Sergio Heredia: el periodista mulato que desactiva al racismo

Publicado por
Alfredo Varona
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Fue el Aouita catalán. Un atleta de 800 que llegó a correr en 1’48” y a opositar para ir a los JJOO de Barcelona 92. Hoy, es un cronista de ‘La Vanguardia’ que escribe de mil cosas, entre ellas de atletismo con una naturalidad que nos deja marcados.

En una época, en la que todo el mundo soñaba en Barcelona con ser voluntario en los JJOO del 92, él no.

Él soñaba con algo más importante, con participar en esos JJOO. Y tenía motivos Sergio Heredia que, a los ojos del atletismo, era el Said Aouita catalán. 

Un joven que, a pesar de vivir en el barrio de Pedralbes, doblaba dos veces al día. Un espléndido atleta de 800, en realidad, que iba a las mismas concentraciones que la Federación Española organizaba para Fermín Cacho, para Teofilo Benito, para Luismi Berlanas, para Luis Javier González…

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Un joven que, además, llegó a correr el 800 en 1’48″8.

Que llegó a hacer dos 500 en 1’04” con 10 minutos de descanso.

Que siendo junior fue campeón senior de Cataluña.

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Que con 16 años ganó el campeonato de España cadete de 1.000 metros en 2’32” en la pista de Vallehermoso dando besos en la última recta. Qué ocasión perdió entonces de hacer el récord de España y cómo se lo recriminaron desde la Federación Catalana, normal.

Pero entonces amanecía el contador de historias que llevaba dentro: ese sentimiento.

Nadie de los que se lo dijo sabía que minutos antes de empezar la final, mientras calentaba en la hierba, escuchó desde la grada a su madre y a uno de sus hermanos que, sin decirle nada, habían venido a verle.

-Qué cosas. Qué emoción.

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Le crujió todo por dentro, empezando por las piernas.

Su madre, como su padre, un reputado oftalmólogo de Barcelona que un día llegó desde la República Dominicana, reconoció, a partir de ese día, la afición del segundo de sus seis hijos por correr.

Nunca más volvieron a decirle: “Sergio, apuntarte mejor al fútbol”.

Y la culpa fue de aquellos besos que le vieron lanzar en la última recta, vencedor e imponente Sergio Heredia, cómo no enorgullecerse.

Pero es que Sergio era un muy buen atleta.

Un tipo que iba a rivalizar en millas con Fermín Cacho en las que también iba a descubrir la diferencia. “Mientras él cobraba dos millones de pesetas a mí me pagaban 35.000″. 

“Yo era muy bueno, pero no era tan bueno por una razón: me lesionaba mucho”, explica hoy para sentenciar el pasado.

Un pasado que se cerró definitivamente el día que su entrenador le pidió que hiciese 10×1.000 con 1’00” de recuperación.

“Cuando llevaba cinco o seis y vi lo que estaba sufriendo me dije a mí mismo: ‘esto se acabó, esto ya no conduce a nada'”.

Y se acabó.

Y el atleta de élite, que había movilizado a sus 400 compañeros de ‘La Vanguardia’ aquel fin de semana del 96 en el que llegó a la final en el Campeonato de España de Málaga, no volvió más.

Había arrancado de becario en ‘La Vanguardia’ y había que cambiar de registro: la vida es así.

Había que explicarse a sí mismo que “esto va a ser difícil. De hecho, al principio, los cinco primeros años fui autónomo y cogía todo lo que salía. Hice enciclopedias. Fui director de la revista ‘Maratón Catalunya’….”

“Para llegar hasta donde estoy ahora me he llevado muchas collejas”, explica hoy.

La realidad es que yo he llegado a él por la naturalidad con la que escribe de mil cosas en ‘La Vanguardia’, entre ellas de atletismo.

Quizá porque no hay nadie más indicado para escribir de atletismo que un periodista que fue atleta y que lo comprobó por sí mismo: “No ganar me jodía y me jodía mucho”.

“Y daba igual que el que me ganase fuese un compañero o amigo porque si en carrera había que utilizar los codos yo lo hacía y él me lo hacía a mí. Y si había que intimidar en la cámara de llamadas yo le intimidaba a él y él me intimidaba a mí porque el atletismo es un deporte individual”.

