà Bandranas

David Salinas

David Salinas

Francisco Betancourt Cocinero pasó a la historia del FC Barcelona por ser el primer jugador de raza negra que jugó partidos de competición oficial. Antes ya lo habían hecho los brasileños Jaguaré Bezerra y Fausto dos Santos, aunque solo en amistosos (temporada 1931-32). Betancourt nació en Barcelona el 4 de febrero de 1913, hijo de padre cubano, Longinos (de Santiago de Cuba) y madre catalana, Maria (de L'Arboç). Vio su primera luz en la calle Ausias March.

Empezó jugando en el vestíbulo de la portería donde vivían y trabajaban sus padres. Y cuando 'molestaba' a los vecinos, lo enviaban rápidamente a la calle. Entonces, recordaba, se podía jugar en la calle porque, por un coche que pasaba, "podíamos estar horas y horas dándole al balón sin peligro alguno. Eran otros tiempos", decía en una entrevista en la década de los sesenta.

Sus primeros inicios en el mundo del fútbol los dio en el Santa Eulàlia, un equipo en el que jugaba Miguel Valdés, exjugador y exdirectivo del FC Barcelona en los primeros años de existencia del club. Valdés era una persona muy popular por el establecimiento de lotería que regentaba en La Rambla. Sin embargo, su primer equipo serio, fue el Fortpienc, al que llegó a los 12 años.

15 duros al mes

Con 15 lo fue a buscar el Gràcia la temporada 1930-31 para incorporarlo a su equipo infantil, llamado 'Petit Rodés'. Le ofrecieron 15 duros al mes y, más tarde, 100 pesetas. De aquí, con 18 años, dio el salto al Badalona (1931-40) y, después de la guerra civil, pasó al Sabadell, donde jugó dos temporadas (1940-41 y 1941-42). Después, por fin, llegó al FC Barcelona, su sueño. Corría la temporada 1942-43. También jugó la siguiente, 1943-44, y siempre con PepeNogués como entrenador. Disputó un total de 27 partidos oficiales (11 goles) y ganó la Copa Moscardó (1943) y la Copa Concordia (1944), las dos de carácter amistoso.

Betancourt, que jugaba de extremo por banda derecha, fue un malabarista del balón. Tenía, además, velocidad y un potente disparo. Decía que "bailar casi todo el día -una de sus grandes aficiones además de jugar al fútbol- me ayudó en este sentido. Tenía más agilidad y elasticidad". Debutó contra el Real Madrid el 27 de septiembre de 1942 (3-0) y, curiosamente, contra el mismo equipo disputó su último partido oficial como barcelonista, el 9 de abril de 1944 en Les Corts (1-2).

El FC Barcelona quiso fichar a Cisco Betancourt del Badalona cuando solo tenía 18 años. Le puso sobre la mesa 35.000 pesetas. Además, le ofreció 950 pesetas al mes y primas de 200 pesetas por partido ganado en casa y 400 fuera. De todas formas, el directivo Josep Doménech, lo advirtió antes de la firma porque el Barça acababa de contratar a Martí Ventolrà, del Sevilla:

-Ciscu, serás suplente pero, como eres muy joven, pronto podrás alinearte en lugar de Ventolrà.

Betancourt se lo pensó apenas unas centésimas de segundo. Vio que no jugaría cada domingo, que es lo único que quería, y respondió:

-¿Podríamos romper el contrato?

-Hombre, si quieres... -respondió el directivo.

Y regresó a Badalona, donde cobraba 200 pesetas mensuales, cuando las cobraba, porque los pagos, como recordaba en una entrevista, "en aquella época era irregulares. Había meses que no nos pagaban, entonces llegaba un día que nos daban mil pesetas para ponernos al día. Así funcionaban las cosas por aquel entonces".

Tuvo que esperar casi diez años para hacer realidad su sueño de poder jugar en Les Corts. Entonces sí, después de haber jugado todo lo que había querido y más, pensó primero en el dinero y después en saltar al campo para jugar al fútbol. Llegó al Barça con 29 años y firmó por 30.000 pesetas y en blanco "hasta que el club quisiera". En el FC Barcelona jugó poco. Era suplente. Delante tenía jugadores como Sospedra, Bravo o Valle que le cerraban el paso. 

De todas formas, fue un jugador muy popular por su color de piel y las anécdotas se multiplicaron. Explicaba que, en un desplazamiento en tren, escuchó como dos muchachas, al verlo, hablaban en voz baja:

-¿Te has fijado en este chico de color?

Betancourt, que además de buen futbolista era muy simpático y extrovertido, se acercó a ellas y, pasándose la mano por la frente, les dijo:

-Y de antes de la guerra. ¡No destiñe!

Tratamundos

Después fue a jugar al Constancia de Inca (1944-45, entró junto a Rosalén en la operación Corró). Y de aquí saltó al Girona (1945-46), Martinenc (1946-50, siendo jugador-entrenador), Molinense (por amistad a Josep Raich, aunque apenas unos partidos) y Tàrrega (también solo un puñado de partidos). Volvió al Badalona (1950-51), donde colgó las botas. Cuando le preguntaban por este constante cambio de equipos, respondía: "Bueno, la verdad es que no lo buscaba, me sacaban del equipo los jóvenes, que subían con mucha fuerza y, como yo lo único que quería era jugar, no tenía más remedio que irme". De todas formas, siempre tuvo un especial cariño al FC Barcelona. "Lucí muchas camisetas, sí, pero siempre me sentí muy barcelonista", confesaba.

Después de retirarse, a los 39 años (nunca fue expulsado de un terreno de juego), siguió vinculado al mundo del fútbol, ahora en los banquillos. Compaginó su trabajo en una firma de tejidos con su nueva pasión: entrenar. Dirigió al Tàrrega, Martinenc, Mataró, Europa, Sant Cugat, Ciutadella, Ripoll, Torelló, Turó de la Peira y Palamós. En 1965 le dieron la medalla de plata al 'Mérito Deportivo' de la Federación Catalana de Fútbol (FCF).

Betancourt siempre fue un ferviente defensor de las habilidades del futbolista, de la espontaneidad, contrario a la rigidez de las tácticas. Jugó muchos años con el equipo de la Agrupación de los exjugadores del FC Barcelona, al que también dirigió. Allí coincidió con Laszi Kubala, que siempre le llamaba, cariñosamente, el 'Rubio'. Murió en Barcelona el 28 de marzo de 1998, a los 85 años, dejando un profundo vacío en quienes lo conocieron porque Cisco fue de esas personas que dejaba huella por su humildad, sencillez y humanidad.