Inicio Entrevistas ¿Qué marca necesitas para vivir del maratón en España?

¿Qué marca necesitas para vivir del maratón en España?

A los 31 años, Iván Fernández Anaya hizo este mes de febrero el maratón de su vida en Sevilla donde, al fin, bajó de 2 horas 10 minutos: 2:09:55. Hoy, sin embargo, es un hombre sin apenas ingresos al que le llega muy justo para pagar la cuota de autónomos.

Nadie le esperaba. En el maratón de Sevilla de este año se hablaba de todos menos de él: Iván Fernández Anaya (Vitoria, 1988), que ya parecía una causa perdida para la distancia. Pero entonces apareció lo mejor de él que significó una brillantísima marca por debajo de las 2 horas y 10 minutos: 2:09:55. Un triunfo silencioso, hijo de la paciencia que en su caso duró cinco años y que nos recuerda que no hay mal que 100 años dure. Hoy, en la frialdad del recuerdo, Iván explica lo que le ha permitido llegar hasta aquí. Habla entonces de su padre, un carpintero que llegó a Vitoria desde un pueblo de Santander para ganarse la vida. El precio fue el sacrificio: todos esos días en los que el hombre se levantaba a las seis de la mañana y no regresaba a casa hasta las tantas. De alguna manera el maratoniano Iván Fernández rinde homenaje a ese recuerdo en el que también aparece su entrenador: Santi Pérez. Un fontanero curtido en mil batallas que siempre le dice: “Inténtalo, Iván. Al final, todo es ponerse”.

Pregunta.  ¿Se puede vivir del maratón? 

Respuesta. No veo clara esta respuesta. No lo veo claro. Hasta ahora no. No podía dedicarme en exclusiva tres o cuatro meses al maratón y olvidarme de participar en carreras porque entonces no me llegaba. Y ahora, que he hecho 2:09 y que en teoría iba a mejorar para mí, vino lo del COVID-19 y ya no sé que decir… Aún me lo estoy preguntando. Tendré que esperar, pero tampoco lo veo claro.

Ha sido una pena

Si lo miras deportivamente, sí. Pero yo soy un afortunado. No he perdido a ninguno de los míos y sé que ha sido muy duro porque veía llegar todos los días de trabajar en el hospital a mi mujer que es enfermera y que está terminando medicina.

¿Qué le contaba? 

No hacía falta casi que me contase. Nada más llegar a casa se iba a la habitación, se quitaba la ropa, la metía en la lavadora y se iba directa a la ducha para evitar contagiarme. Así un día tras otro y, como no estás acostumbrado a eso, te marca.

¿Qué más medidas de seguridad tomaban en casa?

Ninguna más que ésa. Al final, como me decía ella, no hay nadie invulnerable frente al virus. Por eso yo valoro tanto que no le haya pasado nada a mis padres que ya tienen 64 y 62 años y que se merecen tanto aprovechar ahora la vida. Mi padre, después de trabajar de carpintero toda su vida, acaba de jubilarse. Ha luchado mucho para sacar adelante a la familia, a mi hermana y a mí, desde que llegó a Vitoria y nos instalamos a las afueras en una época en la que las afueras parecían quedar tan lejos de todo.

¿Eso le hizo atleta?

No, fue la montaña. Fueron los domingos cuando  íbamos los cuatro a la montaña y yo aprovechaba para correr y descubrí que ésa era mi gran pasión. Mi primera consola, una Nintendo, no llegó hasta que hice la primera comunión.

Hoy, es un maratoniano de élite.

Bueno, de élite entre comillas. A pesar de haber hecho 2:09, si no fuera por mis patrocinadores, no podría decirle que ‘yo, Iván Fernández, vivo del maratón’.

¿Es usted un obrero del atletismo?

Ahora sí. Quizás en pista, donde llegué a hacer 7’49” en 3.000 no tanto porque alguna vez podías vivir del talento. Pero en el maratón, si no te implicas al cien por cien, no hay manera y aun así el entrenamiento no te garantiza nada. Es duro decirlo y sentirlo. Pero yo, que me he tirado cinco años para bajar de 2 horas y 10 minutos, se lo puedo decir. De hecho, en 2018 estuve a punto de dejar el atletismo.

Hay veces en las que cuesta tanto.

Yo tuve que ir al psicólogo.

¿Y? 

Había enviado un mensaje a mi equipo de entrenamiento en el que les decía, ‘dejo indefinidamente el atletismo’, porque estaba cansado de que las cosas no saliesen.

¿A qué se hubiese dedicado entonces?

No tengo miedo al futuro. He hecho dos grados superiores de Educación porque me gustan mucho los niños. Pero es que si tengo que trabajar de dependiente en Decathlon o de reponedor en un supermercado tampoco pasa nada: no hay problema, todos los trabajos son dignos. Ganarse la vida tiene mucho valor. No creo en la lucha de clases. Para mí todos somos iguales como nos ha demostrado esta pandemia.

