Inicio Entrevistas “Mis padres trabajan las 24 horas del día”

“Mis padres trabajan las 24 horas del día”

Sus padres tienen una pizzería en Almussafes (Valencia), donde ella, Laura Méndez, tiene una calle a su nombre. El homenaje perfecto a una atleta que, a los 34 años, ya ha sido olímpica y aún piensa que lo mejor está por llegar. ¿Por qué no en el maratón de Sevilla que está a la vuelta de la esquina?

A los 34 años, Laura Méndez volverá a casarse con la incertidumbre en el maratón en Sevilla (19 de febrero). Una manera de ser y de vivir con la que se siente totalmente comprometida. “El atletismo es mi vida desde los once años”, asegura una atleta que llegó a ser campeona de España dando vueltas a un campo de fútbol de tierra. Todo eso fortalece su instinto y su biografía. “Cuando me hablan de dureza siempre pienso en mis padres, que tienen una pizzería y que, entre unas cosas y otras, les ocupa las 24 horas del día. Yo, como atleta de maratón, tengo más horas de descanso”.

¿Cuál es la última vez que cenó pizza?
La semana pasada, antes del largo de 25 kilómetros.

¿Y antes del largo siempre cena pizza?
Muchas veces, sí.

¿Y por qué?
Lo probé una vez. Mi padre tiene una pizzería. Me hace la masa de la pizza. Sé que es casera, que me sienta bien y que luego lo voy a quemar.

¿Y ha trabajado en la pizzería?
He ayudado, sí.

Ese trabajo es duro.
Lo sé. Mis padres están ahí, les he visto sufrir cuando la crisis o cuando la pandemia y la suerte es que se salvaron un poco porque llevan pizzas a domicilio. Pero estoy acostumbrada a ver a mis padres trabajar las 24 horas del día, porque se pasa mal. Hay que pagar cosas y a veces no se duerme bien.

¿Y cómo les ayuda?
He intentado ayudar, incluso, económicamente cuando lo han podido necesitar. Pero es lo menos que puedo hacer porque ellos son los primeros que se han sacrificado por mí.

¿Y el atletismo le permite ayudar económicamente?
Ahora mismo, tras ser olímpica, le diría que sí. Estoy patrocinada por una gran marca com es ASICS. Tengo varias subvenciones de Almussafes, el pueblo en el que nací, y de Sagunto, en el que estoy empadronada. Además, soy coordinadora de atletismo de las escuelas de Sagunto y entreno a niños de 11 a 12 años tres días a la semana lo que me ayuda a desconectar, a evadirme de lo mío y, sobre todo, a disfrutar con ellos.

¿Y a los 11 años saben lo que es un maratón?
Me preguntan, sí, y te dicen. Pero esa distancia ni pasa por su cabeza. Cuando compiten en pista lo normal es que hagan un 500 o, a lo sumo, un 1.000.

¿Y le ganan en un 500?
No lo he probado. Pero creo que ahora no tengo a ninguno que lo haga. Otros años sí he tenido alguno. No me cuesta reconocerlo.

¿Y eso da rabia?
No, porque a mí me gusta que mejoren.

¿Se imagina que alguno de esos niños llega a los JJOO como lo hizo usted?
Pero, sobre todo, lo importante es que disfruten. Si disfrutan ya llegarán cosas bonitas. Hay algunos que disfrutan siendo campeones de su casa y con eso es suficiente para ellos. Si ganan a sus hermanos ya les puedo decir, ‘eres el mejor de tu casa’. Y eso llena. También llena mucho.

¿Y es la mejor de su casa?
Sí, ahora sí. Pero cuando corría 1.500 e hice 4’13” mi hermano se picó conmigo y, sin entrenar apenas, llegó a hacer 4’14”. Si hubiese seguido…

Pero no siguió.
No siguió. No quiso y era muy bueno. Pero lo importante es que ahora está contento con su vida. Trabaja en la pizzería con mis padres y tiene tiempo para estudiar otras cosas.

La atleta es usted.
El atletismo es mi vida, sí. No lo dejaría tan fácilmente. Lo que me llena es despertarme y salir a correr. Levantarme de la siesta y salir a correr. Toda mi vida está enfocada a eso. Empecé a los 11 años y por ahora los resultados me respaldan. No era de las que destacaba pero en junior fui campeona de España de 3.000 y me dije ‘algo valgo’

¿Y quién terminó de convencerla?
Me gustaba el deporte. Me apuntaba a todo. Pero en mi pueblo no hay pista de atletismo. Daba vueltas a un campo de futbol de arena. Y fui campeona de España dando vueltas a ese campo de fútbol hasta que conocí a Manuel Ripollés, que a los 19 años me invitó a venir a venir a Sagunto y hacer técnica de vallas. Y entonces fue mi padre el que me animó más y me dijo: ‘tienes que ir, Laura, tienes que ir’.

¿Qué años tiene su padre?
Va a cumplir los 65

¿Y no se merece la jubilación?
Sí se la merece, sí, pero esperará un poco a mi madre. El bar es muy esclavo, aunque poco a poco van encontrando algún respiro. Estuvieron en Munich y van a venir a verme al maratón de Sevilla. A mi padre le gusta mucho. Y no es que sea un superentendido, pero me ayuda. Su presencia siempre me ayuda.

¿Y la Federación le ayuda?
Bueno, a ver si nos dan alguna beca del año pasado por ser subcampeona de Europa por equipos. Alguna ayuda nos podían dar que no vendría mal y ya ha pasado tiempo.

La cosa es compartir.
Hay que ayudar un poco más que yo creo que se puede.

Mientras tanto, usted a lo suyo. ¿Qué significa ser maratoniana?
Saber que, por muy bien preparada que vayas, no siempre va a salir bien.

El maratón es un océano bello, pero peligroso.
Es así. Por eso le tengo tanto respeto. No sabes cuando te vas a encontrar bien. No sabes lo que va a pasar. Pero eso le hace diferente a todo. Yo siempre diría que haría maratón pero no a este nivel. Decía ‘dejarme en la pista’. Pero ahora me siento a gusto y, sobre todo, me gusta la preparación. De hecho, este año he llegado a 190 kilómetros a la semana y me sentí cómoda.

¿Hasta cuándo se puede mantener esta vida?
Creo que bastante. Mire a Elena Loyo o a Irene como están rindiendo con la edad que tienen. Quiero pensar que aún me queda cuerda para rato.

¿Se cuida mucho?
Sí, y por eso me da más rabia cuando las cosas no salen. Soy la primera que me tapo nada más terminar el entreno, la primera que va a la ducha para evitar cualquier posibilidad de resfriarme. Mido lo mejor posible el descanso, la alimentación y, sin embargo, no hay nada seguro. En el maratón te puedes hasta desmayar y no acabar como me ha pasado a mí. Pero precisamente esa incertidumbre es la que te invita a luchar.


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