Inicio Entrenamientos ¿Y tú de quién eres…?

¿Y tú de quién eres…?

Hace unas semanas revisaba Rebeldes, aquella película enternecedora de Francis Ford Coppola, y me vino a la mente la disputa emocionante que se ha establecido hoy en el mundo del atletismo entre el soldadito keniata Geoffrey Kamworor y el gigante de hierro Mo Farah . Os explico un poco el por qué.

La película como a lo mejor sabéis -y, si no, os lo cuento yo, que me encanta la cinta-, la historia gira en torno a un chico de 14 años llamado Pony-boy Curtis que pertenece a la clase baja de la ciudad de Tulsa (Oklahoma), y a una banda de chicos que se hacen llamar los Greeaser, chicos de familias pobres con escasos recursos. También hay una banda rival, los Socs, formada por chicos de clase alta procedentes de familias adineradas dueñas de grandes empresas. La rivalidad entre ambas bandas no deja de ser una lucha de clases.

Enseguida asocié a Kamworor en su Kenia natal casi sin recursos con los Greasers. De parte de los Socs estaría Farah, que cuenta con todos los recursos del mundo, facilitados por ese cuartel ubicado en la montañas de Portland llamado Nike Proyect. Un centro de operaciones que ha sabido leer con gran acierto los cambios sociales, económicos y deportivos que ha sufrido el atletismo en la era moderna.

Kamworor viene a ser una especie de Pony Boy Curtis “el chaval al que todos desean que se mantenga siempre dorado”. El dorado del keniata viene de un talento natural traído desde la cuna. Un instinto infalible, despojado de toda pericia técnica, con un estilo de zancador muy rústico y una complexión física, ancha de pectorales, más próxima a la de un atleta de 400 metros que a la de espagueti fibroso del fondista. Él representa ese atletismo desnudo, casi sin recursos, del que se echa al monte con sus compañeros y donde todos juegan a ver quién es el atleta que se desintegra antes bajo el sol que abrasa la tierra. Es decir, hablamos de un Greaser en potencia; un chaval duro al que lanzas contra contra la pared y rebota.

Farah, en cambio, es un Socs en toda regla. Un chaval incombustible, generado casi científicamente en un laboratorio de precisión suiza, modelado a base de sofisticadas técnicas estudiadas al milímetro y parapetado tras una gran marca. Es decir, Mo, por muy descendiente de africanos que sea, es el hijo pródigo de “papá Nike”, que siempre está ahí para protegerle bajo su ala y sacarle de todos los problemas.

Así, por de pronto, Mo, cuida sus articulaciones entrenando en una extraña plataforma acuática de cinta instalada en el interior de una piscina climatizada, una forma de acumular metros sin que el impacto del pie contra el suelo afecte a las rodillas, gracias al freno del agua. Otra virguería de la ciencia aplicada a su servicio. Kamworor, en cambio, acumula metros en auténticos pedregales que machacan sus articulaciones, un procedimiento de trabajo muy rudo, que se sirve de menos detalles que aquel Seat Panda ochentero.

Habrá quien vea en estos estilos tan contrapuestos una metáfora de ciudadanos considerados de primera y “de segunda, esa especie de guerra de bandas a la que aludía antes entre los Socs  y los Greasers. Prueba de ello fue el momento en que, en el campeonato del mundo de media maratón, Kamworor entró victorioso batiendo a Farah con sus rodillas ensangrentadas. A pesar de esa gesta tan increíble, no hubo ni un solo periodista de los tropecientos destacados en el campeonato que se acercara con su micro a Kamworor para intercambiar unas palabras con el muchacho. Sin embargo, cuando Mo entró en tercera posición, a un minuto de Kamworor, todos los medios del mundo occidental (y no solo de Inglaterra, donde se celebraba el evento) se echaron sobre él, ansiosos por escuchar a la estrella hablar sobre las incidencias de la carrera. Mientras tanto, Kamworor, ignorado, seguía paseando victorioso su bandera keniata como si fuera el figurante de una película en la que el papel protagonista es sin duda de un genial actor llamado Farah sobre el que se posan los focos mientras declara a la prensa: Tal vez el asfalto es de Kamworor, pero el tartán es mío.

Todo este caldo de cultivo ha terminado en un reto a mandíbula batiente entre ambos que parece que puede confluir en Río. Kamworor pretende correr los cinco mil y los diez mil metros claramente con la intención de retar a Farah. Este finde semana se han cruzado en la Prefontaine. Farah eligió correr el 10 mil. Kamworor, probó, por fin, el 5 mil. ¡Había ganas de verle!

