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La moda “Paleo”

 

Iba a iniciar esta entrada con una frase lapidaria. Algo así como, “Estoy hasta el moño del Paleolítico” Luego lo pensé dos veces y me decidí por algo más elegante, “Empiezo a sentirme verdaderamente incómoda con el tema del “Caveman” u hombre de las cavernas… ” 

Y es que tenemos Paleolítico hasta en la sopa, “Paleo” que queda más íntimo.

Ahora resulta que todo lo que hacían nuestros antepasados era lo más de lo más elevado a la quinta potencia. Que si se pasaban el día corriendo., que cazaban mamuts con la técnica del agotamiento y se los comían medio crudos con ese puntito rosado y sangriento de los entrecot de ternera., que si marchaban de un lado para otro recorriendo al día decenas de kilómetros sin despeinarse., que no necesitaban zapatos porque su técnica depurada les evitaba todo tipo de lesiones., que si estaban todos cachas con un six-pack que ni el mismísimo Ronaldo… Vamos, la Atlántida sobre la tierra.

¿Qué sucede? De repente llega un desgraciado mamón y le da por plantar semillas, sentarse en el suelo de la caverna y decirle a sus hercúleos compañeros:

-“Oye mira, que lo he estado pensando mejor y esto de correr todos los días 60 km me deja hecho polvo, así que he descubierto que si le doy forraje al mamut en lugar de correr detrás de él para cazarlo y comérmelo, él corre hacia mí con gusto… Lo tengo ahí detrás en una parcela.”

Y lo lincharon, después se lo comieron para no desperdiciar una excelente fuente de proteína, acojonaron al mamut que salió pitando y lo persiguieron durante kilómetros para comérselo también.

Pero el mal ya estaba hecho. Por doquier aparecieron paleolíticos que se acomodaban en las cuevas y se negaban a moverse, ya tenían un profeta, un ídolo. El rumor de que unas semillas hasta ese momento asquerosas, insípidas y venenosas mezcladas con leche sabían de la ostia y te dejaban medio sopa durante horas, se extendió por los provisionales asentamientos prehistóricos y los hombres y mujeres cavernícolas empezaron a volverse perezosos, gordos y adictos a los cereales. No había vuelta atrás. El mal ya estaba hecho.

Para más inri, descubrieron que el hongo en descomposición de un cereal en concreto, el trigo, poseía unos efectos alucinógenos idénticos a los del LSD, no al agotador Long Slow Distance que habían practicado hasta ese momento. No. Más bien era un viaje de otro tipo, más sicodélico y menos físico. Ya me imagino a estos paleolíticos con taparrabo de mamut y sus recién estrenadas zapatillas de piel de mamut, danzando en la estrellada oscuridad de la noche en torno al fuego, mientras la percusión monótona y repetitiva del tambor elaborado con piel de mamut, “pum-pum-pum., pum-pum-pum”, atravesaba sus hercúleos pechos extasiados, y que ya dejaba entrever los efectos del consumo de cereal en unas incipientes tetillas peludas. Un pueblo perdido.

Y así hemos vivido desde entonces. Desde hace 10.000 años. Cada uno de los avances tecnológicos, científicos, culturales y sociales que hacen del ser humano lo que es hoy día, este colchón acomodado que nos aleja de la naturaleza en su estado más salvaje (en la que no sobreviviríamos ni cinco minutos) no es más que una excusa permanente del ocioso que llevamos dentro y que solo quiere sentarse en la cueva de la caverna y comer cereales hasta reventar. La degradación y la perversión de la especie humana.

Pero las cosas están cambiando. Algunas personas, conscientes del mal que nos hacemos a nosotros mismos huyendo de nuestra verdadera naturaleza, abogan por una vuelta al hombre de las cavernas, al estado que nos corresponde por naturaleza y para el que estamos fisiológicamente preparados. Estos buenos hombres nos marcan las pautas que debemos seguir para volver a ser aquellos cavernícolas físicamente imponentes, resistentes y sanos.

Esta en vuestras manos”, nos dicen, “tú decides”, repiten, pero se mosquean muchísimo si no les haces caso. Así son los predicadores, como los vendedores de enciclopedias puerta a puerta.

De nada sirve decirles que generación tras generación la esperanza de vida de la especie humana es mayor, incluso gordos, porque ellos te mirarán con ojos de Willy Toledo y replicarán extasiados (en este caso de proteína):

“El hombre del Paleolítico no tenía una cómoda casa, ni un sofá donde tumbarse, ni las comodidades de las que tú disfrutas. Él estaba solo frente a los elementos de la naturaleza, consciente de que cada día podía ser el último. Su vida era una constante lucha por sobrevivir…”

¿Y no sera exactamente por esto mismo por lo que el hombre del Paleolítico, hasta las pelotas de correr y de comer mamuts, con lo malas que son las digestiones nocturnas de carne magra y roja, por lo que decide asentarse cómodamente, plantar semillas y domesticar animales a estar de un lado a otro con el estrés que eso conlleva?

Leí hace unos días en El País que habían hallado los restos de unos colchones rellenos de hierba con una antigüedad de 77.000 años. Colchones. Pero no unos colchones cualesquiera. No. Estos estaban rellenos de unas plantas especiales, conocidas por sus efectos fungicidas, antibacterianos y por sus propiedades como repelente de mosquitos. Para rizar el rizo, resulta que los quemaban de cuando en cuando para desinfectarlos.  El colchón LoMónaco del Paleo.