¿El COVID-19 le ha hecho mejor persona?

Podría decirle que sí pero ¿qué es eso de hacerte mejor persona: decirlo ahora y luego en dos meses que se te olvide?

No, evidentemente.

Creo en lo que eres. No en esos lemas que dicen cosas como que de ésta vamos a salir más fuertes, porque, para mí, lo importante no es decirlo sino demostrarlo cuando haya pasado todo.

¿Se puede hacer más fuerte a un tipo que vive las 24 horas del día para el maratón?

No lo sé. Creo que todo está en la cabeza. Siempre pongo de ejemplo esos domingos en los que me toca 34 o 36 km y le digo a Santi Pérez, mi entrenador, que no voy a poder, que estoy muy cansado, porque el viernes, que es su día de series, he podido hacer 3×5.000. Y es verdad que a las 48 horas es cuando más cansado estás. Pero él siempre me contesta, ‘ inténtalo, todo es ponerse’.

Y lleva razón.

Yo también me pongo en la piel de mi padre que estuvo durante multitud de años levantándose a las seis de la mañana para ir a poner puertas, rodapies…, qué sé yo, y nunca le escuché quejarse. Si él no se quejaba ¿por qué voy a quejarme yo? No es justo.

Quejarse no es rentable.

Para mí no, desde luego. Quejarse se podrían quejar la generación de mis padres que se pasaban todo el día trabajando. Pero yo no puedo quejarme. Por eso me gusta escuchar tanto a la gente mayor porque me ayuda a poner los pies en el suelo. Me gusta que me cuenten sus batallas porque me hacen entender que, pese a las dificultades del atletismo, yo soy un privilegiado y que olvidarlo sería un error.

Rompiendo la barrera de 2h10 en el Zurich Maratón de Sevilla 2020

El maratón no consiente errores.

No, no, ya lo creo. El maratón te enseña porque te exige tanto… Yo pasé de hacer 100 km a la semana de media a 160 o 170. Me di cuenta que los kilómetros me dejan sin fuerza. Me limaban el músculo, sobre todo en la zona de los cuádriceps. Desde entonces, hago la fuerza con la bicicleta montain bike en circuitos con caminos y senderos. De hecho, dos semanas antes del maratón de Sevilla, hice uno de 52 kilómetros. La gente se sorprende pero a mi cuerpo le va bien.

Cada uno debe saber como hacer su trabajo.

Así es. Mire, en este confinamiento yo tenía la cinta de correr en la terraza, en una terraza de doce metros que tenemos en casa. La gente cuando se asomaba a los balcones y me veía entrenar debía pensar, ‘este tío tiene que estar chalado’. Pero es que ése es mi trabajo.

¿Cómo están sus ingresos?

Es una buena pregunta porque están complicados, muy complicados. Si no fuese por los dos patrocinadores que tengo (BTI del doctor Eduardo Anutia y Electro Alavesa), que me han llegado hasta a aguantar los dos años en los que estuve parado, no sabría ni cómo contestar a esa pregunta. No me llegaría casi ni para pagar la cuota de autónomos. Pero hay que ser positivos. Hay que pensar que de esta vamos a salir y que volverán los días buenos.

¿Volverá a bajar de 2 horas 10 minutos en maratón?

Esos son los días por los que vale tanto la pena luchar. Jamás olvidaré en la meta cuando ya habíamos pasado toda la publicidad y mi mujer me dijo ‘mira, mira detrás de la valla’ y allí estaban mi familia y mis amigos saltando de alegría por culpa de la marca que yo había hecho. Me acerqué un poco más y vi que estaban llorando de felicidad, con lágrimas en los ojos y gritando ‘lo has hecho, lo has hecho’. Fue muy emotivo.

Hay cosas que nunca se olvidan.

Nadie contaba conmigo. No aparecía en ninguna apuesta en la previa: yo venía de cuatro retiradas en mis últimos maratones. Pero me acuerdo que el 1 de diciembre, el domingo en el que salieron esas marcazas en el maratón de Valencia, yo estaba en Durango haciendo el curso de monitor de atletismo a la vez que veíamos on line el maratón de Valencia. Al ver las marcas de los atletas españoles hubo quien dijo, ‘que difícil te lo han puesto en Sevilla’, y yo les contesté ‘tranquilos, hay posibilidades’. De hecho, escribí en el cuaderno de los apuntes la marca que iba a hacer: 2h09:57. Me equivoqué solo en 2 segundos.

La foto del cuaderno en la que el 1 de diciembre, cuando se corre el maratón de Valencia, él pronostica la marca que va a hacer en Sevilla. Se equivoca por un segundo.

Qué anécdota.

Pues así fue tal y como se lo cuento. Pero es lo más importante que he aprendido del maratón, a creer en mí mismo y a entender que gran parte de lo que pueda pasar está en tu cabeza.


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