Kamworor, el hijo pródigo de kenia, el orgullo del Rift Valley, esperaba su turno para correr el 5 mil, mientras tomaba nota del acontecer de esa carrera memorable del 10 mil en la que sus compañeritos, Sambu, and Cia, eran doblegados, nuevamente, por el genio de Farah. A pesar, incluso, de bajar al piso imposible de los 27 minutos, una marca, donde, cuentan, que ya no se ve, ni se oye y menos se respira. Kamworor tomó nota. Para ganar a Farah, debe bajar a coquetear con la muerte: 26’40”. O menos. Hoy, la federación de Kenia, y el entrenador del propio Kamworor, deben pensar muy seriamente si vale la pena sacrificar a su prodigio para tratar de ganar a Farah en Río. Requiere de una preparación descomunal que podría comportar  la destrucción física y moral del chico. Y no es ninguna broma, porque no es el primero ni el último atleta en kenia que dura en el firmamento lo que el brillo de los fuegos artificiales. De momento Kamworor en su puesta de largo del 5 mil no se le dio mal. Demostró con una segunda posición que está en el buen camino y que mantiene su palabra. “Voy a por Farah. Por mi y por el orgullo de los atletas de Kenia” Pero ayer quedó claro que, si un atleta como el etíope Edris le gana a 200 metros del final, quizá es el momento de pensar que ese doblete en Río no sea una buena idea y que, tal vez, centrarse en el 10 mil es la mejor solución a tan descabellada propuesta.

Semejante reto, lógicamente, pasa también porque a Kenia le dejen participar en las Olimpiadas, lo que hasta hace muy poco se cuestionaba. Por cierto, ¿a quién le importaba que los Socs se prepararan tan duramente sin que estos supieran realmente si podían optar a participar en cualquier cosa en la que pudieran sacar la cabeza?.

Sin embargo, otro de los privilegios de Farah es que ahora mismo nadie cuestiona aquellos famosos días de oscuridad, tribulaciones, maquinación, en los que el universo entero de las fuerzas del mal parecía haberse confabulado contra su entrenador, Alberto Salazar, gracias a aquel reportaje de la BBC que comprometía a su grupo, hasta entonces intocable, y que lo metía de lleno en prácticas dopantes.

Aquel reportaje sangrante pintaba a Salazar como si fuera un extraño doctor Strangelove de bata blanca en su laboratorio mágico, fabricando testosterona en unos tubos de ensayo cuyo contenido introducía luego a cuenta gotas por las noches a un jovencísimo Galen Rupp, de 16 años. Este hecho maquiavélico del que se le acusaba no parece muy creíble tal y como lo plantea el reportaje. Pero mi intuición me dice que, viendo el estilo áspero de Salazar, tampoco imagino al consagrado preparador llevando por las noches un vaso de leche con galletitas Marbú Dorada a un soñador Rupp antes de convertirse en el caballero blanco del fondo mundial.

Visto con el tiempo, se nota que el reportaje fue una maniobra de la BBC para proteger a Farah y, tal vez, alejarlo del clan de Salazar. Semejante ardid le vino bien al atleta, y esa chufa audiovisual, sin fundamento, resultó el acicate perfecto para que le dejaran en paz y que no se volviera hablar del tema. Privilegios ganados a pulso como un buen Soc. A fin de cuentas, privilegios de niño bien, que sabe ganar por talento, eso es así, pero que nadie se atreve a cuestionar.

En el fondo, el duelo Kamworor-Farah es un duelo que ya se viene gestando desde Cardiff y claramente apunta a algo más que a una simple lucha entre dos atletas. Es un encuentro entre dos mundos muy opuestos que han venido a traer la emoción al atletismo. Dos mundos cada vez más alejados entre sí, el de la supervivencia en África y el del brillo de Occidente, representado en ese fastuoso proyecto de Nike en las montañas de Portland, donde sobra de todo y no falta de nada.

Dos mundos que unas pocas veces, muy contadas, confluyen en un mismo sitio y a una misma hora, en la línea de salida de una carrera. Allí, en teoría, y solamente en teoría, Farah y Kamworor son iguales, aunque claramente les separe un abismo en el procedimiento de cómo se ha llegado hasta ese mismo punto de encuentro.

¿Y tú, de quién eres…?

Ilustración: Mark Pons


Suscríbete a nuestro newsletter

Recibe en tu correo lo mejor y más destacado de LBDC

1 COMENTARIO

  1. Brillante artículo, tanto como la piel de estos dos africanos. ¡Felicidades Mario! y a ti también Mark por esa ilustración tan potente.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí