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Querido amigo Mo Farah

AFP
Carta en primera persona al mago, al atleta que lleva siete años ganando. Y lo de anoche en Londres pudo ser la obra maestra. Su obra maestra.

Claro que sí, amigo. No hay ninguna duda. La vida sigue igual. Siete años después de aquel Europeo de Barcelona, la vida sigue igual. Al menos, para tí, que has detenido el tiempo como sólo se hace en el cine, con una naturalidad que explica lo inexplicable. Un alegato que iguala las pistas de atletismo con los cuentos de hadas y que nos recuerda que los héroes también existen. Así que no hay manera de explicar el atletismo de hoy sin reforzar el sentido de la palabra imbatible y que ahora mismo es merecedora de una portada en ‘The Sun’ llena de magia y tipografía. El responsable eres tú, amigo Farah. El responsable de que yo mismo pierda el sentido al escribir esta noche, también. No hay nada que nos impida abrazarnos hasta hacernos daño después de haber visto una carrera como ésta. Ha durado 26 minutos pero podría haber durado toda la vida: hubiera sido aún mejor.

Quizás hasta tendríamos más tiempo para explicar que la perfección existe y que, esta vez sí, Mo Farah nos ha llegado al corazón. Atizado desde todas partes, ha resistido como si estuviese en Vietnam en la década de los sesenta. No hay homenaje mas sabio que el que rinden las cicatrices.

En realidad, esta es la magia de escribir, amigo. No podemos correr como tú pero sí podemos contar como corres. Tenemos esa ventaja que no tendrán las generaciones que vengan después de nosotros. Tenemos la sensación de que acabamos de salir de ver una película maravillosa en la que han rendido al máximo todos, vencedores y vencidos. Tenemos el derecho a despertar a la literatura de ayer cuando los ganadores no sólo eran ganadores. También eran héroes. Y no pasaba nada porque tuviesen 34 años, que es tu edad de ahora, la misma que ha puesto fecha de caducidad a miles de atletas cosidos por los dolores y articulaciones que no aguantaban más. Pero a esta edad no hay signos de envejecimiento en ti. La última vuelta sigue siendo la más rápida y esa cabeza tuya es digna de un Congreso en el Parlamento Europeo de Bruselas. Por eso escribir hoy de ti es un lujo sin necesidad de pedir disculpas a nadie. Porque esta noche, con esa carrera de 10.000 metros, el atletismo se ha convertido en una obra maestra. Y te darás cuenta de que no somos aficionados, amigo; somos fanáticos. Y tampoco discrepamos de los vencedores morales que esta vez podría haber sido Cheptegei menudo ugandés ese tipo. El día que tengamos que reformar la casa lo llamaremos: él sólo puede hacer de todo, desde el plano de la obra hasta sacar los escombros. Nadie en estos últimos siete años te ha atizado con esa dureza ni con esa cadencia que parecía industrial. Ha sido maravilloso, amigo. Pero es que en estos años ha ocurrido algo que hasta que apareciste tú  teníamos derecho a dudar. África nos parecía imbatible: Gebresselasie, Bekele, Tegat. .., en fin qué te voy a contar.

Hoy, sin embargo, no sabemos si darles el pésame o la enhorabuena todos esos africanos. Porque intentan por todos los medios derrotarte.  Y lo hacen con pasión. Y con inteligencia. Y con un hambre de hacerte daño que glorifica al estadio entero. Hasta son capaces de plantear una carrera que a la ciencia, sencillamente, le parecería una locura. Pero esta es la magia de todo esto, la que sólo aparece en noches así o la de tipos como tú, amigo Farah, que nos ayudan a idealizar esta profesión o a escribir de ángeles que están en la tierra. Son siete años repitiendo el mismo discurso supeditados a esa declaración tuya que es ley en la prensa británica: “Paso once meses al año con el cuerpo metido en el infierno”. Así que lo último que se me ocurre en una noche como la de hoy, tocada por una varita mágica, es sospechar de ti. Sé que es tentador y lo sabes tú también, porque la duda forma parte de la vida. Los humanos somos así. A veces hasta llevamos razón, conste. Nos asustan los desengaños. Hemos tenido algunos gravísimos. Así que ya sólo ponemos la mano en el fuego por alguien de la familia, imagino que lo entenderás.

Pero la realidad es que ahora mismo yo no sabría sacar este 10.000 de lo que ha sucedido en la pista de atletismo. Sería como pedirle al mar que no haga ruido o a tus hijos que no te quieran. Sería imposible. Y no, amigo Farah, no podemos hacerlo. No podemos olvidar ese penúltimo 1.000 en 2’39”. No podemos olvidar tus brazos ni tu rostro en medio del fuego. No podemos renunciar a esa frialdad con la que te comportas en la pista y que nos recuerda que esto de correr es un sabio reflejo de la vida. Porque no se trata de ganar al principio, sino al final. Porque es entonces cuando aparecen los atletas que ganan siempre. Así que enhorabuena, amigo, y disculpa si me he pasado (pudiera ser que si) y hasta de que me atreva a pronosticar tu futuro. Todavía es prematuro para que abandones la pista.

@AlfredoVaronaA 

 


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3 COMENTARIOS

  1. Amén, he leído todo el artículo con vello de punta. Una carrera histórica la de ayer, indescriptible, bueno sí, tu lo has hecho y muy bien.

  2. Espectacular carrera , una de las mejores de diez metros que se ha visto nunca , y como siempre un excelente artículo del señor varona

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