Sergio Heredia nunca abandonará el atletismo. Es imposible. Cada semana hace 60 kilómetros de media y cada 9 de junio el día de su cumpleaños, se regala un 500 a tope. “Con 60 años aspiro a hacer 1’12”.

En realidad, de lo que te gusta no puedes ni debes dejar de hacerlo nunca, pero sí hay un momento en el que debes saber tomar distancia.

Fue lo que hizo Sergio Heredia en el 96.

Fue lo que me explica hoy.

Fue cuando se dio cuenta de que esto se había acabado, de que el viaje amenazaba con ir a  ninguna parte y de que el periodista, que ansiaba ser, debía empezar ya. 

No es el ejemplo. Es su ejemplo.

No se sabe si vale para 1 o para 1.000 atletas, que no terminan de despegar. Pero en la vida hay que decidirse cómo se decidió él. Nadie sabe lo que va a pasar cuando toma una decisión.

Hoy, sin embargo, Sergio Heredia es un reputado periodista de ‘La Vanguardia’, donde explica las cosas como son, donde no se avergüenza de hablar de los problemas que le ha causado su color de piel (“marroncita”, como dice él), porque ya tiene “las herramientas para desactivar el racismo” que se ejerce contra él.

Hizo un artículo acerca de esto que sólo en Twitter superó las 160.000 interacciones. 

Aquel día me decidí a llamarle.

-Me gustaría hacerte una entrevista.

Y, como imaginaba, encontré un hombre enamorado a partes iguales de la escritura y del atletismo. Quizá su rebelión perfecta frente al destino o frente a lo que su propia familia había imaginado para él.

-Ellos siempre quisieron que estudiase una carrera con cara y ojos y estudié Derecho, pero cuando terminé lo dejé bien claro, ‘ahora periodismo, ahora toca periodismo’.

Y hoy es periodista.

Un periodista polivalente que ha vuelto a deportes tras escribir de crímenes, de desgracias sociales como la del Prestige, de viajar por medio mundo (Afganistan, Haiti, etc) y hasta de Economía en los peores años de la crisis.

Todo empezó el 11 de septiembre de 2001 con el atentado de las Torres Gemelas.

“Yo estaba en Chicago, donde vivía mi hermano, y me localizaron desde el periódico para que fuese a Nueva York porque no podían mandar a nadie. Me monté en un autocar con 300 dólares y tres camisetas. Recorrí los 2.000 kilómetros.  Las llamadas al periódico eran a cobro revertido”.

¿Quién sabe si esto hubiese pasado si a partir de los 18 años Sergio Heredia no se hubiese lesionado tanto? 

Justo después de participar en un Europeo junior en Croacia.

¿Quién sabe si hubiese llegado a ser campeón de España, olímpico en Barcelona y a rebajar su marca en el 800 como parecía lo más lógico?

¿Quién sabe? ¿Quién?

Pero a los 26 años se dio cuenta de que ya no podía ser.

Hay momentos que no se pueden elegir. “¿Qué vas a hacer cuando tengas 40?”, se preguntó a los 26 y le dio miedo la respuesta.

Y se puso manos a la obra.

Hoy, aprecia cuando ve el currículum de los atletas españoles que van a los JJOO, a los Europeos, a los Mundiales. “Casi todos estudian medicina, farmacia, derecho, arquitectura…, qué sé yo, pero es que tiene que ser así. De lo contrario, ¿qué te queda para el día de mañana? ¿unos pocos ahorros si acaso?”

Por eso esta conversación rápidamente salió de la pista. Quizá porque tenía que ser así: el atletismo es inseparable de la vida.

No se puede entender una cosa sin la otra como demostró hoy Sergio Heredia, ese hombre de color “oscurito o marroncita” que esta mañana fue a un programa de radio en Cataluña de un amigo.

-Cuando me vio el jefe, que no me conocía, me preguntó “¿pero tú entiendes catalán?’ porque nadie se imagina que un hombre de mi color habla catalán, ni yo mismo cuando veo a otros de mi color.

Pero, al final, la vida se trata de eso: de dar respuesta a las preguntas por mucho que nos sorprendan las respuestas.

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Alfredo Varona