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Un fuera de serie entrenado por un bombero: "Entrenar a muerte no es divertido"

 Pol Retamal, a los 20 años, acaba de lograr una marca estratosférica de 20,49 en 200 metros. Un mérito aún mayor al saber que pasa 4 horas diarias entre ida y vuelta en el transporte público para ir a la Universidad. “Cuando acabo agotado me pregunto quién me manda meterme en esto”. 

A los 20 años, Pol Retamal ya se ha preguntado alguna vez quién le habrá mandado meterse en esto. Pero hay un problema: le gusta la velocidad.

Ama la velocidad como otros podemos amar el colchón de nuestra cama o la fecha de nuestro cumpleaños. Y él ama escuchar todas las órdenes que le plantea ese bombero que es su entrenador: David Ruiz.

De hecho, si sigue viviendo en Vilafranca del Penedés, si no se ha ido a un Centro de Alto Rendimiento, es porque Pol no quiere dejar de escuchar a ése hombre, David Ruiz, que es su entrenador. El mismo que le dice que “ganar ya es una exigencia” o que el otro día le programó “dos series de 250 metros al 90% en 27,50”. Y fue Pol y las clavó como si fuese tan fácil como abrir la puerta de una panadería y pedir dos barras de pan. Pero no era tan fácil.

Pero estamos ante un joven que, desde los 13 años, no pide dinero a sus padres para ir al cine o para comprarse unos pantalones vaqueros. “Procuro administrarme con mis ahorros“. Y, aunque el dulce le pierde, tampoco recuerda la última vez que entró a una pastelería a comprarse un donut o un pepito de chocolate. Y tiene 20 años, toda la libertad que se imagina a esa edades en la que quién de ustedes no cometió algún exceso.

Pero conocer su vida es conocer al velocista que acaba de asaltar a la historia o que acaba de hacer 20’49 en 200 metros que son palabras mayores. Sin embargo, él no quiere pasar el resto de su vida metido en esa marca, porque sueña con ser finalista olímpico. Las paredes de su habitación respiran esa ambición, que es imprescindible para vivir o para explicar miles de horas de trabajo que se resumen en 20 segundos.

Ni un anuncio de televisión dura tan poco.

Por eso en el atletismo sobresale una pregunta que al resto de la ciudadanía le parece una barbaridad. “Y si ese día te sale mal?”

Pero así de perversa o de cruel puede ser la velocidad. Pero como a él le gusta tanto la velocidad…

De lo contrario, ahora estaría de vacaciones tras un curso académico bastante bueno: estudia Medios Audiovisuales en la Universidad de Mataró.

De lo contrario, ya hubiese dejado el atletismo porque todos los días se enfrenta “a dos horas de ida y a otras dos de vuelta y a no menos de dos transbordos en transporte público para ir a la Universidad”. Pero entonces él se encarga de poner las cosas en su sitio, de no ofrecer ninguna oportunidad a la pereza. “Pol, estás haciendo lo que te gusta“, se recuerda a sí mismo y entonces se cierra el debate.

Instagram: @polreta8

Por eso está donde tiene que estar. Y no importa que haya días en los que acabe agotado. Y tampoco importa que haya descubierto que  “entrenar a muerte no es divertido”, porque ahora esta es su profesión. Mañana se dedicará a otra cosa y nunca mas volverá a tener 20 años. Nunca más volverá a ser tan joven como lo es hoy. No pierdan de vista esta idea: nos vale para todos.

Lo que pasa es que somos unos inconformistas. Por eso Pol Retamal, nada más terminar una de esas series a muerte, siempre se hará la misma pregunta: “Quién me ha mandado meterme en esto?” Pero no habrá manera de que esa pregunta le haga la vida imposible. “Cuando lo pongo en una balanza y entiendo que esto es necesario para cumplir mis sueños me digo a mí mismo, ‘adelante, tenemos que seguir haciendo esto'”.

El mundo se divide en dos, entre los que renuncian prematuramente a sus sueños y los que no. Pol Retamal pertenece a esta segunda categoría. “El atletismo me ha educado para dar cada día lo mejor de mí mismo”.

El atletismo también nos recuerda que no es fácil ponerse en la piel de un velocista que el otro día hizo “dos series al 90 % de 250 metros en 27,50 cada una”. Pero quizás por eso resulta casi claustrofóbico imaginarse en la piel  de un velocista, casi mejor que preferimos verlo desde la grada o desde la televisión: correr a muerte  es un arte reservada para muy, muy poca gente.

Él, Pol Retamal, lo resume como si fuese un libro de texto: “Esto es machaque, machaque y machaque”.

A los 20 años, Pol Retamal ya ha entendido para siempre que “para ganar antes hay que equivocarse. Por eso quiero equivocarme, porque no hay otra manera de aprender”. Se lo ha escuchado decir a su entrenador y a su padre, que tiene un cargo de responsabilidad en una empresa vinícola de Vilafranca del Penedes, la capital del vino.

Allí, rodeado de viñas, creció Pol Retamal, que un día empezó a hacer atletismo y se enamoró de la longitud. “Llegué a saltar 6,69 metros en pista cubierta”. Pero hace cuatro años tuvo que dejarlo. Tenía problemas en la espalda por su forma de caer en el foso. “Me dolían las lumbares y no había manera de acabar sin dolor”.

Buscó entonces un nuevo domicilio y lo encontró en la velocidad. Hoy, es el hombre de moda de nuestra velocidad: hablar de él es como pedir una copa de un buen vino.

“No es fácil ser campeón de España, pero si tengo un buen día lo lógico es que sea campeón de España”, advierte de cara al nacional de este fin de semana en La Nucia (Alicante).

A los 20 años, Pol Retamal es un atleta al que las primeras zapatillas de competición, que se compró con su dinero, le duraron casi “cuatro temporadas “.  Está claro que las apuró al máximo y que acabaron destrozadas. Pero es una anécdota que retrata bien al joven que aprendió desde muy joven el valor de las cosas y que lo separa del atleta de elite que es hoy: la sabiduría siempre necesita tiempo. “He comprobado que la diferencia entre una buena o mala marca puede estar en las zapatillas. El día que dejé esas zapatillas y estrené las nuevas me di cuenta. Aquello era otra historia”.

A los 20 años, Pol Retamal ha pasado este invierno “más horas en el transporte público que en la pista entrenando”, pues “no había casi ningún día que el tren no se quedase parado al ir a la universidad”. A los 20 años, Pol Retamal no sabe si podrá ser así siempre, pero sí ha logrado convertir el atletismo en su profesión como solo podía imaginar de niño cuando se movía entre las viñas de Vilafranca del Penedes.

A los 20 años, en realidad, Pol Retamal ha aprendido que todo es posible, lo que más nos ilusiona y desilusiona de esta vida. Pero entonces necesitamos recordar que hay veces en las que los sueños se cumplen como nos ha explicado hoy este jovencito.


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