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7 cosas que solo están socialmente aceptadas antes de un maratón

Corredores meando antes de un maratón en China

En el marco global de la sociedad hay ciertos actos, conductas, que no están bien vistas. Bien porque sean desagradables o porque su naturaleza se salga un poco del guión o de los cánones de lo que es considerado correcto por la mayor parte de la gente (algunas incluso dentro del marco de la legalidad). Pero amigos, hay situaciones en las que lo que está bien, dicho de forma casi ordinaria, nos la trae al pairo.

Y una de ellas es sin duda la preparación del maratón y los momentos previos. Muchas emociones a flor de piel, demasiadas cosas en la cabeza, nervios y ese burbujeo en el estómago que nos hace actuar de forma casi irracional. Y en esas circunstancias quizás nos sale actuar de una forma que nos daría hasta vergüenza en nuestro día a día. Cosas socialmente aceptadas en el contexto de nuestra amiga de 42 kilómetros.

Siete particularidades (o esperpentos):

  1. El ‘orín del corredor’ en lugares insospechados:

No vamos a promulgar ni por asomo esta práctica, pero sigue habiendo carreras con un déficit claro de lavabos portátiles y se forman unas colas de mil demonios. Es por eso que (sobre todo los hombres) se opta por orinar en algún sitio un poco escondido para sacarnos de encima esos nervios previos y esas ganas de mear que incomprensiblemente nos entran cuando quizás hace media hora solo que lo hemos hecho. Mala praxis, pero no nos escandalizamos cuando lo vemos en los momentos previos a la salida del maratón. El falso jardinero, el estiramiento confuso…son algunas de las técnicas que desvelamos en esta guía para mear en público de la forma más discreta posible.

2. Calcetines de compresión

Cuando corremos a veces no nos damos cuenta, pero tenemos unas pintas de lo más grotescas. Y uno de aquellos accesorio que jamás nos pondríamos en nuestro día a día, pero sí para correr son los calcetines de compresión. Sabes perfectamente que alguien va a competir cuando los lleva puestas. Suelen ir acompañados de colores cantosos que aún nos hacen destacar más en el metro de camino a la salida. Ellos no lo entienden, pero tus gemelos van bien comprimidos y están a tope para ‘volar’.

3. Sentarte cuando y donde te dé la gana

Como si de una sentada popular se tratara, en los momentos previos a las carreras muy a menudo nos ‘apalancamos’ donde buenamente podemos. Ante la ‘tralla’ que se nos viene encima, no queremos gastar más energía de la necesaria y en esa interminable hora previa al pistoletazo de salida bueno es un bordillo o incluso la misma calzada para descansar piernas.

  1. Cubrirnos el cuerpo con el famoso ‘tape’

Otra práctica habitual de los maratonianos dentro de esa ‘psicosis’ que suele reinar en los prolegómenos de las carreras, es la de notar molestias en cualquier parte del cuerpo antes de afrontar el gran día. Es por eso que no es raro cubrirnos el cuerpo de la famosa cinta ‘tape’ o con las famosas ‘kinesiotaping’ (esas tiras de colores que se ubican en ciertos músculos).

  1. Copiar el ‘outfit’ de nuestros rivales para no desentonar

Seguramente sea uno de los detalles que más cuidamos a la hora de afrontar un maratón (o cualquier carrera). Nuestro ‘outfit’ es imprescindible, tenemos que ir magníficamente con juntados para esa foto que nos harán en plena faena y para poder levantar orgullosos la barbilla en esos instantes de intimidación previa (todo léanlo con un poco de sorna, claro).

  1. Usar todas las herramientas de recuperación y descarga habidas y por haber

Siguiendo con esas neuras y esa ‘psicosis’ que nos entra antes del maratón, otro de los hábitos que solemos tener es el de usar todas las herramientas habidas y por haber a nuestro alcance para llegar descargados y en las mejores condiciones físicas posibles. Electrodescargas, rodillos de descarga, masajeadores, etc. Nos escatimamos en gastos para llegar a tope al Día-D.

  1. Comer de la forma más aburrida del mundo

No es extraño ver a un maratoniano ingerir los alimentos más monótonos y aburridos del mundo. Pasta, hidratos, pasta, hidratos y así durante seis, siete, ocho o diez ágapes. Uno llega a aburrirse y a odiar los hidratos, pero se obliga a comer montañas y montañas porque “es lo recomendado”.


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