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Qué tipo de competidor eres

Si compites o participas en carreras de running con pretensiones de mejorar tus marcas o de ganar a ese presuntuoso compañero de curro para taparle la boca de una vez por todas, te interesa lo que voy a contarte.

Al contrario de lo que piensa el grueso de la población correr no es un deporte tan primario como pueda parecer; es algo más que comenzar a correr y parar cuando te cansas. Convengamos que no requiere la agilidad mental de una partida de ajedrez contra Kasparov, pero si utilizas tu cerebro puedes multiplicar el rendimiento de la maquinaria.

Entrenar de manera inteligente es primordial y debemos ser conscientes de que sobre el trabajo y el entrenamiento se sustenta todo el castillo atlético, pero hoy voy a centrarme en el final del camino, la competición. Y más concretamente en el momento en que la prueba se ha regularizado y ha ido colocando a cada uno en su lugar, porque es ahí cuando llevas un tiempo compartiendo zancadas con otros corredores; son los compañeros o contrincantes que te han tocado en esta batalla y ha llegado el momento de estudiarlos. Pronto veréis qué pinta Vladimir Putin en todo esto.

Hay numerosos perfiles de competidores, como por ejemplo el garrapata. El runner garrapata no piensa en los intereses grupales, se instala detrás tuyo como una lamprea y jamás te rebasará salvo que se vea capaz de dar caza a otra víctima más adelantada o que vislumbre la meta. Después en la llegada te extenderá la mano con una gran mueca de sonrisa como si fuese tu colega, y puede que también te diga “muy bien”, aunque en realidad la frase completa en su cabeza sea “muy bien el servicio que me has prestado, pringao”.

Crazy Horse (caballo loco). Este individuo se ha tomado quince cafés y puede que por algún tipo de error con efedrina en lugar de azúcar. Es incapaz de mantener un ritmo constante, va dando cambios y bandazos sin ton ni son, desconoce el significado de guardar la distancia y cuando se coloca detrás de ti te va dando algún toque en los talones con sus punteras, e inevitablemente acaba provocando algún tropiezo en el grupo. Es bastante odiado por lo molesto, como las moscas, que no pican pero joden. Lo bueno es que su actitud cojonera demanda gran cantidad de recursos a su cuerpo, y no suele hacerse esperar demasiado el momento en el que se deja caer del grupo como fruta madura para dejar de molestar.

El locuaz (alias almorrunner). Sus apellidos son pesado y molesto. El locuaz por algún motivo encuentra digno de comentario cualquier mínimo detalle o ínfima circunstancia, o quizá le gusta mucho su voz. Este runner desconcierta porque si es capaz de no callarse mientras corre, pareciera que va fresco como una rosa, y si tú vas hecho polvo eso jode. Sin embargo él sabe que jode por lo que podría tratarse de una técnica de despiste; ya os adelanto que si estáis pensando en implementar dicha técnica estáis perdiendo el tiempo porque los músculos no se alimentan de palabras sino de oxígeno, y el runner locuaz malgasta su energía en la interpretación de un papel insostenible que le aboca sin remisión a callarse y quedarse tranquilito en pocos kilómetros.

El mártir. A este parece que lo están matando a cada paso; un penitente deportivo que en otra vida fue un ser deleznable y por ello en esta le ha tocado sufrir en cada una de sus zancadas. Emite sonidos durante toda la carrera; al principio avanza con una respiración quejumbrosa como de liviana sodomización, y para el tramo final ya en su apogeo emite un tremendo graznido de dolor por cada exhalación. Es muy peligroso porque nadie diría que va a aguantar ni 100 metros más, inclusive algunos dudan que vaya a terminar el día con vida; sin embargo no solo conserva su vida sino que te gana a grito pelado y con muchos aspavientos en la recta final. El mártir no tiene maldad, por lo que probablemente su alma no tendrá que pasar por el purgatorio, pero en vida sacará de quicio a cualquiera.

El malhuele. Sí, hay gente que lleva un regalo bajo el brazo y lo va compartiendo con el grupo. Los potentes cultivos de bacterias de sus axilas son equiparables a los de la boca de un Dragón de Comodo, solo conseguibles tras un largo periodo en abstención de higiene. En lugar de quedarme con la pronta conclusión de que este tío es un guarro, prefiero mirar más allá y pensar que es un corredor muy astuto; el malhuele bien podría ser una víctima reincidente del runner garrapata que, cansado de sufir sus abusos, habría desarrollado un sistema de defensa tan eficaz como el hacer insoportable que alguien se ponga detrás tuyo y recibir la brisa con la fragancia de tu cuerpo, eau de sobac. Y el que se quiera poner a rebufo que acarree con las consecuencias.

Y por último el más peligroso de todos, alguien que no puedes calar ni prever, un corredor que trasciende a cualquier estrategia o planificación en carrera: el impávido. Este ser camina entre la humanidad y el inframundo aunque bien podría ser un cyborg. El impávido no expresa, no se pone colorado del esfuerzo, siempre mira al frente y no conoce la sonrisa ni la mueca de dolor. Él tiene un control absoluto sobre su musculatura facial y no dejará que puedas aprovecharte de la información que de ella emana para saber cuando tienes que asestarle un hachazo durante la carrera. ¿Estará reventado? ¿Irá fresco? ¡¿Qué debo hacer?! Nadie más que él lo sabe, y lo único que puedes hacer es dejarte la vida en el terreno esperando que ese rostro colmado de relax solo encierre un enorme sufrimiento. Su máximo exponente no es otro que el archiconocido Vladimir Footing, quien desarrolló todas estas cualidades en el mundo del running para más tarde aplicarlas de forma pionera en un despiadado sistema político que a día de hoy desconcierta al mundo entero.


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