Os cuento esto porque encuentro un tema abierto -y candente- en un foro de fanáticos, perdón, de neopaleos, donde un troglodita contemporáneo recomendaba dormir en el suelo, sobre una simple esterilla de bambú, a fin de poner en su sitio todos nuestros músculos, huesos y articulaciones, visiblemente deformados y anquilosados de tanto dormir sobre cómodos jergones. Con dos cuyons. Dormir en el suelo es natural, comer hierbas, carne y fruta es natural, morirse a los 30 años es natural… Es para lo que estamos fisiológicamente preparados. Lo contrario, engordar, tumbarse en el sofá a ver la tele es un despropósito, comer hamburguesas poco menos que una asquerosidad y pretender llegar a nonagenarios una actitud egoísta y vanidosa.

Pero estos gurús amantes de las cavernas van mucho más allá. No les gustan los corredores de fondo, tampoco los forzudos de gimnasio. Los primeros no pueden levantar piedras y los segundos no pueden trepar árboles. No es difícil encontrar en sus blogs entradas acompañadas de fotos donde puede leerse, “¿Quieres esto?” mientras un enfermizo -y delgado- corredor de fondo atraviesa la línea de meta o un hipertrofiado -y ciclado- forzudo no puede subir unas simples escaleras. Siempre buscan los extremos en sus manifestaciones.Qué hacen estos neopaleos? Muy simple. Todo lo que haría un idealizado paleolítico y que se resume en tres palabras, la triada mágica del paleto, perdón, del paleo:

Rápido, intenso y variado. 

Si el deporte que hacemos no reúne estas características, no vale nada, no es natural, es malo para nosotros (el máximo exponente de este movimiento es el Crossfit y los llamados Crossfiteros, del que ya os hablaré con mayor detenimiento).

Debemos ser capaces de trepar, correr y levantar cargas como lo haría un cavernícola. Toma ya.

Conste, y esto lo digo completamente en serio, que algunas posturas Paleo me molan. De verdad. Yo sigo una dieta específica para la pérdida de grasa y el mantenimiento del músculo que se parece mucho a la Paleo Diet: verduras, frutas, carne y frutos secos. Los carbohidratos han sido relegados a la mañana, en su mínima expresión y únicamente integrales de asimilación lenta ¿Funciona? Si, por supuesto que si. Pero no es menos cierto que yo no hago 80 km a la semana ni me preparo para correr un maratón. Ya me quisiera ver en plena preparación y entrenamiento, con una ensalada variada, dos pechugas de pollo y una manzana.

No creo en las fórmulas mágicasEl Paleo no es más que una opción que se añade al amplio abanico de posibilidades donde escoger. Y eso está bien. Lo que ocurre es que algunas personas abrazan las tendencias con un fanatismo que asusta. Parece que no es suficiente con que a nosotros nos valga, tenemos que conseguir que los demás “crean” para afianzar nuestro propio convencimiento. Más o menos como funcionan las religiones. Terminamos convertidos en pastores de movimientos que van y vienen, fluctúan, se mantienen o desaparecen.

En este caso son predicadores con taparrabo.


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7 COMENTARIOS

  1. Yo no soy un extremista del paleo, pero hace unos 2 años que más o menos sigo sus preceptos. Además entrenando en ayunas y practicando el intermitten fasting. Ahora soy capaz de correr los 10 km por debajo de los 45′, cuando antes no bajaba de 55′, en el gym tiro bastante más peso y he adelgazado 6 kilos de grasa.
    Simplemente se trata de comer alimentos “naturales” que son los que el cuerpo asimila mejor y está más adaptado. Y recortar e incluso eliminar (aunque no del todo), los hidratos de absorción rápida, los procesados, que son los que el cuerpo aún no está adapado al 100%.

  2. Somos evolución y no lo puedes negar… Yo más que por la vida paleo me guio por una vida evolutiva, donde el 95% de nuestra evolución la hemos pasado cazando, escalando, recolectando y esprintando. Nuestra genética necesita estimulos que ahora no le damos como ensuciarnos o pasar frio de vez en cuando..

    Cuando juntas estar sentado 10 horas al día, comer comida procesada a la que no estamos nada bien adaptados, sedentarismo o focalizar el ejercicio en un solo ámbito, ya sea correr largas distancias o ir a levantar mancuernas o maquinitas del gimnasio, quieras o no acabas con muchas carencias. Esta sociedad tiene cosas que nunca han existido.. miles de enfermedades cardiovasculares, cancer, problemas de movilidad, equilibrio, etc.. y es porque algo no se hace bien……

    Antes la gente moría pero por otras cosas.. no se han encontrado muertes por problemas cardiovasculares o cancer, sino por enfermedades infecciosas, catarros etc..

    No seas tan radical. No hay que volver a las cavernas sino usar el sentido común.. comer sano, comida real y entrenar tu cuerpo como siempre se ha hecho.. moverse todo lo posible y ser lo más equilibrado posible en el ejercicio…

    En fin.. una pena que el paleo o sus derivados se estén convirtiendo en otra marioneta más de la industria y se pervierta para sacar dinero…
    Solo te diré una cosa.. sentido común con lo que eres y lo que has sido.

    Un saludo

  3. Espero que nunca tengas que pasar por una enfermedad autoinmune. Yo tengo hipotiroidismo, y he pasado una etapa de mi vida terrible. Ahora como «paleo» y por fin vuelvo a ser yo, vuelvo a tener energía, alegría, ligereza… estoy genial, y estaba domando antidepresivos, durmiendo mucho, siempre cansada, engordando… la vida paleo me ha hecho ganar mucho. Es mi experiencia personal 🙂

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